«Un juego secreto»: a juicio el director del coro de una iglesia acusado de abusos sexuales a niños en Valencia
La Fiscalía, que pide 39 años y seis meses de cárcel, sostiene que se aprovechó de la influencia que tenía su familia en la congregación evangelista para cometer las presuntas agresiones
Roba unos palés, se estrella al huir del control policial, enseña un DNI falso y su mujer finge ser su madre

La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia juzga a partir de este miércoles al director de un coro de una iglesia evangelista acusado de cometer presuntamente diferentes abusos sexuales a niños durante al menos una década.
Según el escrito de acusación de la Fiscalía, el procesado se habría aprovechado de la influencia que tenía su familia en esa congregación, pues su madre era «profeta» y su padre uno de los pastores, para perpetrar los supuestos abusos sexuales a seis menores de edad, tres niños y tres niñas, de entre cinco y diez años de edad, en domicilios de dos localidades cercanas a Valencia entre los años 2009 y 2019.
Con una de las víctimas, al parecer, los abusos se repitieron a lo largo de diez años. En otro de los casos, con dos hermanos menores de edad, el procesado, de 32 años y origen paraguayo, también les puso un vídeo de contenido pornográfico y les instó a masturbarse.
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El ministerio público, según confirman fuentes del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) solicita penas que suman 39 años y seis meses de cárcel para el acusado por seis delitos continuados de abuso sexual, así como por un delito de exhibicionismo y otro de exhibición de material pornográfico.
Durante el pasado mes de mayo de 2024, el responsable del coro de la iglesia evangélica fue detenido y posteriormente ingresado en prisión provisional, comunicada y sin fianza ante el evidente riesgo de fuga y reiteración delictiva, según apreció el juez.
Así, estimaron que el hombre aprovechaba su condición de miembro destacado de la asociación religiosa de la capital del Turia para ganarse la confianza de los menores y valerse de la relación de amistad que existía entre su familia y la de los menores para acercarse a ellos sin levantar sospechas.
Fuentes policiales señalaron que, gracias a la diferencia de edad con las víctimas y la inmadurez de estas debido a su corta edad, la mayoría entre los cinco y los ocho años, «se garantizó por un lado una escasa resistencia», y por otro el anonimato, ya que «las convencía para que no contaran nada de lo sucedido a sus progenitores», haciéndoles creer que se trataba de un «juego secreto» entre ellos.
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