ABC La Iglesia de Santiago: una catedral al final de los caminos
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La Iglesia de Santiago: una catedral al final de los caminos

El primer año jacobeo en pandemia durará el doble, hasta 2022, y permitirá, por primera vez en una década, apreciar la fachada de la catedral sin andamios. Además, la Fundación y el Cabildo han editado dos nuevos libros que recogen los hallazgos históricos que ha dejado esta larga restauración

RAMÓN YZQUIERDO, director técnico conservador del Museo Catedral

Santiago de Compostela se carga de razones para el peregrino. Este no sólo es el primer año jacobeo en pandemia, sino que con motivo de la plaga, la condición de año santo se ha extendido hasta 2022 . Pero también es la primera ocasión en casi una década de visitar la catedral sin que su fachada esté cubierta por los andamios de una larguísima restauración.

Recientemente, la Fundación y el Cabildo de la Catedral, con el apoyo de la Xunta de Galicia, han llevado a cabo un ambicioso proyecto editorial centrado en una historia cautivadora y milenaria, la de ‘La Catedral de los Caminos’, título que se ha dado a las dos publicaciones que han visto la luz. La primera de ellas, bellamente editada e ilustrada y que lleva como subtítulo ‘Una biografía de la Iglesia de Santiago’, supone un compendio de los artículos que se incluyen en la segunda, ‘Estudios sobre arte e historia’, textos realizados por una serie de especialistas que, por una parte, han recogido las fuentes previas y, por otra, han actualizado sus conclusiones, sobre todo, a partir de los hallazgos que se han realizado en las obras de restauración que han ocupado la catedral en los últimos años.

Estamos, como se ha comentado, ante una historia ciertamente apasionante que se inicia en las primeras décadas del siglo IX con el descubrimiento, en este lugar, de la Tumba del apóstol Santiago y sus discípulos, Atanasio y Teodoro, responsables de un viaje milagroso, desde Jerusalén hasta la actual Compostela, recogido con profusión de detalles por la tradición jacobea.

El templo primitivo

El hallazgo del sepulcro apostólico supuso un punto de inflexión de cara a la consolidación de la Monarquía asturiana en el noroeste de la Península Ibérica y, con ello, del cristianismo, que iba a contar, desde ese momento, con un elemento referencial que sería convenientemente promocionado. De este modo, cuando el Rey Alfonso II tuvo noticia del acontecimiento mandó que se construyera en ese lugar un primer templo, el cual tenía una sola nave y cobijaba, en su cabecera, el mausoleo romano reutilizado en su día para acoger los restos de Santiago.

Esta primera basílica pronto se quedó pequeña para dar servicio a los primeros peregrinos, de forma que Alfonso III promovió la construcción de una nueva, otra vez condicionada, en sus proporciones, por el referido mausoleo y que fue consagrada en 899. Este templo, que seguía los postulados del arte asturiano de la época, sufrió en 997 el envite de las tropas musulmanas a las órdenes de Almanzor quedando, según las crónicas, destruido por completo, si bien se respetó el sepulcro. Quizás los cronistas exageraron un poco con el grado de destrucción, o tal vez no; en todo caso, a los pocos años, gracias al impulso de Bermudo II y del obispo Pedro de Mezonzo, la Iglesia de Santiago estaba, de nuevo, recuperada y a pleno rendimiento.

La referida basílica de Alfonso III se mantuvo en funcionamiento hasta 1112, en que acabó sepultada bajo la catedral románica que avanzaba, entonces, en la construcción de su nave principal, hacia occidente. En las excavaciones arqueológicas realizadas a mediados del siglo XX en las naves de la catedral, se recuperaron importantes restos de diversas construcciones previas, entre ellas, de parte de la desaparecida basílica prerrománica, que permitieron realizar una reconstrucción hipotética de la misma.

El auge que alcanzaron, en la época, las peregrinaciones a Compostela, unido al fuerte apoyo recibido por parte de la Iglesia y la Monarquía, llevaron, por fin, a la construcción de una gran catedral, cuyas obras se iniciaron hacia el año 1075 y contaron, en un primer momento, con la dirección de los maestros Bernardo el Viejo y Roberto. Esta fase inicial, impulsada por el Rey Alfonso VI y por el obispo Diego Peláez, se prolongó hasta 1088 y en ella se llevaron a cabo los tramos centrales de la girola y sus respectivas capillas, desarrollándose, principalmente en sus capiteles, de influencia francesa, un completo programa iconográfico concebido por el propio prelado.

