Los decanos de Sánchez ponen a prueba su resistencia con la nueva remodelación
Pedro Sánchez ha tenido 42 ministros desde que llegó al Gobierno, pero seis de ellos se mantienen desde el principio. Y varios de ellos continuarán. Contrastan con otros ministerios muy inestables
En 2018 Sánchez buscó un Gobierno técnico y estético, pero ahora necesita un equipo muy político para un mandato polarizado
Sánchez ultima un Gobierno con menos ministerios, más político y muchas caras nuevas
Madrid
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Iniciar sesiónDesde que en junio de 2018 Pedro Sánchez se convirtió en presidente del Gobierno en sus Consejos de Ministros se han sentado 42 ministros. Para conformar aquel primer Gabinete el recién elegido presidente se tomó unos días. Pasaron cinco jornadas desde que él prometió su ... cargo ante el Rey, ceremonial que cumplió ayer por tercera vez, hasta que lo hicieron sus ministros.
En esta ocasión todo apunta a que será algo más acelerado. En los cálculos de algunos de sus colaboradores estaba consolidada la idea de que los anuncios empezarían este sábado. Aunque ayer fuentes de la cúpula de Moncloa transmitía que finalmente no sería el fin de semana. Otras, insistían en que nada debería descartarse.
Sánchez persigue ahora un Gobierno más político tras casi cinco años y medio modulando el perfil de su equipo en función del momento. Fueron días de mucha tensión en el PSOE. No tocaba solo conformar el Consejo de Ministros sino toda la estructura del gabinete de la Presidencia del Gobierno. Allí fue donde incorporó a Iván Redondo como director de su gabinete y a un por entonces más desconocido Félix Bolaños como secretario general de Presidencia.
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Víctor Ruiz de AlmirónSánchez y Díaz diseñan un Gabinete del que saldrán al menos media docena de los actuales ministros
En una reunión en su casa de Pozuelo con Adriana Lastra y José Luis Ábalos quedó determinado que ella se quedaría al frente del grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados y que él pasaría al Gobierno. Aunque se mantuvo como secretario de Organización. Pero el día a día del partido necesitaba un responsable. El 'dos' de Ábalos por aquel entonces en Organización era un tal Santos Cerdán. En esos primeros días en los que se instalaba en La Moncloa, tras ordenar el cambio de colchón, Sánchez mandó llamar a Santos a su nueva residencia. Y tras enseñarle todo el complejo vino a decirle que no se acostumbrara porque lo necesitaba en el partido. Aquel mandato nacía de una moción de censura, con una base parlamentaria de 85 diputados, el peor resultado de la historia del PSOE tras la restauración de la democracia. Por eso necesitaba a Lastra, por aquel entonces su persona de mayor confianza, en el Parlamento y a Cerdán activando el partido. Podía haber elecciones en cualquier momento.
De los ministros que nombró en aquella ocasión tan solo continúan ahora en el puesto seis de ellos: Nadia Calviño (Economía), María Jesús Montero (Hacienda), Teresa Ribera (Transición Ecológica), Margarita Robles (Defensa), Fernando Grande-Marlaska (Interior) y Luis Planas (Agricultura). Componen la columna vertebral de los Gobiernos de Sánchez, y sobre la que se han ido articulando distintos núcleos de influencia. De los que no todos estos veteranos han formado parte siempre.
Su continuidad y en sus mismos ministerios se contrapone con la picadora de carne en que se han convertido otros departamentos estos más de cinco años. Sánchez ha lanzado candidato autonómicos y locales desde el Consejo de Ministros, ha formado una coalición con Unidas Podemos, ha cesado a algunos de sus principales colaboradores, ha rescatado a antiguos enemigos y a viejos amigos que habían dejado de serlo.
Ha hecho prácticamente todo lo que se puede hacer, adaptándose en cada momento a la necesidad política y a la estrategia electoral. Pero pese a todos esos cambios, algunos obligados, esos seis nombres han seguido ahí. Y no es casualidad. Porque, incluso ahora, cuando el tiempo político afronta un nuevo momento y se espera una renovación profunda del Gobierno, muchos de esos nombres se van a mantener. Aunque solo Pedro Sánchez tiene la información, y en las últimas horas ya algún muy estrecho colaborador, en el partido está muy consolidada la idea de que Marlaska saldrá del Gobierno.
A partir de ahí, los otros cinco podrían seguir. Margarita Robles tiene muchos enemigos en el partido y en el espacio progresista y en el mundo independentista no es bienvenida. Pero ha quedado acreditado que es importante para Sánchez. En aquel momento los dos cumplieron un papel fundamental. Era un Gobierno con el que Sánchez pretendía despojarse el estigma de cómo había llegado al poder y abrirse a su gran obsesión durante años: atraer voto de Ciudadanos. Ahí encajaba también como un guante Josep Borrell. Cuya presencia era un claro mensaje hacia el espectro central del electorado que recela del independentismo. La elección de Calviño perseguía también ese objetivo. Mensaje a Europa. El Gobierno no era de coalición, pero dependía de Podemos.
Un Gobierno de urgencia y en el que Sánchez intentó sorprender. Cómo olvidar a Maxim (ahora Máximo) Huerta, que apenas duró una semana, o la sorpresa que supusó la elección del astronauta Pedro Duque. Pero ese Gobierno nació todavía con un PSOE que en buena parte le daba la espalda. No hubo equilibrios orgánicos como los que sí realizaría en el futuro. En el diseño de ese momento primó esa idea de un gobierno técnico pero estético. Se le llamó el Gobierno bonito. Se buscaba un mensaje sencillo: «¿Veis? ¿No es para tanto?». Sensación que para sus adversarios caducó pronto, pero que sí se consolidó en los primeros días.
El efecto que se persigue ahora es distinto. Todo el mundo en el PSOE da por hecho que habrá alguna sorpresa. Pero también que Sánchez necesita transmitir certezas en una legislatura muy dura. Tanto en el equilibrio con los socios como en el choque con la oposición. María Jesús Montero y Teresa Ribera lo vivirán desde dentro del Gobierno. Luis Planas no cae mal a nadie y el encaje de Nadia Calviño dependerá de si llega al Banco Europeo de Inversiones (BEI).
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