Feijóo y Abascal evitan el choque, pero trazan estrategias dispares
El líder de la oposición y el presidente de Vox muestran cordialidad en público y mantienen comunicación
Las movilizaciones callejeras, los desplantes institucionales y la política migratoria, grandes diferencias
Mariano Alonso y Juan Casillas Bayo
Madrid
Con la llegada este año de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del Partido Popular (PP), después de la crisis fratricida que puso fin abruptamente a la era de Pablo Casado como líder de la oposición, muchas cosas cambiaron en la formación de la calle Génova ... . Y entre ellas, la relación con el primer partido que le ha salido al PP a su derecha en toda su historia: Vox, fundado no en vano por un antiguo dirigente popular como Santiago Abascal.
A grandes rasgos, podría decirse que Casado no rehuyó el choque personal con Abascal -su antiguo compañero de las Nuevas Generaciones, la organización juvenil de los populares- llegando a la ruptura entre ambos que supuso el rotundo 'no' del primero en otoño de 2020 a la moción de censura del segundo contra Pedro Sánchez, pero no tuvo reparo en compartir estrategias e incluso movilizaciones.
Véase la célebre 'foto de Colón' de principios de 2019 durante la manifestación contra el acercamiento del Gobierno del PSOE hacia los separatistas catalanes, en la que también participó de manera destacada el entonces líder de Ciudadanos (Cs), Albert Rivera.
La misma plaza de Madrid en la que Casado y Abascal (aunque marcando mucho las distancias) volvieron a coincidir en junio de 2021 para protestar, dos años después de esa primera manifestación, contra los indultos concedidos por Sánchez al líder de ERC, Oriol Junqueras, y el resto de cabecillas del 'procés' condenados a sedición por el Tribunal Supremo (TS).
Feijóo, en cambio, ha seguido hasta ahora un comportamiento casi inverso. No solo no ha habido choque personal con Abascal, sino que en público ambos no han ocultado cordialidad en el trato, como cuando el pasado 12 de octubre coincidieron en la tribuna de invitados del desfile por el Día Nacional en el Paseo de la Castellana.
En privado mantuvieron un largo encuentro el 22 de septiembre, dentro de una ronda del líder de la oposición con responsables de otras formaciones y dirigentes que también incluyó a la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, al presidente del PNV, Andoni Ortuzar, al de Coalición Canaria, Fernando Clavijo, y al de UPN, Javier Esparza.
Pero a partir de ahí se acaban las aproximaciones o las similitudes, más allá de su común ambición de desalojar a Sánchez del poder y su oposición compartida a la gran mayoría de las políticas del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos, singularmente las últimas concesiones a ERC al suprimir la sedición del Código Penal, una reforma a la que se han añadido la rebaja de la malversación y la eliminación de la mayoría cualificada en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para designar a los dos magistrados que le corresponden del Tribunal Constitucional, algo que PP y Vox (y también Ciudadanos) consideran un «asalto» a las instituciones por parte de Moncloa.
Hay cuatro aspectos cruciales en los que PP y Vox transitan por caminos claramente distintos, antes de un año electoral tan importante como el 2023, con elecciones autonómicas y municipales en mayo y generales en diciembre.
Calles o urnas
El primer terreno en el que se aprecia la diferente estrategia es el de la movilización callejera. Y eso se vio con mucha nitidez el último fin de semana de noviembre. El domingo 27 Vox reunió a decenas de miles de personas contra la reforma de la sedición, en una demostración de músculo movilizador, otra vez en Colón, lugar de la capital talismán para la formación derechista.
El día anterior, Feijóo protagonizó junto a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde José Luis Martínez-Almeida un importante mitin en el pabellón Antonio Magariños, donde dejó claro a sus seguidores que prefería «llenar las urnas de votos» que «llenar las calles». Una solitaria voz, de una mujer de mediana edad sentada en las últimas filas, gritó: «Hay que llenar las calles también». Pero el resto del auditorio no expresó discrepancia alguna con las palabras pronunciadas desde el atril por el líder de la oposición.
