Nosotros, los de entonces...

Esos orígenes, que también han sido bautizados para la ocasión como Anecdotario del Periodismo Valenciano, quedan magníficamente reflejados en las fotografías hechas desde principios del pasado siglo por la saga de los Vidal. Allí estaban, recibiendo parabienes del todo muy merecidos, Luis Vidal Vidal y Luis Vidal Ayala que con su impecable trabajo confirmaban la tesis del chino –caso de que fuera- que dijo que una imagen valía por mil palabras. Y estas que allí se muestran son, con razón sobrada, reconocimiento de esa sentencia. La dijese un chino, Agamenón o su porquero.

Una de las fotos, a la que dediqué mayor atención es esta misma que aparece junto a estas líneas, en la que puede verse a la periodista María Consuelo Reyna junto a Fernando Martínez Castellano, que fue –y lo digo y repito para conocimiento de quienes lo ignoran— primer alcalde democrático de Valencia (1979), y el histórico dirigente comunista Antonio Palomares, fallecido en 2007. Comparten risas producidas vaya usted a saber por qué chisme, broma o habladuría. Se lo tengo que preguntar a María Consuelo. O a Fernando.

Más que la razón de sus risas, interesa destacar el hecho de que una foto parecida sea hoy poco menos que imposible de conseguir. Porque la crispación y el frentismo se han ido adueñando lamentablemente de la vida política española. En la imagen, un socialista, que lo era y sigue siéndolo pese haber sufrido la ignominia de los suyos que con una canallesca maquinación lo apartaron de la alcaldía. Un comunista histórico, que fue detenido y sufrió torturas en una comisaría de nuestra ciudad a manos de la Brigada Político Social en 1968, pero fue de los que sin dejar de ser comunista, si apostó por el entendimiento y la reconciliación entre españoles. Nada que ver con la podemía actual que enfanga la política actual con sus desquiciadas propuestas. Y una periodista que marcó con su personalidad, estilo y firma, tan apreciada como temida, una larga etapa de la historia de la Comunidad Valenciana. Y a la que desde estas líneas la requiero, desde el mucho afecto y respeto que sabe que le tengo, para que no deje de enviar a la imprenta sus memorias.

No diré más sobre estos orígenes del periodismo valenciano que no sea recomendar a quienes de alguna manera han sido protagonistas o testigos de las etapas que allí tienen reflejo a que acudan a revivir con esas imágenes. También a curiosos y, sobre todo, a los periodistas más jóvenes, a los que todavía están cursando estudios, para que vean que sin internet ni correo electrónico, pero con máquina de escribir, télex, fax, empeño, ilusión y ganas fuimos testigos de una Transición modélica que en modo alguno tiene porqué sufrir el ágrafo desprecio de una clase política que ha llegado al poder con todos los deberes hechos.

Desmintiendo a Neruda, nosotros, los de entonces, sí somos los mismos. Canas y arrugas son preseas que nos hemos ganado quienes en su día pensamos, y ahora ratificamos, haber elegido el mejor oficio del mundo.