El origen alicantino de la marca Bimbo en España que no ha evitado su cierre en la provincia

En realidad, aquel origen del blindaje de una palabra que se convertiría en un genérico como sinónimo de pan de molde, de tan popular que se hizo, fue más fruto de una carambola que del espíritu emprendedor, que también lo atesoraba el protagonista de esta historia, por otras razones.

Antonio García Sáez, se llamaba, y se había casado con Marita, la hija de la familia regente de la Panadería Blayet, cuyo nombre figuró en los carteles junto a Bimbo en la postguerra.

Quien lo relata con esa precisión y detalles es Elena Abad, hija de Rafael Abad Segura, quien les hacía los carteles y la publicidad en aquella época a los horneros de aquel «super pan de Viena, el alimento más completo y de mayor calidad», tal como se promocionaba en aquellos soportes publicitarios artesanales. Y nunca mejor dicho, porque no se llevaban a imprenta, sino que se confeccionaban a mano.

Todo surgió porque aquel productor «quiso poner una marca a la levadura, que la comercializaba a nivel nacional, sobre todo en la costa mediterránea, una levadura que le servía para hacer los panes esponjosos que todo el mundo recuerda».

Cuando pensaba en cómo denominarla, «hojeando una revista sensacionalista mexicana de aquel entonces vio la marca Bimbo, y le gustaron las letras», recuerda Elena. «Le hizo el primer encargo a mi padre de un cartel publicitario, pero sólo de las letras, el osito que utilizaba aquí en Alcoy fue de nueva creación, y entonces lo registró como marca», añade.

Sin la mayor pretensión, aquel trámite de protegerse de plagios con el nombre se convertiría en una baza de negocio inesperada y de importantes dimensiones, que seguramente le debió cambiar la vida.

«Cuando la marca Bimbo originaria quiso venir a comercializar su pan de molde a España, cuál fue su sorpresa que se encontró que ya la utilizaba alguien en nuestro país», señala la hija del ilustrador-impresor.

Es más, al principio parecía que le iban a impedir al empresario español utilizar su patente: «Los dos mexicanos que vinieron de la multinacional americana a Alcoy a hablar con Antonio, le dijeron que no podía gastar esa marca porque ellos la habían registrado a nivel mundial en el año 37».

Entonces, «¿Qué pasaba en España en el 1937? Pues que estábamos en guerra y la marca se registró en todo el mundo menos en nuestro país, por este motivo». Por esa casualidad de la coincidencia con el conflicto bélico, el panadero pasó a tener la razón legal.

«Al final, tuvieron que llegar a un acuerdo y le pagaron un millón de pesetas [6.000 euros] por la marca Bimbo», una auténtica fortuna para aquel momento, cuando se hablaba de «millonarios» justamente a partir de esa cifra. Y podía haberse arreglado aún más la vida, según el testimonio de Elena. «En un comentario que le hizo a mi padre en aquella época, Antonio le dijo que se hubiera conformado con 50.000 pesetas, a lo que los mexicanos añadieron que tenían orden de aceptar pagar hasta 12 millones de pesetas», es decir, 72.000 euros al cambio actual, que recalculados con el valor de entonces, era mucho más dinero.

Finalmente, al aceptar ese acuerdo económico, Antonio García tuvo que registrar otra marca para su levadura y sus panes, y acuñó la de Blasín.

Esta narración en Facebook ha sido corroborada por otra internauta que conoció a los protagonistas y la propia filial Bimbo España se hizo eco en esta misma red social para destacar el valor histórica de la vivencia.

Otra coincidencia también radica en que los fundadores en México de Bimbo procedían de Cataluña, territorio que ahora centraliza la estrategia de la multinacional en España, donde ha reforzado su producción con una nueva factoría en Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona) al tiempo que cesaba en El Verger (Alicante) y ahora ha anunciado la misma decisión para Valladolid. No obstante, se mantiene en Paterna (Valencia), donde en 2020 adquirió la fábrica de pan envasado Siro y desde entonces ha crecido moderadamente en empleo y volumen.