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CRÍTICA MUSICAL

Sonido «de disco» de la London Philarmonic y Vladímir Yurovski

«Como cómplice del éxito, una London Philarmonic que parece volver por sus fueros, demostrando una excelencia que quedó un tanto orillada años atrás»

Joaquín Guzmán

Quizás me equivoque, pero la última vez que escuché la Quinta sinfonía de Beethoven fue en el auditorio de Les Arts, y dirigía el gran director austriaco Manfred Honeck a la OCV, en una tarde de junio del 2021 imborrable. Fue una lectura reveladora, extrema, eléctrica e incandescente, pero no estamos para rememorar aquella velada para el recuerdo, sino para hablar de la lectura, radicalmente distinta, ofrecida por otro gran director, una década más joven como es el ruso Vladímir Yurovski que cada visita a nuestra ciudad se ha saldado con éxito merecido. En esta ocasión acompañado de la siempre prestigiosa London Philarmonic no ha sido una excepción, aunque para este crítico la lectura de esta revolucionaria partitura beethoveniana se ha quedado en un ejercicio impoluto de perfección clasicista, algo autocomplaciente y en este sentido, lejos de lo que escuchamos hace unos años, no por falta la calidad, que también la ha habido, y mucha. No fue una lectura la escuchada de tirarse por una pendiente con valor, sin frenos y a ver qué sucede, sino de control, tan propio del director moscovita, de perfección formal y sonido pulido hasta la última rebaba. Un Beethoven más de retenciones y ensimismamientos que de vértigo, más intelectual que enajenado. No obstante, una Quinta disfrutable, de las que no se escuchan en la actualidad, y en algunos casos emocionante, de tragar saliva, como en la transición al último movimiento desde el pianísimo al estallido, uno de los instantes más estremecedores de la historia de la música. Como cómplice del éxito, una London Philarmonic que parece volver por sus fueros, demostrando una excelencia que quedó un tanto orillada años atrás.

Lo que vendría en la segunda parte con la Quinta beethoveniana ya había puesto de manifiesto, a modo de anticipo, al inicio del programa con una obertura Coriolano, impoluta, de limadas aristas, control absoluto por el director ruso y sonido cristalino, en detrimento de cierto drama y desmelenamiento.

A la citada obertura le siguió, para completar esta parte inicial de un programa clásico donde los haya integrado por una obertura, un concierto y una sinfonía, el poco frecuente concierto para violín y orquesta de Robert Schumann que corrió a cargo de una consumada solista noruega Vilde Frang. No podemos negar que el de Schumann es un concierto problemático, aunque, a pesar de sus carencias, pienso que debería programarse con más frecuencia. Se halla dividido en tres movimientos presididos por tres inspirados y memorables temas que podrían, por méritos propios, integrar cualquiera de los grandes conciertos del repertorio pero que el gran compositor alemán no supo, o no pudo, debido a su situación mental, desarrollar convenientemente, lo que da lugar a cierta sensación de repetición, divagación y la percepción de no avanzar hacia un lugar concreto en cada uno de los movimientos. La solista nórdica demostró por qué es una de las grandes del violín de la actualidad, con un dominio absoluto del instrumento tanto luciendo una segura digitación como en el empleo de un arco que le permitió lucir una amplia paleta en las dinámicas. La imaginación, personalidad y variedad en cada una de los «regresos», más que variaciones, sobre los temas es esencial a la hora de abordar este concierto y en este sentido pudo presumir de estas cualidades.

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Jueves de abril de 2025

Palau de la Música de Valencia

Obras de Beethoven y Schumann

Vilde Frang, violín

London Philarmonic

Vladímir Yurovski, director musical

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