Entramos en el búnker desde donde el Ejército vigila el cielo y el espacio
Desde la base aérea de Torrejón de Ardoz, en Madrid, las unidades de Grucemac y Cove controlan todo lo que ocurre por encima de nuestras cabezas. Son la policía aérea del Ejército del Aire
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónQue el Grupo Central de Mando y Control (Grucemac) y el Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (Cove) se encuentren en el búnker de la base aérea de Torrejón de Ardoz, en Madrid, dice mucho del tipo de información que todos los días ... manejan los controladores militares del cielo español y del espacio que trabajan en estas dos unidades del Ejército del Aire.
Son las doce de la mañana y, pese a que el termómetro marca diez grados, cae sobre Torrejón un sol que todavía calienta. La luz natural desaparece en cuanto accedemos al búnker, que se construyó a prueba de bombas en la Segunda Guerra Mundial. Una vez dentro, la teniente coronel Begoña Blanca Martín García nos indica que debemos dejar nuestros teléfonos móviles en unos casilleros con llave. Ninguna red externa puede interferir en los sistemas que utilizan en el Grucemac, donde ella es la jefa de operaciones.
La teniente coronel Martín dirige a un total de 100 controladores aéreos, que trabajan en turnos de mañana, tarde y noche, 24 horas los siete días de la semana. De ahí que en la sala donde monitorizan el espacio aéreo español haya cuarenta puestos de trabajo. En las más de ochenta pantallas, sobre un fondo negro, aparecen miles y miles de puntos blancos —como si fueran destellos de luz—, que de vez en cuando dejan ver una línea verde muy fina que dibuja el contorno de la península.
Despliegue inédito del Ejército del Aire frente a la Rusia de Putin: de Lituania a Bulgaria, de Estonia a Rumanía
Esteban VillarejoSeis destacamentos de cazas Eurofighter, F-18 y un radar españoles protagonizan una defensa aérea de nuestro Ejército sin precedente fuera de nuestras fronteras
Antes de empezar a tomar imágenes, la teniente coronel le pide a Belén Díaz, la fotógrafa de este periódico que no dispare a las pantallas: «No podemos dar información a los malos».
—¿En qué se traduce el trabajo que realizan aquí todos los días?
—Nosotros vigilamos y protegemos los cielos. Y alertamos a la mínima amenaza para ser capaces de reaccionar. En tierra está la policía, la Guardia Civil... los delitos en el aire no son muchos: es entrar siendo malo o no. Nosotros vemos a los malos y somos los primeros en alertar.
Todos los militares del escuadrón de operaciones del Grucemac son policías del aire. Controlan que ahí arriba todo funcione bien y vigilan todos los vuelos que puedan ser sospechosos. En cuanto ven un avión que cambia de rumbo, o que no pueden identificar, o que no responde a su llamada desde este centro de control dan la orden al Ala 12 (en Madrid), el Ala 15 (en Zaragoza), el Ala 14 (en Albacete) o el Ala 11 (en Morón de la Frontera) para que un avión salga a identificarlo. «En 15 minutos están en el aire para llegar a cualquier punto de la geografía española», cuenta Martín.
También realizan vigilancias en zonas prohibidas al tráfico aéreo, colaboran con la Guardia Civil en misiones contra el tráfico de estupefacientes y responden a las quejas de vecinos que llaman para decir que han visto un avión que volaba más bajo de lo habitual. «Aquí todo queda registrado y hacemos informes de todo lo que sucede, desde que vemos un avión hasta las comunicaciones con los pilotos. Es imposible esconder lo que ocurre», explica.
—Entonces, ¿desde aquí detectaron la entrada ilegal del avión de Brahim Gali, el líder del Frente Polisario?
—Todo está escrito y tiene reporte. Aquí lo vemos todo. Nosotros alertamos en el momento en el que el avión está en el aire y cuando van a llegar a tierra. Solo vigilamos. Las decisiones sobre se toman a otro nivel.
A un pasillo de distancia del Grucemac se encuentran las instalaciones del Cove, con el comandante Rafael González Cámara como jefe de operaciones. Se trata de una unidad muy joven, que funciona desde 2019 y que tiene «la responsabilidad sobre la vigilancia del espacio hasta la órbita geoestacionaria», lo que significa que alcanza hasta los 36.600 kilómetros de altura.
«Cada vez dependemos más del espacio, tanto a nivel civil como militar», cuenta el comandante González. Considera que es necesario saber lo que pasa en el espacio para «tener capacidad de actuar si es necesario». Para ello, una de sus principales funciones consiste en localizar los satélites que hay hasta esos 36.600 kilómetros de altura e incluirlos en un catálogo que mantienen actualizado. Para trabajar, se apoyan en el radar que el Ejército del Aire tiene en la base Aérea de Morón.
Dependencia de los satélites
Para entender la importancia que tiene en nuestro día a día el trabajo que realizan en el Cove, solo hay que imaginar cómo sería vivir «sin las capacidades que provienen del espacio» y que nos permiten saber qué tiempo hará, conocer un trayecto determinado a pie o la mejor opción sin atascos para ir en coche al trabajo.
Prácticamente todo hoy en día depende del espacio. Tanto es así que hay otras «dependencias de las que no somos conscientes», como por ejemplo «cuando sacamos dinero de un cajero o realizamos una transacción bursátil». Para lo último se necesita una señal de tiempo unificada a nivel mundial.
«La dependencia a los satélites cada vez va a ir a más», dice el comandante González. Hay ejemplos muy recientes, como la invasión de Putin a Ucrania: «Ucrania perdió su capacidad de mando y control militar porque todas las infraestructuras de comunicaciones terrestres fueron destruidas». A nivel militar, se ha apoyado en el sistema de satélites de Elon Musk, el Starlink, para solventar el problema que tenían de comunicaciones.
González apunta que «eso no es solo para la guerra»: «También sirve para el que vive en mitad de las Hurdes y no tiene red de fibra desplegada, o para quien está en una zona remota de África o en la selva... en zonas en las que no es fácil acceder a comunicaciones informáticas o tener acceso a internet de manera más o menos fiable».
Esta democratización del acceso al espacio, sin embargo, «también tiene una contrapartida y es que los malos tienen acceso igual que nosotros». En el contexto de la guerra de Ucrania, el Cove forma parte de la misión de refuerzo del centro espacial de la Otan, donde España es el único país que se encuentra allí de forma permanente.
«El catálogo de amenazas se ha extendido y tiene que haber lo que en términos militares se llama conciencia situacional», explica González. «Y esto es lo que hacemos aquí: proveer al resto de las Fuerzas Armadas de información detallada sobre lo que ocurre en el espacio», concluye. La última amenaza que ha trascendido a la que se han enfrentado fue la reentrada en la atmósfera del cohete chino que a principios de noviembre cayó en el Pacífico. Pero desde aquí tampoco descansan para controlar todo lo que ocurre sobre nuestras cabezas.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete