AL PUNTO

El rey don Jaime I y los «países catalanes»

«Que Compromís se posicione contra nuestro puerto, que es tanto como dar más diques, grúas, cabotaje y medios al muy competidor de Barcelona, debería ser visto como una agresión económico-comercial a los intereses valencianos»

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Imagen de la entrada de la Senyera a la Catedral de Valencia durante la procesión cívica del 9 d'Octubre ROBER SOLSONA

Dentro de lo que cabe, los valencianos debemos agradecerle a Puigdemont que no nos haya incluido entre sus antojos y reclamaciones. Imaginemos por un momento que al prófugo de Waterloo le hubiese dado la venada de exigir al consentidor Pedro Sánchez una explícita declaración pro ... «países catalanes». Quien se confiesa buscador de votos debajo de las piedras se las habría apañado para justificar la exigencia 'puigdemoníaca'. Y más desde que se haya quitado la careta y ya habla de la amnistía con la naturalidad del cínico mentiroso.

Los socialistas sanchistas valencianos se habrían abrazado a la tesis de los «països» sin necesidad de que les retorciesen el brazo, con la misma diligencia y convencimiento con que ahora hablan de la amnistía como una necesidad ineludible, por mucho que antes de las elecciones ninguno de ellos —y Pedro Sánchez el que menos—dijese nada a favor de una por demás imposible medida de gracia, como lo es la que está siendo inoculada a una opinión pública cada vez más narcotizada. Habló Pedro, punto redondo. Y a Felipe y Guerra que les den, es la consigna 'monclovita'.

Los «países catalanes» siguen estando ahí como como lo que son, una pesadilla, amenaza, espejismo, un mal sueño. Sus promotores aprovechan el duermevela colectivo de una ciudadanía cada vez más sedada para vía «unitat de la llengua» y una grosera manipulación histórica, seguir adoctrinando —sobre todo en las aulas— al tiempo que algunos medios de comunicación les sirven de coartada desde la que lanzar burlas e improperios contra quienes denunciamos sus modo y maneras.

Los valencianos tenemos sobradas muestras de que eso de los «países» es una engañifa, burla o tocomocho. Toda declaración o manifiesto a su favor queda desmentida por los hechos. Los más recientes en el tiempo acaso sean los que mejor prueban la existencia de unos intereses espurios y avarientos. La oposición catalana a la ampliación del Puerto de Valencia es prueba concluyente. Que Compromís se posicione contra nuestro puerto, que es tanto como dar más diques, grúas, cabotaje y medios al muy competidor de Barcelona, debería ser visto como lo que es, una agresión económico-comercial a los intereses valencianos.

Si la oposición al Plan Hidrológico Nacional fue notable en Aragón más lo fue en Cataluña. Tanto por sus partidos políticos —todos excepto el PP— que votaron en el Parlamento catalán en contra de su ejecución, como de entidades académicas, económicas, sociales, culturales que también se opusieron, sin que de nada sirviese el contundente argumento de su financiación europea, ni la complicidad emocional de no pocas de esas colectividades que se declaran defensoras de la «unitat de la llengua» pero no del reparto del agua. Culpa de su desquiciado «quédeme tuerto pero tu ciego» ahí tienen la sequía de no pocas poblaciones catalanas, penitencia de un pecado de egoísmo y soberbia.

¿Y qué paso con la Copa América celebrada en Valencia? El Gobierno catalán, con la complicidad de algunas empresas y sociedades, hizo notable y estruendosa campaña en contra de que se hiciese en nuestras aguas. Su organización, su magnífico campo de regatas, la hospitalidad valenciana o la calidad de su hostelería, que fueron elogios en medios de comunicación de todo el mundo, regatistas participantes, empresas patrocinadoras y aficionados urbi et orbe, merecieron el desdén de los catalanistas de por aquí. Los refunfuños de los detractores por hacerse en Valencia se convierten en aclamaciones tras haber conseguido que se regatee en aguas catalanas.

Puerto de Valencia, Plan Hidrológico Nacional y Copa América son tres puñaladas en el corazón de nuestro antiguo Reino de Valencia cuya histórica existencia fue reafirmada por explícita voluntad del rey don Jaime al dotarlo de singularidad propia, independencia y personalidad jurídica al otorgarnos unos fueros propios. Instrumentos jurídicos con los que consiguió frenar la codicia e interés de caballeros y nobles aragoneses y catalanes ansiosos y vehementes por sacar el mayor rédito posible por su codiciosa contribución a la conquista de Valencia.

A los mismos que defienden la pesada broma de los «países catalanes», algunos por culpa de su ágrafa estulticia; otros con el interés majadero de quien espera favores por su conversión al catalanismo, habría que hacerles ver que la manipulación histórica raya en histérica cuando te venden lo de la Confederación Catalano-Aragonesa. Y ellos, tan republicanos como dicen sentirse, tienen hasta el cuajo de inventarse una saga de reyes catalanes mucho más idealizada que los propios Reyes Magos.

Ojalá que la festividad de este 9 de Octubre del 2023, en que la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, ha tenido a bien recuperar la histórica y documentada tradición de llevar la Senyera hasta la catedral para que presida el Te Deum, rememorando el modo con que Jaime I quiso dar gracias a Dios por haber culminado su conquista para la Cristiandad, anime a quienes borraron por su sectarismo ese acto a estudiar sin orejeras nuestra historia y así entender el verdadero sentido de la extraordinaria gesta que protagonizó ese gran rey que fue nuestro Jaume I.

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