Tras un paréntesis ocasionado por el enfrentamiento de Monarca y obispo, hacia 1094 se recuperó el ritmo constructivo desde un nuevo proyecto, en este caso, bajo la dirección del Maestro Esteban. Esta segunda fase, que modificó el plan inicial, se prolongaría hasta el año 1101, en que con el nombramiento episcopal de Diego Gelmírez se iba a iniciar una fase decisiva para la catedral.

La segunda Roma

Perteneciente a una familia noble local y educado en la propia catedral, Gelmírez contaba con una sólida formación e importantes relaciones personales, a partir de lo cual concibió un ambicioso proyecto, con el objetivo de convertir Compostela en una suerte de segunda Roma, a mayor gloria del apóstol Santiago.

Gelmírez consiguió el privilegio de acuñación de moneda, lo que le permitió obtener los recursos económicos necesarios para afrontar su proyecto, que se centró en el transepto, sus fachadas historiadas y un nuevo altar de Santiago, unas actuaciones para las que contó con una serie de maestros de procedencia foránea que no solo trajeron aquí nuevos modelos e influencias, sino que los desarrollaron y adaptaron, de tal manera que Compostela se convirtió en vanguardista centro artístico de referencia en su época.

El hallazgo del sepulcro sirvió para consolidar la corona asturiana y el cristianismo en todo el noroestede españa

Tal fue la implicación de Gelmírez en el proyecto que puede considerarse el autor intelectual del mismo. Bajo su episcopado, las obras avanzaron a buen ritmo, consagrándose el nuevo altar sobre el sepulcro apostólico, para el cual se modificó el antiguo mausoleo que, hasta ese momento, se había respetado; y, por fin, como se ha comentado, suprimió la antigua basílica de Alfonso III, que hasta entonces había coexistido con las obras de construcción de la catedral.

Gelmírez fue, además, un hábil político y gestor, que renovó el funcionamiento de la catedral y su Cabildo; consiguiendo, en 1120, el rango de sede metropolitana que dio un nuevo impulso a la catedral y a las peregrinaciones a Compostela. También promovió el Scriptorium Compostelano, en el cual se realizarían la Historia Compostelana, crónica de su episcopado y el famoso Códice Calixtino, verdadero compendio programático del culto jacobeo.

Posiblemente, aunque hay ciertas lagunas en este ámbito, la construcción de la catedral románica todavía no estaría completada en 1140, año de la muerte de Gelmírez. Tras unos años inciertos, habría que esperar a 1168, en que Fernando II otorga un privilegio, con una generosa pensión vitalicia a un enigmático maestro Mateo por su labor al frente de las obras del templo. Daba comienzo, con ello, un proyecto decisivo para la catedral en el cual, además, se introdujo un nuevo lenguaje artístico que acabará por configurar un estilo propio al arte de Galicia.

Alma medieval

El proyecto del maestro Mateo incluyó el remate del frente occidental de la catedral con la construcción del Pórtico de la Gloria y su fachada exterior; y se completó con un monumental coro de piedra policromada situado en la nave mayor del templo. También creó, con la colocación sobre el altar mayor de una novedosa imagen sedente de Santiago, un punto de referencia para los fieles y se configuró, en el extremo norte del crucero, el Panteón Real de la Monarquía galaico-leonesa. En definitiva, el proyecto mateano supuso una transformación de la Iglesia de Santiago de cara a su consagración, que tuvo lugar el 21 de abril de 1211, con la presencia del arzobispo Pedro IV y del Rey Alfonso IX.

