LOS PEQUEÑOS TESOROS DE PARDO BAZÁN
El día que Carmen Franco abrió Meirás a un viejo comunista
En 2016, la hija del dictador autorizó que la Real Academia Galega catalogara la biblioteca de Pardo Bazán tras una azarosa y larga gestión
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Iniciar sesiónLa elección del día no fue casual. 16 de septiembre, el cumpleaños de doña Emilia. Un selecto grupo de miembros de la Real Academia Galega, la institución que ella llegó a presidir honoríficamente y que vela por su legado, cruzaba en 2016 el umbral del ... Pazo de Meirás. Y al frente del peculiar batallón literario, el presidente de la RAG, Xesús Alonso Montero, un viejo comunista que no pudo reprimir levantar el puño conforme sus pasos se adentraban en el vestíbulo. La causa no era política sino cultural: catalogar la biblioteca de Pardo Bazán que permanecía dentro de sus Torres. Y lo hacían con la aquiescencia de la entonces propietaria, Carmen Franco .
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Si hoy se sabe qué libros de doña Emilia siguen en Meirás (volúmenes que están en proceso de ser declarados Bien de Interés Cultural por la Xunta) fue, sin duda, por la teimudez , la sobria tenacidad de Montero tan pronto llegó a la presidencia de la Academia en 2013. En uno de sus primeros días, llamó a su despacho a Xulia Santiso, una de las mayores expertas pardobazanistas de España y conservadora de la Casa Museo de la escritora. «Doña Xulia, tenemos que hacer algo con Meirás» . Santiso sonrió y empezó la carrera de obstáculos.
En aquel momento, Meirás ya estaba declarado BIC y tenía la obligación de permitir visitas reguladas a su interior. Todo se tramitaba a través de una web. «Escribimos, pero no hubo respuesta«, recuerda Montero, «ni una, ni dos, ni tres veces. Tampoco por teléfono. «A la Real Academia no le contestaban, pero las excursiones de escolares se seguían produciendo» , relata retrocediendo hasta aquellos días, «quizás se olían que este viejo comunista... Pero yo simplemente quería ver aquello«.
Montero y Santiso optaron entonces por utilizar la vía institucional, dirigiéndose a la Dirección Xeral de Patrimonio de la Xunta para que contactara a los Franco y abriera Meirás a la RAG. «Nos pidieron que, dado que era bien BIC, no podrían negarse si presentábamos una solicitud de investigación razonada», revela la conservadora. Había que darles un motivo. Santiso no dudó: los libros de Pardo Bazán que todavía quedaban allí, después de que Carmen Polo donara a la Academia unos 7.400 volúmenes en 1978, tras el terrible incendio del Pazo. «Hubo que enviar varias cartas, cada vez más subidas de tono» , asegura Montero.
El papel de Xulia Santiso fue determinante. Previa invitación, se presentó en la casa de Carmen Franco en Hermanos Becquer, en Madrid, y mantuvo con ella una entrevista. La conservadora escuchó de primera mano, probablemente, el testimonio de la última testigo privilegiada de aquel Meirás de 1938 que fue regalado al dictador. Carmen Franco rebuscó en su memoria y le esbozó cómo eran los rincones del Pazo antes de que se adecuara para uso institucional. Santiso, por su parte, ganó su confianza glosando la figura de Pardo Bazán y apelando a la sensibilidad lectora de la hija de Franco. Llegó la autorización. «Carmen Franco dijo que sí. No hubo ningún papel que lo atestiguara, solo su palabra» , apunta la académica y escritora Marilar Alexandre, impulsora de la declaración BIC de la biblioteca de Pardo Bazán, «ella habló con la gente del Pazo y nos abrieron las puertas». Ese 16 de septiembre fue la primera vez, «pero el equipo de especialistas de la Academia estuvo yendo todos los lunes durante un año para el catálogo».
Los vestigios de Pardo Bazán
No fue, sin embargo, la primera vez que la hija de Franco abría su residencia de verano para investigadores vinculados a la vida y obra de Pardo Bazán. En 2003 autorizó la visita de un grupo de expertos de la Universidad de Alicante que trabajaban en el proyecto Cervantes Virtual. En aquella ocasión la mediación corrió a cargo de Carmen Colmeiro, la actual condesa de Pardo Bazán. Le bastó contactar con la duquesa de Franco para que se abrieran las puertas. Algunos años más tarde, el profesor de historia del arte de la USC Jesús Ángel Sánchez pudo visitar las piedras de Meirás para un minucioso trabajo sobre la arquitectura del Pazo que publicó en 2010 en la revista Goya.
