Al punto
Pocos son diez coches para Sánch(ez)
«Todos, y ni un menos de los que formaban parte de la comitiva sanchista, resultan tan necesarios como imprescindibles para poder transportar el inconmensurable, extenso e intenso ego del presidente»
La caravana de Pedro Sánchez desde el Falcon hasta la desaladora de Torrevieja: diez coches y dos motos de escolta
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Iniciar sesiónAlgunos colegas periodistas, y yo con ellos, se han sorprendido al tener conocimiento de que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánch(ez) se desplazase el pasado miércoles – festividad de San Valentín; miércoles de Ceniza y comienzo de la Cuaresma— a Torrevieja. La ... sorpresa no la provocó el que viajase en el Falcon que tanto le gusta y gasta, porque todo el mundo ya sabe que ese medio de transporte es su preferido. Sí que les llamó la atención el elevado número de coches que formaban la comitiva presidencial. Nada más, ni menos, que diez vehículos –ignoro cuántos de ellos eléctricos por aquello de la Agenda 2030- además de dos motoristas de la Guardia Civil para guiar a tan numerosa caravana.
Pese la desmesura por usar y abusar de tantos vehículos y su consiguiente contaminación, más contundente crítica merece el presidente del Gobierno por el desprecio que supone su descortesía, tanto política como institucional, por no invitar, ni siquiera dar cuenta de su visita, al presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, ni al alcalde de Torrevieja, Eduardo Dolón, municipio en el que se ubica la desaladora que visitó.
Un presidente del Gobierno de España no debe ni puede ignorar que el representante del Estado en una comunidad autónoma es su presidente, pero eso a Pedro Sánch(ez) le tiene sin cuidado. Como tampoco desconocer que la primera autoridad de un municipio es su alcalde. Más allá de protocolos, respeto institucional, educación y urbanidad, el rehén de Puigdemonio nos tiene demostrado que está por encima del bien y del mal.
Y que si por permanecer en el poder tiene que muñir amnistías y otorgar indultos, pese que ello le obligue a desmentirse una y otra vez, muñirá todo lo que le que sea necesario, otorgará cuantas medias de gracia le exijan y se desmentirá a sí mismo cuantas veces sea necesario y a ello le obligue y exija el prófugo de Waterloo, al que prometió traería a España y pondría a disposición de Justicia.
Volvamos a la caravana de automóviles. No hay razón alguna para sorprenderse de que Pedro Sánchez necesite para sus desplazamientos, además de su querido Falcon, tantos coches como ha usado en esta ocasión. Todos, y ni un menos de los que formaban parte de la comitiva sanchista, resultan tan necesarios como imprescindibles para poder transportar el inconmensurable, extenso e intenso ego del presidente.
Un ego que se vio acrecentado hasta el paroxismo la pasada semana tras escuchar los inflamados piropos que en la gala de los Goya le dedicó una presentadora tan grosera como desmelenada Inés Hernand(ez): «Eres un icono, presi, te queremos», a los que respondió el aludido en su cuenta de X (antes Twitter): «Ines Hernand, @inesrisotas,el icono eres tú».
Si Inés es icono para el presidente, tal como le puso por escrito, debería imitarla y hacer lo mismo que ella, recortarse el apellido y dejarlo en Sánch(ez) que es mucho más molón. Además, le permitiría diferenciarse de los 813.032 españoles que así se apellidan en España, según cómputo del Instituto Nacional de Estadística, salvo que sus técnicos hagan el recuento como Tezanos en el CIS con los votos de los españoles.
Un recorte de su apellido que, además, cuadra con el modo que tiene este gobierno de hacer ruedas de prensa, cada vez más mutiladas y sin posibilidad de plantear pregunta alguna, tal como ya se ha convertido en uso y abuso gubernamental, y ha vuelto a ocurrir en Torrevieja. El presidente Sánch(ez) con el mayor desprecio a los informadores locales, se limitó a hacer una declaración y no aceptó que nadie osase preguntarle.
Fuentes monclovitas (de las que manan aguas desaladas, como cabe suponer) han tratado de exculpar al presidente Sánch(ez) diciendo que no había vetado a nadie en su desplazamiento a Torrevieja. Que si no había avisado a su alcalde fue porque la visita era «de trabajo a una instalación, la desaladora, que gestiona una entidad dependiente del gobierno central». Excusas que resultan estúpidas y ridículas de no ser, como son, de lo más groseras.
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