Los Reyes Magos visten de uniforme en la zona cero de la dana

La cabalgata de Reyes en Paiporta comenzó a las seis de la tarde contra reloj. Durante toda la mañana, efectivos de la Unidad Militar de Emergencias se apresuraron a limpiar el recorrido real, de poco más de dos kilómetros, mientras cantaban canciones para jolgorio de un pueblo que ya los conocen a todos por el tiempo que llevan aquí. Más de dos meses han transcurrido desde que un tsunami de barro arrasara con todo y en la zona arruinada todavía impera sin discusión el «monotema». Pero este domingo la situación era bien diferente, el paisaje no se atisbaba tan negro como semanas atrás y la luz de los más pequeños venció, al menos por un mísero día, a la ingente cantidad de trabajo que queda por hacer.

A los tradicionales cánticos a sus majestades los Reyes de Oriente, se les sumó el atronador aplauso hacia los bomberos, policías y militares que repartieron regalos desde sus vehículos oficiales. Se hicieron fotos con los más pequeños y recibieron el cariño de una población entregada a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Ya por la mañana, militares y bomberos de toda España habían repartido regalos en Catarroja. «Nos han salvado», se escuchaba entre los corrillos de los asistentes. Uno de los momentos más emocionantes de la tarde fue la llegada de la comitiva real al auditorio municipal. Gaspar no ha podido aguantar todo lo que sentía y ha roto a llorar mientras saludaba sin parar.

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A la entrada del pueblo, un supermercado se prepara para reabrir esta víspera del día de Reyes. Por el puente desde el que se ve el ya archiconocido barranco del Poyo todavía transitan camiones militares mientras permanecen apilados montones de basura, tierra y lodo por su rambla. En el auditorio municipal, donde ha finalizado la cabalgata, un mural de deseos llegados de toda España cubre sus restauradas paredes: «Deseo que podáis estar bien y que todo pase rápido» o «que vuelva la normalidad, por favor». Ese mantra es el que se ha repetido en cada recoveco de Paiporta minutos antes de la ansiada llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar, cada uno sobre sus majestuosas carrozas desde las que han lanzado miles de regalos (pelotas, caramelos, estuches…) a los niños y niñas que les miraban con una alegría impropia del lugar en las últimas fechas. Contrastes continuos en cada rincón, metáfora y oxímoron de un lugar destrozado y, al mismo tiempo, regenerado por la fuerza y voluntad de su propia gente.

«Es lo que necesitaba el pueblo. Que alguien trajera la alegría aunque fuese por un día. Queda mucho por hacer, pero saldremos a flote, seguro», clama Sara, una vecina que aquella fatídica noche no pudo llegar a casa desde Valencia, donde trabaja. «Me quedé a la entrada, donde está el cuartel de la Guardia Civil y tuve que darme la vuelta», recuerda, mientras su marido y sus hijos regresaban al domicilio familiar presos de pánico y sin poder contactar con ella por la falta de cobertura. «Me parece superguay que vengan los Reyes después de lo que ha pasado», celebra su hija pequeña, con la que comparte nombre, y que le ha pedido a sus majestades, entre otras cosas, unas zapatillas, un juego de mesa para toda la familia y un set de manualidades.

El pensamiento de Trini, otra vecina de la localidad ubicada en la comarca de l'Horta Sud, es similar, pero un tanto más beligerante respecto a la falta de medios que están sufriendo desde finales del pasado mes de octubre. «Las miradas de los niños habían perdido la ilusión pero hoy la han recuperado. Les hemos pedido a los Reyes más ayudas porque tiene que volver el brillo al pueblo. Sabemos que falta mucho, han abierto muy pocos negocios pero tenemos la esperanza de que poco a poco se pueda solucionar, pero con la ayuda del gobierno evidentemente, que no la ha dado y lo ha hecho muy mal», critica.

No obstante, no para todo el mundo existen motivos de celebración ni argumentos para pausar el dolor ni la rabia por lo que pasó y, sobre todo, por las personas que se fueron. David, con sus ojos perdidos hacia las carrozas, recuerda a su hermano gemelo, que falleció el 29 de octubre cuando trataba de sacar el coche del garaje. «Es un día bonito para los niños porque no son conscientes de lo que ha pasado, para el resto, sobre todo para los que hemos perdido familiares, no es un día para celebrar, sino que son fechas tristes. Aún queda mucho para que el pueblo se levante y a los que hemos perdido gente nos va a costar pasar página en estas fechas», lamenta.

Sobre la respuesta gubernamental, asevera que las ayudas «están llegando a cuentagotas». Su cuñada, que ha perdido a su marido y también su casa, solo ha logrado percibir la semana pasada los 6.000 euros que anunció la Generalitat Valenciana «y nada más». «Si no fuera por los voluntarios, las ONG y la gente que viene a ayudar gratuita y desinteresadamente nos costaría todavía mucho más. Hay gente que está viviendo sin paredes, sin muebles y con el suelo levantado dos meses después», relata visiblemente indignado.

Pero este domingo, niños y niñas de Paiporta recibieron por segundo día consecutivo a los Reyes Magos, especialmente volcados con las zonas afectadas por las inundaciones. El sábado, la comitiva real llevó a cabo una cabalgata solidaria de manera simultánea en ocho municipios de l'Horta Sud, organizada por el Centro de Voluntarios 'La Cantina' y la Fundación Gomaespuma, y a la que se sumaron una veintena de entidades como sindicatos y organizaciones sociales como la Fundación Juntos por la Vida o el Movimiento por la Paz.

Melchor, Gaspar y Baltasar recorrieron, además de Paiporta, otras localidades golpeadas por la dana como Sedaví, Benetúser, Picaña, Massanassa, Alfafar, Catarroja y Albal, donde repartieron ilusión mientras ayudaban al tejido productivo y al comercio local. El portavoz de las entidades organizadoras, Joanen Cunyat, señaló que «es un año de ilusión extra para todos los niños y las niñas valencianas, que se lo merecen, porque ha pasado una cosa costosa y dolorosa y ahora toca divertirse, pensar en el futuro y que esto sirva también para que sigan haciendo lo que han estado haciendo hasta ahora: ayudar a sus padres y a sus madres y a sus familias».

La cabalgata del sábado repartió más de 4.000 regalos y más de 4.000 bolsas de dulces entre las ocho poblaciones de l'Horta Sud, con el despliegue de 150 voluntarios y 40 vehículos, así como chocolate y bizcocho elaborados en los hornos de estas localidades. «Tenemos la idea de ayudar a levantar las persianas, invertir en el tejido productivo y que los comercios de las poblaciones puedan levantar las persianas y seguir adelante», subrayó Cunyat. Además del reparto de juguetes y dulces, durante la cabalgata se llevaron a cabo todo tipo de actuaciones culturales, como coros, actuaciones circenses, villancicos, mentalistas y magos, entre otras actividades.