«Coincidí por casualidad con un familiar de Carmen Franco y a través de él cursé la solicitud». Su ojo experto ha sido el único que ha identificado los pocos vestigios de Pardo Bazán que restan en el inmueble. «La Xunta debió haber inventariado Meirás en 2008 cuando tramitó la declaración BIC, pero no lo hizo» , lamenta en conversación con ABC. Según las estimaciones de Sánchez, las piezas anteriores a 1938, fecha en que Francisco Franco entra en Meirás, se concentran en la capilla del inmueble: una imagen de madera policromada de San Francisco que ocupa la hornacina central del retablo de la capilla; un cáliz rococó francés y otras piezas de uso litúrgico; cinco sillas de respaldo alto bordadas por la propia Emilia Pardo Bazán y su madre, Amalia de Rúa, con retratos de Santa Catalina, escritores y filósofos; y seis reclinatorios.
A mayores, dos tallas de madera «mostrando una Virgen María y el arcángel Gabriel», que el profesor Sánchez localizó «sobre ménsulas a los lados del gran arco del hall», y las vidrieras que ilustran el rellano de la escalinata de entrada «y dos menores en las ventanas del primer piso», salidas de la fábrica de Lázaro, Lampérez y Cía, en Madrid. Contra la creencia popular, el retablo de la capilla no es el original policromado del s. XVII que procedía del Pazo de Santa María de Sada (cuyos dueños estaban emparentados con Pardo Bazán) sino «otro probablemente encargado en 1938», aunque en su sección central «se conservan partes originales de otro retablo del s. XVIII, pero todo fue reformado» con motivo de la llegada de los Franco. El anterior «posiblemente se desprendieron de él porque estaba viejo o carcomido».
La tarea de identificación no fue sencilla. «Hay evidencias a partir de fotografías antiguas y de menciones en reportajes de Pardo Bazán», explica. «El mobiliario, los cuadros o las piezas artísticas variadas son de los Franco, no tienen vínculo con el inmueble» entendido como sitio histórico vinculado a la escritora, aunque Sánchez dice desconocer «cómo van a discernir» unos bienes de otros los técnicos de Cultura que están realizando el inventario del Pazo por orden judicial. «A mí no me han consultado y a Xulia Santiso tampoco, y ella conoce todos los testimonios materiales relacionados» con doña Emilia.
El incendio de 1978 también se llevó por delante mucho del rastro de la Pardo Bazán. Por ejemplo, el salón de fiestas que Emilia inauguró con la boda de su hija Blanca. Franco lo reconvirtió para celebrar allí las reuniones del consejo de ministros durante los meses que el Gobierno iba allí donde veraneaba él. «Las pinturas debieron ser curiosas», imagina Sánchez, «era un techo con imágenes mitológicas, y es probable que también lo pintaran Emilia y su madre» , no subidas al andamio sino mediante «pintura sobre tela que se fijaban al techo sobre unos bastidores», la técnica propia del s. XIX. “Era una manera de ahorrar” en la decoración de un inmueble que a Pardo Bazán le costó una fortuna. La escritora no solo pintó o bordó. También diseñó los planos constructivos del edificio, que ampliaba una granja de la familia preexistente. «La ayudaron los maestros de obra y los canteros», explica el profesor, «pero tanto Emilia como su madre eran mujeres con una muy buena formación artística como dibujantes y pintoras». «No se limitaron a dibujar planos», sino que «llevaron a cabo una puntual dirección de obra». No se le escapaba un detalle.
Como escribe Isabel Burdiel en su reciente biografía de la Pardo Bazán (Taurus, 2019), Meirás fue «una fantasía, ligada estrechamente a la evolución de su mundo literario hacia el decadentismo, a su necesidad de sociabilidad independiente y el deseo de estar en contacto con la naturaleza como fuente de salud y paz espiritual». Hay testimonio de ello. En los capiteles de su Torre, la de la Quimera, que albergaba su estudio y su biblioteca, mandó esculpir el nombre de sus obras favoritas . «Insolación», «Bucólica» y «San Francisco de Asís» a izquierda y derecha; el lema «Contra viento y marea», en el central. Una declaración vital. En las vidrieras de la fachada sur (hoy cubiertas por la frondosa vegetación), «Los pazos de Ulloa», «Una cristiana», «La Madre Naturaleza», «Dulce dueño». Hoy, la RAG quiere que todo ese legado se abra al mundo y con él se reivindique, en palabras de Alexandre, «si no a la autora más importante del s. XIX, al menos la que mejor ha soportado el paso del tiempo», que en Meirás se detuvo para toda la eternidad.
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