Ganaderos de Almaraz: los otros grandes perjudicados del cierre de la central nuclear
El sector agrario de la zona defiende su continuidad y lamenta que la dehesa continúe copándose de paneles solares
Almaraz desconecta sus dos reactores nucleares hasta nuevo aviso

Extremadura, a nivel gubernamental, ha afrontado este año 2025 con un gran reto por encima del resto: salvar la central nuclear de Almaraz, cuyo cierre sigue hoy programado para 2027, en el caso de Almaraz I, y 2028, en el caso de Almaraz II ... . Las más de 7.000 personas que, el pasado mes de enero, se concentraron en el menudo municipio cacereño, a las puertas de la central, dieron buena muestra de que su impacto socioeconómico es crucial para la región y, principalmente, para la comarca del Campo Arañuelo.
La CNA sostiene a unas 3.000 familias en el norte de la provincia de Cáceres, entre empleos directos e indirectos. Son más en temporada de carga. Una cifra altísima para las condiciones de la zona, pero lejos de reflejar la cantidad de vecinos que, de una u otra forma, viven de todo lo que genera la central nuclear.
El mejor ejemplo son los ganaderos de Almaraz. Seguramente, nadie habría pensado en ellos, en su sector, para hablar de los grandes perjudicados por el posible cierre, pero, paradójicamente, también lo son. Es lo que denuncia la Asociación de Ganaderos de Almaraz, que preside el veterano ganadero Eugenio Porras: «La central sostiene el ecosistema socioeconómico de la zona, es la que permite a los ganaderos operar, sin ella el riesgo de desertificación rural aumentaría».

Porras pone un ejemplo muy sencillo encima de la mesa y se entiende muy bien. Él sostiene que la CNA genera empleos, directos e indirectos, y, por tanto, mantiene a los vecinos en la zona. Vecinos que son los que, después, «consumen carne, queso y leche» o sostienen otros negocios complementarios, como «los veterinarios, las empresas de pienso o de maquinaría agrícola».
Es cierto que la ganadería no es la principal actividad económica de los pueblos, pero, como en cualquier otra parte, es esencial para el día a día de los mismos y, sobre todo, a la hora de aportar valor añadido. Sin ir más lejos, Porras defiende la raza autóctona de vaca blanca cacereña, única en la zona y de una carne exquisita. Su supervivencia, del ganado y de quienes viven del ganado, está, en cierto modo, supeditada a la continuidad de la central: «Si la zona se vacía, nosotros nos quedamos sin relevo generacional».
Entre Almaraz y kilómetros de paneles solares
Cada vez es más habitual, al contemplar el característico paisaje de la dehesa extremeña, la presencia de paneles solares. No es una situación exclusiva de la región, pero, no en vano, Extremadura es una de las grandes productoras de energía fotovoltaica de toda España. Este es un elemento que destaca Porras. Cree que los paneles solares ocupan mucho terreno de la dehesa, «perjudicando la biodiversidad» y hasta el turismo rural: «Han arrancado multitud de encinas y otros árboles, han ocupado extensiones de regadío, ahora nuestros campos son un mar de hierros y cemento», lamenta. No es la única diferencia. Porras defiende la eficiencia de la nuclear por encima de la energía fotovoltaica: «Es una energía constante, la fotovoltaica es intermitente, no genera en todo momento».

Otro elemento que los ganaderos entienden capital para defender la supervivencia de la CNA es, literalmente, el dinero que deja en el territorio. Se estima que, solo en impuestos, Almaraz riega anualmente con 100 millones de euros a Extremadura. La gran mayoría de carácter autonómico, pero también en tasas locales, donde dejan 12 millones de euros, que, para la zona, es una ingente cantidad de dinero. Con él, defiende Porras, se invierte en «mejoras en carreteras, centros de salud e infraestructuras rurales». Ese impacto tiene una traducción directa en la riqueza de Almaraz. Tanto es así que el municipio cacereño, de poco más de 1.600 habitantes, es el tercero más rico de toda Extremadura con una renta media anual de 27.023 euros, solo por detrás de Cáceres -27.499 euros- y Badajoz -27.023 euros-.
Porras también deja atrás el mito de que la energía nuclear es perjudicial para el ecosistema que la rodea. La vaca blanca cacereña, antes mencionada, es un buen ejemplo de cómo la flora y fauna local sobrevive y se mantiene inalterable, pese a la presencia de la central. De hecho, la CNA es clave para la descarbonización: solo en 2023 evitó la emisión de más de 5 toneladas de CO2.
Extremadura mantiene el optimismo y cree que salvará Almaraz
Pese a que el calendario de cierre está, cada vez, más cerca, en Extremadura se confía en poder ampliar la vida útil de la central nuclear. Recientemente, una veintena de municipios llevaron a cabo El Gran Apagón, convocado por la Plataforma Sí a Almaraz Sí al Futuro, se quedaron a oscuras durante unos minutos para volver a manifestar que siguen en la lucha: «apagarnos para que no nos apaguen», era la idea.
Las eléctricas han dado un paso al frente en este sentido y la propia presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, declaraba la pasada semana que están «muy cerca de conseguir que Sánchez rectifique» y frene el calendario de cierre nuclear. Algo que, para la líder popular sería «una victoria del pueblo extremeño, de los que no se dejaron amedrentar, del mundo rural y su dignidad».
Más allá de los 3.000 empleos y la riqueza que genera, la CNA se presume clave, también para el futuro de la región. En el norte cacereño, la empresa Merlin Properties, de la que es CEO el extremeño Ismael Clemente, ha proyectado dos ambiciosos centros de datos que están, también supeditados a la supervivencia de la central. Supervivencia en la que, todavía hoy, Extremadura cree.
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