Al punto
Francisco Franco, presente
«La inmediatez con la que Carlos Mazón salió al quite, calificando a Franco como dictador, desbarató la campaña con que la izquierda y ultraizquierda valenciana»
¿Seré franquista?
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Iniciar sesiónEl título no es una invocación al dictador caudillo. Faltaría más. En sus tiempos el «presente» se le dedicaba al ausente que era José Antonio Primo de Rivera. Si ahora se lo pongo como encabezamiento de estas líneas es pensando en el efecto llamada ... que puede tener para todos aquellos que, en cuanto ven escrito el nombre del histórico-caudillo-dictador se lanzan caninamente para dar su dentellada.
¿Ya he dicho lo de dictador para que no me zarandeen los muñoz, borjas y baldovises, además de que yo así lo crea? Si hace falta lo repito. Franco fue un dictador que, por cierto, murió en la cama de un hospital de la Seguridad Social construido, al igual que otros muchos, la Fe de Valencia, por ejemplo, durante su oprobiosa dictadura.
El caso es que hoy Facebook me envía recado de que hace seis años publiqué en su red social un artículo, antes aparecido en Loclar, y en el que hablaba de la propuesta de retirada de honores a Franco, presentada por una concejal del Ayuntamiento de Ontinyent.
Por lo que tiene de actualidad, me permito retomar algún párrafo sumándome como entrometido en el aquelarre con que el se ha visto metida la consellera de Justicia, Elisa Núñez. Que por no haber dicho –como parece ser que debe ser norma de obligado cumplimiento en el sanchismo– que Franco era un dictador, le están cayendo chuzos de punta. Hasta en Ferraz se ha pedido su dimisión.
Si se le exige que dimita por una opinión dado con pretensión de evasiva ante la forzada pregunta, con respuesta nada acertada por su parte, ¿qué es lo que exigirá la izquierda y la ultraizquierda valenciana en el caso de un error de gestión de Elisa Núñez como consellera? ¿Empalamiento, quema en la hoguera, desollamiento… en las redes sociales?
Hace seis años una concejal de Compromis, Silvia Ureña, que alguna idea de historia tenía, no como muchos de los que ahora tapan con propaganda su enciclopédico desconocimiento de casi todo, pidió la retirada de los privilegios y honores que la ciudad de Ontinyent le había concedido a Franco en 1946, propuesta que creo recordar se aprobó ipso facto.
«Dentro de lo que cabe –escribí entonces -- la retirada de estos títulos a Franco es labor sencilla y fácil por no necesitar mucha literatura burocrática. Tampoco se trata de reclamar a la familia Franco la devolución de alguna medalla de oro, como las concedidas por cientos de ayuntamientos, empresas, corporaciones, clubs deportivos o asociaciones. Nuestros mandamases de 1946 no acompañaron su fervor franquista de condecoración alguna y menos de oro. En este sentido cabe recordar, tal como se encargó de airear meses atrás el eurodiputado Javier Nart en un debate televisivo, que el único club de fútbol de España que no concedió una medalla de oro a Franco fue el FC Barcelona, por la sencilla razón de que fueron dos las medallas que con gran entusiasmo le otorgó».
La inmediatez con la que Carlos Mazón salió al quite, calificando a Franco como dictador, desbarató la campaña con que la izquierda y ultraizquierda valenciana, creían poder explotar para poner en aprietos al presidente del Consell. Frustrados en esa pretensión, les obligará a buscarse otros recursos y tretas para hacer oposición, teniendo como tienen un techo de cristal que deja al descubierto las vergüenzas de los ocho años botánicos.
Volvía caminando a casa, ensimismado en mis pensamientos que me sirven de inspiración a la hora de escribir, cuando un paisano al que conozco por su socarronería, me invitó a que le acompañe. «Sólo son dos minutos. Lo que quiero enseñarte está en esta misma calle». La calle es la dedicada al músico ontinyentí Martínez Valls. En su número 8 sigue colocada una inscripción, que mi cicerone me señala, y en el que todavía se puede leer: «Delegación Nacional de Sindicatos. Grupo Inmaculada Concepción. 2ª Fase. 100 viviendas. Año 1956».
«¿Qué te parece?», me interroga burlonamente. Le digo, también con ironía por mi parte, que no le contestaré sin la presencia de mi abogado. Él remata la breve conversación con una interjección de lo más nuestra, acompañada de pregunta: «I quantes viviendes va fer el Consell en els huit anys del govern de Puig?».
Para que no queden dudas, ni me digan que me he ido por las ramas en el trascendental asunto que ocupa la actualidad valenciana: «Franco, dictador».
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