¿Quién raptó a las niñas de Alcàsser hace treinta años?
La Justicia mantiene abierta la investigación para encontrar al asesino de Míriam, Toñi y Desirée treinta años después
Fuga de Antonio Anglés: el día clave de la huida del asesino de las niñas de Alcàsser
Qué pasó con las niñas de Alcàsser hasta que fueron halladas en una fosa el 27 de enero de 1993
VALENCIA
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Iniciar sesiónEl 13 de noviembre de 1992, Míriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández, tres adolescentes de tan solo catorce años, se disponían a acudir a una fiesta de su instituto en la discoteca Coolor de Picassent (Valencia). Un viaje de tan solo seis minutos en ... coche, apenas 2,3 kilómetros de distancia, que se decantaron por recorrer haciendo autostop. Salieron ya acicaladas de casa de su amiga Esther, que decidió quedarse en casa por estar constipada. A partir de ese momento, se difumina y pierde el rastro de las conocidas después como niñas de Alcàsser.
¿Quién secuestró a las menores? ¿Dónde se encontraban? ¿Las habrían matado? Durante los primeros días de búsqueda se recabaron toda clase de testimonios; algunos inverosímiles, otros que presagiaban un desenlace inquietante y perturbador. Entre ellos, el de un joven que reconoció haber acercado con su turismo a las niñas desde la salida de Alcàsser hasta la gasolinera situada a las puertas de Picassent. Después, otro chico vio como tres mujeres caminaban hacia la discoteca y una última testigo dijo que estas se subieron en un pequeño coche blanco -un Opel Corsa-, ocupado por cuatro personas.
La preocupación crecía al mismo tiempo que las fuerzas mediáticas se volcaban con un caso de novela negra digno del imaginario de Agatha Christie o Stephen King. Los investigadores policiales concluyeron que el trío de amigas nunca llegó al establecimiento de ocio nocturno. De ahí, brotó la histeria hasta recibir cientos de llamadas de españoles que aseguraron haber visto a las menores, incluso se organizaron batidas en varias autonomías y se distribuyeron carteles en otros países europeos y Marruecos. Tal fue la dimensión del misterio que, el día de Nochebuena de aquel aciago 1992, el por aquel entonces presidente del Gobierno Felipe González recibió a las familias afectadas.
Su calvario, televisado a diario, se vio consumado el 27 de enero de 1993 cuando un apicultor y su consuegro encontraron en el barranco de La Romana, en el término municipal de Tous, un brazo humano semienterrado con un reloj en la muñeca. Hasta el lugar de los hechos se movilizaron diferentes equipos de la Guardia Civil, quienes descubrieron dos cuerpos más, los tres de mujeres pese a pensar que el primero podría pertenecer a un hombre, en avanzado estado de descomposición. Estaban envueltos en una alfombra y junto a los diferentes enseres hallados habían rastros de papeles, en concreto, un volante médico con el nombre de Enrique Anglés, atendido de sífilis meses atrás.
Antonio Anglés y «el Rubio»
La aparición del nombre de Enrique invitó a los agentes del Instituto Armado a personarse en el domicilio familiar, ubicado en la localidad valenciana de Catarroja. Abrieron la puerta Enrique, su hermana Kelly y su madre Neusa, quienes fueron enviados al cuartel de Patraix para tomar declaración. En el registro, aparecieron Mauricio y Ricardo, dos hermanos más, acompañados de Miguel Ricart, alias «el Rubio». En ese momento, la investigación cobra un nuevo protagonista clave que pasará a convertirse en uno de los prófugos más buscados en todo el mundo durante las tres últimas décadas: Antonio Anglés (Sao Paulo, 1966).
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Conocido en la noche valenciana como «Sugar», este hispano-brasileño era un delincuente consumado que años atrás fue condenado por agredir, encadenar y secuestrar a una mujer por, presuntamente, haberle robado varios gramos de heroína. Dado su historial y los testimonios recogidos, los cuerpos de seguridad centraron sus esfuerzos en encontrarle. Sin éxito, pues Anglés esquivó en varias ocasiones los controles policiales de este a oeste hasta acabar de polizón en un barco -el City of Plymouth- en Lisboa con destino Liverpool. De su huida, se han escrito teorías y relatos variopintos a cada cual más rocambolescas.
Así, la Justicia únicamente condenó a su amigo Ricart a 170 años de cárcel por el crimen de Alcàsser, aunque solo cumplió 21 tras salir en libertad en 2014 tras derogarse la doctrina Parot. Sin embargo, Antonio Anglés está considerado el autor material del rapto, tortura, violación y asesinato de las tres niñas, aunque dicha responsabilidad penal se extingue en 2029 cuando pasaría a ser inimputable.
Al respecto, el Juzgado de Instrucción número 6 de Alzira mantiene abierta una pieza del caso para demostrar la culpabilidad del prófugo, a la luz de los últimos hallazgos descubiertos en relación a las nuevas técnicas de amplificación de ADN empleadas por los investigadores en los escenarios del crimen. Durante los últimos meses, los forenses han realizado análisis de pelos y restos de sangre en el vehículo de Ricart, en la ropa interior de las menores, en la alfombra con la que fueron envueltos sus cadáveres, así como la sabana del colchón hallado en la caseta donde fueron violadas y asesinadas.
En palabras del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, las pruebas halladas en el Opel Corsa suponen el «primer avance forense real del caso desde los años 90». No obstante, en marzo de este año se hizo público resultados negativos en relación a la búsqueda de ADN en los objetos analizados en dicho vehículo.
Retrato robot y búsqueda sin éxito
Hace justo un año, la Policía Nacional y la Europol emitieron una nueva alerta de búsqueda del fugitivo por toda Europa a través de una campaña en la que solicitaban ayuda ciudadana y en la que aportaban un retrato robot con el estado físico que podría presentar tres décadas después. Una reconstrucción, dibujada por antropólogos y criminólogos, que aparece en el expediente 1993-9069 de la Interpol, donde se califica como uno de los prófugos más buscados del planeta.
En esta ficha policial, se le describe como un hombre de 56 años «muy desconfiado», con la altura de 1,75 metros, ojos azules y varios tatuajes por todo el cuerpo: un esqueleto con guadañas en el brazo derecho; «Amor de madre», en el izquierdo y una mujer china vestida y con sombrilla en el antebrazo. Además, apunta que presenta un quiste sebáceo en la garganta sobre la nuez y que consume «recurrentemente» Rohypnol para combatir su adicción a las drogas.
En paralelo, mientras prosigue su búsqueda, la familia del prófugo ha iniciado los trámites para solicitar la declaración de su fallecimiento, con el objetivo de gestionar una herencia producida por la muerte de dos de sus hermanos este mismo verano. De ser admitida a trámite, se fijaría una comparecencia de las partes interesadas y la Fiscalía tomaría la decisión final. Hasta entonces, para la Justicia y el resto de investigadores, Antonio Anglés continúa oficialmente vivo.
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