Con la solemne ceremonia de consagración se puede dar por terminado el proceso de construcción de la catedral románica; pero no supuso el final de las obras en el conjunto, que fueron una constante a lo largo de los siglos, permitiendo que la catedral, de alma medieval y ropajes eminentemente barrocos, haya acabado convertida en un verdadero compendio de historia del arte, con presencia de todos los estilos y épocas a través de ejemplos destacados en arquitectura, escultura, pintura y demás artes. De este modo, los talleres de herencia mateana que siguieron activos en el entorno compostelano, llevaron a cabo, en las siguientes décadas, por ejemplo, la construcción del claustro medieval, de diversas capillas en el mismo y otros proyectos que fueron transformando y actualizando el complejo catedralicio.

Tiempo después, los problemas estructurales del claustro, ocasionados por las características del terreno en el flanco suroeste de la catedral, provocaron la construcción de uno nuevo, dando entrada, de este modo, en la catedral, al estilo renacentista, promovido en la ciudad por los arzobispos de la familia Fonseca. No obstante, será el barroco el estilo que aporte a la catedral unas nuevas vestiduras sobre sus estructuras medievales.

El proceso se inició en el siglo XVII, fundamentalmente en su segunda mitad, cuando se acometió la gran modernización de la catedral, tanto al exterior –escalinata del Obradoiro, Torre del Reloj, fachada de la Quintana, etcétera–, como al interior –coro manierista, altar mayor, etcétera–; y se completó en el XVIII, sobre todo, con las fachadas del Obradoiro y de la Azabachería.

Tras el esplendor de los siglos del barroco, el XIX supuso un período de crisis en la catedral compostelana, en las peregrinaciones al sepulcro apostólico y en la ciudad de Santiago. En ello influyeron causas diversas, políticas, sociales y económicas. No obstante, en las últimas décadas del siglo, se iba a empezar a ver la luz al final del túnel. En ello tuvo importancia, desde mediados de siglo, el descubrimiento de Santiago por parte de viajeros foráneos que incluían en sus crónicas los tesoros artísticos que aquí se conservaban, caso del Pórtico de la Gloria , casi olvidado desde la Edad Media; un hecho que, también, ayudó a impulsar el interés de los eruditos locales. Pero, sobre todo, el resurgir del fenómeno jacobeo se inició en la noche del 29 de enero de 1879, cuando un grupo de canónigos encabezado por López Ferreiro, con el apoyo del cardenal Payá, halló en el trasaltar la Tumba apostólica, que había permanecido oculta en aquel lugar desde los tiempos del arzobispo Sanclemente, hacía casi trescientos años.

Imagen del Apostol situada en la fachada

Una catedral de referencia

Tras el redescubrimiento de los restos de Santiago, certificados en 1884 por el Papa León X a través de la ‘Bula Deus Omnipotens’, en la que, además, se animaba a los fieles a retomar las peregrinaciones a Compostela, el fenómeno jacobeo comenzó a resurgir, sobre todo de la mano del cardenal Martín de Herrera, quien tuvo un largo episcopado, en el que sucedieron varios años santos. Un renacimiento de las peregrinaciones que, en las últimas décadas del siglo XX, también vinculado a la celebración de los años santos compostelanos, iba a iniciar una nueva etapa dorada, tras las dos visitas de San Juan Pablo II y el decidido apoyo del gobierno autonómico de Galicia que, de forma paralela, creó el Xacobeo.

Los últimos tiempos se han volcado en la conservación, el estudio y la puesta en valor de la catedral compostelana desde una doble perspectiva, espiritual y cultural; ambas se complementan y no se pueden desligar la una de la otra en un lugar que cuenta con un especial componente simbólico y devocional y que es, además, emblema de Galicia y Patrimonio de la Humanidad. En la última década, gracias a una ejemplar colaboración institucional en la que, junto a la Iglesia compostelana, han participado administraciones públicas e instituciones privadas, se ha llevado a cabo un complejo programa de conservación que ha incluido la restauración de muchos de los elementos comentados: el Pórtico de la Gloria, la Capilla Mayor, la Fachada del Obradoiro, etcétera. De este modo, también se han ido recuperando fragmentos perdidos de una historia milenaria en la que, todavía, sigue habiendo algunos enigmas por desvelar y, todo ello, además, no ha menoscabado la esencia de un templo abierto que ha sido y sigue siendo lugar de referencia y acogida para millones de fieles, peregrinos y visitantes.