El equilibrio de Sánchez entre su atlantismo y las alianzas izquierdistas domésticas
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Madrid
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Iniciar sesiónEl próximo 12 de mayo, Pedro Sánchez logrará una de sus fotografías más ansiadas: la de una entrevista bilateral en la Casa Blanca con Joe Biden. La misma que tuvieron todos sus antecesores en La Moncloa con presidentes tanto republicanos como demócratas, ... como es el caso ahora. Sánchez no disimula la satisfacción que le produce el encuentro en Washington, justo al inicio de la campaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales del próximo 28 de mayo, como quedó de manifiesto en el debate del pasado martes en el Senado con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, al que volvió a reprochar que «hable mal de España» fuera de nuestro país y al que, con una sonrisa de oreja a oreja desde la tribuna de la Cámara Alta, pidió que no enturbiase el encuentro con el presidente norteamericano.
La visita a EE.UU. se produce, además, un año después de que Madrid albergase la cumbre de la OTAN y a pocas semanas de que España asuma en el último semestre del año la presidencia rotatoria del Consejo Europeo, justo coincidiendo con el final del mandato de Sánchez, que convocará elecciones generales a final de este 2023.
Pero esa proyección internacional del jefe del Ejecutivo y secretario general del PSOE, que desde hace unos meses preside además la Internacional Socialista, le obliga siempre a un difícil equilibrio con sus alianzas domésticas, muy escoradas a las posturas más izquierdistas, desde Unidas Podemos, el socio de coalición, a ERC y Bildu, los aliados parlamentarios preferentes de la legislatura.
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Y también, claro está, con los acentos más ideológicos que tiene su discurso de un tiempo a esta parte, singularmente desde que hace aproximadamente un año decidiera instalarse en la retórica de que su Gabinete es «incómodo», para determinados «poderes ocultos».
Ocurre además que el contexto internacional, marcado indeleblemente desde hace ya más de un año por la invasión rusa de Ucrania, ha venido agudizando esa particular bipolaridad política del jefe del Gobierno español.
Aliados anti-OTAN
En su Consejo de Ministros se sientan miembros claramente antiatlantistas, como se comprueba fácilmente a poco que se escarbe en sus respectivas biografías, o en su historial en las redes sociales, donde no es difícil encontrar mensajes con un inequívoco «OTAN no», el lema que hizo fortuna en el referéndum sobre la permanencia en la Alianza Atlántica que convocó en 1986 Felipe González. Algo que vale para el ministro de Consumo y líder de Izquierda Unida (IU), Alberto Garzón, y para las líderes de Podemos y ministras, Ione Belarra e Irene Montero, pero también para la vicepresidenta segunda y ahora candidata a la presidencia por la plataforma Sumar, Yolanda Díaz.
El envío de armamento a Ucrania ha sido con ellos un punto de fricción e incluso la mera celebración en nuestro país de la reunión de los socios de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte, si bien de esto último se desmarcaron en la primavera de 2022 tanto Garzón como Díaz, ahora ya abiertamente enfrentados al partido morado. Incluso la solicitud de membresía de Finlandia y Suecia en la OTAN, que el Gobierno español ratificó por aquella época, provocó tensiones internas de calado en el Gabinete.
En la última comparecencia de Sánchez en el pleno del Congreso de los Diputados, el pasado 19 de abril, tuvo que salir en defensa de la OTAN ante las invectivas de los portavoces de Unidas Podemos, cuatro de los cuales se repartieron el tiempo de su grupo en el debate.
Sánchez busca consolidar a sus aliados más a la izquierda, dado que se antoja la única vía para revalidar tras las elecciones
A Enrique Santiago, secretario general del Partido Comunista de España (PCE), le espetó que la Alianza Atlántica «es una organización defensiva, no ofensiva». Y no se lo decía a cualquiera, sino a quien hasta hace poco era un alto cargo de su Gobierno, como secretario de Estado de Derechos Sociales antes de ser cesado por Podemos.
Igualmente, les recordó a todos ellos (además de Santiago el presidente del Grupo, Jaume Asens, un hombre de los comunes, la confluencia catalana, Javier Sánchez Serna, un dirigente leal a la cúpula de Podemos y Antón Gómez Reino, diputado por Galicia estrechamente vinculado a Díaz) la importancia de respaldar en Ucrania el plan de paz del presidente Volodímir Zelenski.
Parecido discurso al que empleó una semana después, el pasado miércoles, cuando recibió en La Moncloa al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva, ante la postura equidistante de este entre Moscu y Kiev y su pretensión de liderar él mismo un plan de paz respaldado internacionalmente.
En síntesis, Sánchez busca consolidar a sus aliados más a la izquierda, dado que se antoja la única vía con la que revalidar tras las elecciones de final de año una mayoría de gobierno, y al mismo tiempo afianzar el buen cartel del que presume en Europa e incluso más allá de las fronteras comunitarias.
Algo que podría ayudarle en caso de perder el poder para ejercer eventualmente como un expresidente con marcado acento internacional (mucho se especula con que aspiraría al puesto de secretario general de la propia OTAN, aunque su actual ocupante, Jens Stoltenberg, ex primer ministro de Noruega, lo dejará en octubre, demasiado pronto para Sánchez) y con lo que aspira a tener un activo electoral frente a Feijóo, cuya escasa experiencia internacional ya la airean como argumento los portavoces socialistas.
Pero pese a todo, algunos en el PSOE y el Gobierno evitan echar las campanas al vuelo sobre los réditos electorales que se puedan obtener de esa proyección internacional en un país, subrayan, con poco interés por la política internacional. Baste un dato, conocido esta misma semana: la mitad de los españoles desconocen que su país presidirá el Consejo de la UE en el segundo semestre del año, según el último barómetro del Real Instituto Elcano. Un desconocimiento que es aún más elevado entre los ciudadanos jóvenes.
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