En Vox señalan al perfil de su votante, más combativo y agitado, para defender su estrategia movilizadora, que si bien tuvo éxito en Madrid venía de un resultado más discreto en cuanto a número de asistentes en Barcelona, donde Abascal y el líder catalán de la formación y flamante secretario general de la misma, Ignacio Garriga, apenas lograron reunir a unas 300 personas. En Génova, por el contrario, advierten que «no vamos a dejar de hablar de algunos temas porque le pueda beneficiar a Vox, pero siempre desde nuestra estrategia».
Algunos dirigentes territoriales de los populares llevan tiempo sosteniendo que la prioridad debe ser recuperar el mayor terreno electoral posible por «el centro», y atribuyen a eso el hundimiento de Ciudadanos y los consiguientes éxitos de Juan Manuel Moreno, con su mayoría absoluta del pasado junio en Andalucía, o el de Isabel Díaz Ayuso en 2021 en Madrid. «Al votante de Vox es más fácil recuperarlo en la propia campaña electoral, incluso en la recta final de la misma» esgrime uno de estos dirigentes.
Otro punto de desencuentro estratégico se visualizó esta misma semana, en el 44 aniversario de la Constitución. Por primera vez desde que en 2019 entró en las Cortes Generales, Vox decidió no acudir a la tradicional recepción en el Congreso, que además recuperaba un formato totalmente presencial, primero con el discurso en la escalinata principal de la presidenta Meritxell Batet y luego con el cóctel en el Salón de Pasos Perdidos de la Cámara Baja.
Un gesto que no dudaron en afear 'in situ' los barones del PP Ayuso y Moreno; la madrileña asegurando que no era un día de «homenaje a nuestros partidos», sino a la Carta Magna, y el andaluz mostrando su «sorpresa» por el plantón al acto de un partido, señaló, «que se declara constitucionalista». A la recepción asistió también el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, el único de los líderes territorial del PP que gobierna en coalición con Vox.
Melilla y la Guardia Civil
A las diferencias estratégicas de fondo entre ambas formaciones sobre cuestiones que vienen marcando desde hace años la vida política española, como es el caso de todo lo relativo a Cataluña y los independentistas, se ha añadido en los últimos meses un asunto sobrevenido que toca casi a partes iguales dos de las materias donde más diferencias de fondo hay entre PP y Vox, como ocurre con sus homólogos en toda Europa, la inmigración y la política exterior.
El violento asalto del pasado mes de junio a la valla de Melilla, la discutida respuesta al mismo de la Fuerzas de Seguridad y de la Gendarmería marroquí; la posibilidad de que, como apuntan varias informaciones periodísticas, hubiera muertos en suelo español, algo siempre negado por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y el contexto de profunda entente de Sánchez con Marruecos en la que todo esto se produce, han provocado dos reacciones muy diferenciadas.
El PP ha pedido con énfasis la dimisión de Marlaska y ha registrado una iniciativa parlamentaria para que el Congreso vote su reprobación antes de final de año, algo que podría lograrse (sin que tenga ninguna consecuencia directa, más allá del revés político para el Ejecutivo) dada la animadversión que su gestión de la crisis provoca en los socios del Gobierno, incluido el de coalición, Unidas Podemos.
Pero Vox, que viene pidiendo la dimisión del titular de Interior por muchos otros y variados motivos, ha sido el único grupo parlamentario que no ha disentido de la versión de los hechos dada por el Gobierno, como quedó de manifiesto en la reciente comparecencia de Marlaska en el Pleno de la Cámara Baja.
Y desde luego, los de Abascal tienen muy clara su rechazo a una comisión de investigación sobre lo sucedido hace seis meses en la frontera de España con Marruecos por Melilla y Nador, porque consideran que sería poner en el disparadero a la Guardia Civil. Tampoco el PP ha dicho que apoyaría una comisión parlamentaria así, pero en un estudiado equilibrio político, ha coqueteado con la idea, asegurando que «no se descarta» ningún escenario al respecto.
En síntesis, entre Feijóo y Abascal no hay tiranteces ni cuentas pendientes (son líderes de generaciones distintas), pueden hablar en privado en profundidad sobre la relación entre sus dos formaciones -con un importante grado de colaboración en varias instituciones- y sonreír sin recato si se encuentran en público, a la vista de las cámaras. Pero sus estrategias son distintas para derrocar a Sánchez. Empezando porque el líder del PP aspira a hacerlo solo, sin necesitar dentro de un año el concurso del partido a su derecha.
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