Majo Gimeno: «Un niño que crece sin cariño no va a saber querer»
La valenciana cumple una década al frente de 'Mamás en acción', el batallón de voluntarios que fundó para acompañar a menores enfermos y ofrecerles los cuidados y el afecto que su familia no puede darles en un momento complicado
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VALENCIA
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Iniciar sesiónCon cuatro amigas y los cuarenta euros que cuesta constituir una asociación, Majo Gimeno puso remedio a una inquietud que no pudo quitarse de la cabeza durante meses: la imagen de un niño solo en el hospital cuando pasaba unos días allí con su ... hija y la imposibilidad legal de acompañarle al no pertenecer a ningún colectivo. En 2013 puso nombre a esa figura jurídica que una década después despliega a 3.000 voluntarios por los hospitales de referencia de ocho ciudades españolas. De la frustración de una madre «enfadada con el mundo» nació 'Mamás en Acción', el arma contra la desconocida soledad infantil. «La gente no sabe que esto ocurre», comenta el alma del proyecto.
La entidad trabaja en tres casuísticas diferentes: menores que han sufrido maltrato y deben permanecer apartados de su entorno por orden judicial; familias muy vulnerables con hijos enfermos terminales o crónicos que tienen que trabajar para que una pérdida de sus ingresos no lleve a engrosar la lista de menores tutelados; y, precisamente, los niños sin padres o que no pueden vivir con ellos. «No filtramos por patologías. Podemos acompañar un maltrato, una apendicitis o un cáncer durante meses. Hacemos dos o tres horas al día y noches completas. No los dejamos solos nunca», apunta Gimeno.
Ella misma relató su experiencia ante jóvenes en Valencia, donde nació el proyecto, hace unos días en una nueva edición del congreso organizado por la Fundación Lo Que De Verdad Importa. En ese sentido, los perfiles que se encuentran entre el voluntariado son variopintos, en cuanto a sexo y edad. El único requisito es «ser capaz de dar cariño a los pies de una cama». De hecho, casi la mitad no tienen hijos. Tampoco necesitan ninguna formación específica: «Venimos a hacer lo mismo que el papá y la mamá de la habitación de al lado. Reaccionamos igual que si fuera un hijo o un familiar nuestro. Un niño que crece sin cariño no va a saber querer».
Con los pequeños es más fácil, porque agradecen que alguien les cante una canción, que celebre sus cumpleaños o duerma con ellos de la mano para vencer el miedo. Pero también tratan con adolescentes heridos por el abandono que sufren. «Te ignoran o se tapan la cara con la sábana, pero al rato te piden agua, te empiezan a contar si les gusta alguien, porque ven que no te vas, que eres paciente y estás allí con ellos porque quieres», explica.
El golpe emocional cuando mueren o reciben el alta con un futuro incierto es inevitable. «En nuestra mano no está que se cure, ni que encuentre una familia porque eso le compete a la Administración. Te puedes tirar horas llorando para digerirlo, pero al llegar a casa entiendes que tu primer rol es el que tienes allí. Si no vas a estar bien, este no es tu voluntariado», asevera.
El soporte de la familia es indispensable. Los dos hijos de Majo aprendieron a compartir a su madre cuando se dieron cuenta de que muchas noches no dormía en casa para dar de comer o cambiar los pañales a otros menores sin red. Muchos de ellos han terminado siendo acogidos o adoptados por voluntarios tras ser rechazados en ocasiones anteriores por su expediente.
«Es impactante ver cómo cambian de actitud conforme les acompañas. Hay bebés que rechazan el contacto físico y después sólo quieren dormir en tus brazos. Otros, pierden peso por no comer y a los cuatro días los ves más gorditos», cuenta orgullosa. «Cuando los pediatras nos dicen que no saben cómo lo hacemos, siempre les digo que el niño tenía más hambre de cariño que de leche».
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