Dos testigos, en el juicio por la patada en la puerta: «No abrimos porque no queríamos pagar la multa»
El vecino de abajo: «Siempre se oía multitud en este piso, era un infierno»
La fiscal: «Las grabaciones mostrarán que los policías actuaron por un posible delito»

Dos jóvenes que estaban dentro del piso de la calle Lagasca de Madrid cuya puerta tiró la Policía con un ariete en plena pandemia mientras transcurría una fiesta ilegal, han declarado este lunes en el juicio contra los seis agentes que participaron en aquella intervención que «consensuaron» los allí presentes no abrir la puerta por «no pagar una multa».
En concreto, la primera en declarar, L., ha señalado que «en un principio» dentro del piso no se discutió ni contempló la posibilidad de atender a la Policía que estaba pidiendo al otro lado de la puerta que abriesen y se identificasen, porque «sólo estaba hablando Isabel con ellos», la mujer que desde dentro del piso se negaba a abrir y que aparecía en el vídeo de la intervención vociferando contra los agentes.
De este punto, la otra testigo ha referido también el papel de Isabel. «No abrimos la puerta porque no queríamos pagar la multa. Entendíamos que sin orden judicial no podían entrar. Nos lo dijo Isabel, que estudia Derecho (...) Nunca me podía imaginar (que iban a tirar la puerta)», ha explicado.
«Después -matizó la primera testigo- no queríamos abrir la puerta porque pensamos que íbamos a tener que pagar multa o tener unas condenas. Algunas personas estaban llorando, otras en shock. No queríamos abrir ninguno», ha testificado, para a renglón seguido reconocer que mintió a la Policía cuando, una vez tirada la puerta, les dijo lo contrario.
Esta perspectiva es relevante porque de las 14 personas que había en el piso no todas fueron detenidas: las hubo que manifestaron que quisieron abrir a la Policía pero la presión del resto del grupo se lo impidió, lo que se podría traducir en una detención ilegal suficiente para justificar la irrupción de la policía más allá del hecho de que durante media hora, se resistieron a identificarse.
«Nos preguntaban si queríamos abrir la puerta y dijimos que sí. Nosotros no queríamos la puerta abierta y cuando entraron, las chicas empezaron a decir que sí la habían querido abierta para no ir al calabozo, porque vieron que las chicas podían irse a casa cuando dijeron que habían querido abrir la puerta», ha explicado. «Sí», ha zanjado a continuación, cuando la fiscal le ha preguntado directamente si mintió a los agentes.
«Era como una sugestión. Pensamos, ¿Qué hacemos? E Isabel nos dijo que no podían abrir y bueno... nos iban a poner una multa», ha añadido sobre este asunto concreto la segunda testigo, para zanjar: «Consensuamos no abrir para no pagar la multa». Con todo, a preguntas de la fiscal sí ha apuntado que «alguien sí dijo que había que abrir». «Una chica lloraba. Tenían miedo, no sabían lo que estaba pasando. Estaban asustadas», añadió.
«Como tener un tablao flamenco encima de la cabeza»
Ambas han coincidido en minimizar el alcance de la fiesta, en la que participaban en aquel momento 14 personas. Una ha negado que, como declararon los policías, hubiese botellas de alcohol y copas vacías por todas partes y ha asegurado que apenas había alcohol, «un par de botellas de ginebra que con una o dos copas ya no había más». La otra hablaba directamente de refrescos y las dos rebajaban el impacto de los ruidos a «música de fondo», pero «nada de discoteca». «Nadie estaba borracho», ha asegurado.
«Llegaron a bailar flamenquito», ha dicho sin embargo, la vecina de abajo, convencida por el trasiego continuo y las fiestas de que aquello «es un piso turístico». Su marido y ella -que sufre migrañas y vio empeorar la situación por la falta de sueño que le provocaban los ruidos- han prestado declaración también como testigos para subrayar que los problemas con ese piso y su inquilino, Theo T. G., que ahora ejerce la acusación contra los policías, venía de lejos. La escupió y le dijo «fuck you» en uno de esos encontronazos, según ambos han señalado.
«Al principio iba la Policía y abrían la puerta y luego volvían a empezar la fiesta. Luego ya empezaron a no abrir la puerta. La Policía vino muchas veces y todas les llamé yo», ha testificado ese vecino. Asegura que «siempre se oía multitud en este piso», que de una semana, «cuatro o cinco días» había fiesta «y el día que no, llegaban tarde y ponían la música alta». «Duraban hasta que el cuerpo aguante o llegase la policía, hasta la mañana incluso (...) un infierno», ha señalado.
La mujer, preguntada por el jurado sobre el nivel de ruido de que se trata, ha sido gráfica: «Imaginen que tienen encima de la cabeza un tablao de flamenco, más el cantante y los bailarines y el público». Y ha añadido otro detalle: «Tuvo el valor a la semana siguiente de volver a su casa a las tres de la mañana y ponerse a taconear y vino la Policía, abrió la puerta, y estaba solo. Ese era el nivel de rabia que tenía».
Un alquiler «normal y corriente»
Aunque ambos sostienen que se trata de un piso turístico, el propietario del inmueble, que tiene otra vivienda en la misma finca, ha asegurado también como testigo no es cierto: se trata de «un contrato normal y corriente» por un año de duración que gestiona «una agencia» a la que su empresa ha contratado para que preste ese servicio.
«Tengo dos hijas y el día que yo no esté en cada uno estará uno de mis hijas», ha señalado, para subrayar que no lo alquila como turístico «porque no se puede, ese inmueble no cumple las normas y no se puede». Conforme ha detallado, «la broma costó más de 7.000 euros porque destrozó la puerta y era blindada y las maderas y el marco...». «El chico lo pagó todo, ha sido ejemplar. Dejó todo pagado, cogió y se fue», ha añadido.
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