AL PUNTO
Separatistas, dejen de jugar la Copa
«Curiosa manera de robar la de quienes agarrados a la teta del Estado la chupan y requetechupetean, haciéndolo con tanta fruición e intensidad succionadora, que terminan dejándola exhausta y sin recursos suficientes como para atender las justas demandas de otras autonomías y regiones»
El Athletic de Bilbao celebrando en su ciudad la victoria de la Copa del Rey
Cuentan las crónicas sociales y deportivas que en Bilbao se han dado cita un millón de aficionados seguidores del Athletic, club que ya no necesita añadir «de Bilbao» porque todos en el ancho mundo debemos saber o deducir que si se habla del Athletic es ... el de Bilbao y de nadie más.
Pues bien. Había ganado este equipo de fútbol una copa, la del Rey de España, que no ganaba desde hacía cuarenta años. Y lo han festejado con tanta pasión como sólo los bilbaínos son capaces de hacerlo. Semejante celebración más parecía un éxtasis compartido, un orgiástico orgasmo colectivo, con solo ver una barcaza, que ellos le dicen gabarra, arrastrada por un remolcador, en la que iban los jugadores de su equipo, a los que se les jaleaba como triunfadores de no se qué decisiva batalla.
Exultantes, gozosos y jubilosos, que cuarenta años de ayuno y abstinencia copera son otras tantas muy largas cuaresmas, fueron capaces de esperar cuatro días para poder desempolvar y adecentar la gabarra y dejarla a punto para celebrarlo como sólo los de Bilbao son capaces de hacerlo. Con gritos, aplausos, vivas, y chacolí que no falte, para festejar a los suyos ganadores, todos hijos de la patria vasca.
Porque los de Bilbao, es cosa sabida, nacen donde quieren y ni siquiera hay color de la piel con suficiente intensidad como para desmentir tan patriótico aserto, aunque se apelliden Williams y porque además los dos hermanos son nacidos en Pamplona y Bilbao.
La copa la ganaron en Sevilla, en la tanda de penaltis, porque los lanzaron mucho mejor que los mallorquines. Y comenzaron las celebraciones con la pasión que sólo puede brotar después de cuarenta años de tan larga espera como ha sido la suya, olvidándose de la exigencia que plantearon los días previos a la final, de que en la capital andaluza sirviesen a los tifosis bilbaínos camareros que hablasen euskera, o que, por lo menos, entendiesen las comandas que se les hiciesen en esta lengua, como si los andaluces no fuesen capaces de saber que quiere un vasco por muy batúa que sea su pronunciación.
Del Athletic se decía en tiempos pasados que era el rey de copas, título que después pasó al Barça. Reinado compartido porque ambos son los que más veces la han ganado. Hubo un tiempo en que esa competición sólo la podían disputar jugadores nacidos en España, de modo que algunos clubs, que por ser los más ricos habían fichado jugadores extranjeros, tenían que prescindir de ellos. Así fue durante mucho tiempo, con Franco mandando en España. De lo cual se deduce que el franquismo, qué cosas, favoreció a un equipo como el de Bilbao porque solo contaba en sus filas con jugadores vascos, o sea, españoles.
Y de ahí viene lo del rey de copas, que en nueve ocasiones, nueve, recogieron de manos de Francisco Franco. Para ser precisos, en los años 1943, 1944, 1945,1950, 1955, 1956, 1958, 1969 y1973, periodo en que se denominaba Copa del Generalísimo, sin que haya ley, por muy memoriona que sea, que inste a fundir el metal de sus trofeos para que no quede huella de la oprobiosa.
Grandísima paradoja –aquí casi mejor hacer valer lo de 'parajoda'- lo de estos bilbaínos (al igual que han hacen los catalanes cuando es el FC Barcelona quien disputa la final de la Copa del Rey), que silban con el mayor de los histerismos tratando de opacar el himno de España, pretendiendo con ello demostrar su pulsión separatista. Y también de lo más contradictoria. ¿Por qué seguir disputando y tratando de ganar un trofeo en el puede leerse «Campeonato de España Copa de S.M El Rey»?
La respuesta la deben dar los dirigentes y la afición de estos dos clubes, que decantándose como lo hacen por la independencia y el separatismo no renuncian a participar en campeonatos como los de la Liga y Copa que son de esa España que a unos les asquea y otros dicen que les roba. Curiosa manera de robar la de quienes agarrados a la teta del Estado la chupan y requetechupetean, haciéndolo con tanta fruición e intensidad succionadora, que terminan dejándola exhausta y sin recursos suficientes como para atender las justas demandas -¡ay, cuán pobre es la financiación de los valencianos!- de otras autonomías y regiones.
Pregunta final, de lo más apropiada para reflexión de vascos y catalanes separatistas, ahora como están en vísperas de acudir a las urnas: ¿Qué tal una dosis de coherencia y, si no se consideran, ni quieren seguir españoles, dejan de jugar el Campeonato Nacional de Liga y Copa del Rey (de España) y disputan su copa, con apasionantes finales contra el Eibar o el Mollerusa, si se diese el caso, y lo anuncian ahora como brillante cierre de sus respectivas campañas electorales?
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