CRÍTICA MUSICAL
Pinchas Steinberg y la Orquesta de Valencia, los mejores guías para los 'Cuadros de una exposición'
«El tarro de las esencias se destaparía en todo su esplendor con una lectura espectacular de la obra maestra de Mussorgski»
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Iniciar sesiónSe llenó hasta arriba la sala Iturbi del Palau para escuchar esta música imperecedera que, sobre todo, en el caso de los Cuadros de una exposición, interpretada con este nivel, se se convierte por méritos propios en una partitura que crea afición. Cierto es ... que el concierto con felicísimo final tuvo dos partes diferenciadas y no sólo por la disparidad de las obras sino por los resultados interpretativos. Es obligado mencionar en esta ocasión que el concierto debió ser dirigido por quien fuera director titular de la orquesta durante ocho años del cambio de siglo, el granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, y que falleció de forma repentina el pasado verano. Debido a esta inesperada circunstancia el Palau de la Música decidió dedicarle este concierto.
El vienés de adopción aunque nacido en Checoslovaquia Rudolf Buchbinder (1946), no se puede negar que es una autoridad pianística en el corpus beethoveniano, pero eso no significa, per se, que en estos momentos tras una brillante carrera que está en sus postrimerías, ofrezca unas lecturas plenamente satisfactorias. Hablaba un colega al respecto de un Beethoven a la antigua, manoseado en el peor sentido del término, y debo mostrarme de acuerdo. Se percibe un Beethoven rutinario y algo empequeñecido. Es como si a estas alturas el austriaco renunciara a sacar rendimiento al gran instrumento con el que tiene a su disposición pues percibimos un sonido a penas modelado y un uso rácano de las dinámicas. Todavía conserva una digitación ligera y precisa, de especial clase, que se puso en evidencia en el movimiento de cierre, aunque en el de apertura le jugó alguna mala pasada en forma de emborronamientos. Una lectura ligera en el tempo, lo que fue especialmente llamativo en el central adagio. Dicho esto, el éxito fue incontestable y la propina la Soirée de Vienne, de Johann Strauss volvió a recibir los parabienes del respetable, bravos incluidos, por mucho que la interpretación fuera más propia de un retirado pianista que acude a tocar a un hotel de lujo vienés los viernes por la noche, a rememorar noches de gloria. Faltó una copa de vino, o de algún destilado, sobre la tapa del gran Steinway. Steinberg se mostró como un director que se las sabe todas y no sucumbió a la velocidad imprimida por el solista, manteniéndose a rueda en todo momento de Buchbinder.
Sin duda, el tarro de las esencias se destaparía en todo su esplendor en la segunda parte, con una lectura espectacular de la obra maestra de Mussorgski, Cuadros de una exposición, orquestada con magisterio por Ravel. Una obra concebida para piano cuya orquestación por el compositor francés constituye una absoluta creación de imaginación desbordante, hasta el punto de que es muy posible que en la actualidad se interprete con más asiduidad la obra orquestada que original pianística.
La de Steinberg, director nacido en Nueva York en 1945 aunque ciudadano israelí, fue una lectura directa y espectacular y me consta que para ello vino realizando un estupendo trabajo con los profesores a lo largo de la semana. Y para cosechar el logro todos los solistas de la orquesta estuvieron a la altura de sus comprometidos papeles en cada uno de los «cuadros» que pintase Hartmann, amigo del músico, en una obra muy demandante orquestal e individualmente. En esta ocasión, de entre los múltiples solistas cuyo buen hacer reclama la partitura, vamos a destacar el trompeta solista a lo largo de toda la obra, pero especialmente en ese cuadro que representa una discusión entre los judíos Samuel Goldenberg y Schmuyle y el saxofón en El viejo castillo con un extraordinario diminuendo final. En cuanto a las familias, magníficos los metales, en especial los trombones en Catacumbas (quizás aquí demandó Steinberg un sonido demasiado poderoso y no tan misterioso), las maderas en su conjunto en Jardín de las Tullerías, o en el Ballet de los polluelos. La cuerda a lo largo y ancho de la obra se mostró empastada y virtuosa y la percusión supo llevar en el número final la obra al paroxismo, de forma pausada y reteniendo el tiempo por parte de Steinberg, para degustar por última el memorable tema de cierre, aconteciendo un éxito por todo lo alto. Enhorabuena. Permítanme por último una observación. Para obras claramente programáticas o descriptivas como esta, o la Sinfonía Alpina entre otras, el Palau podría aprovechar la tecnología y proyectar tal como viene haciéndolo con los títulos de las obras o los textos en caso de obras cantadas, los títulos de cada número o movimiento de las obras. Pienso que el público tendría una experiencia todavía más rica si cabe.
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Viernes 23 de mayo de 2025
Palau de la Música de Valencia
Obras de Beethoven y Musorgski/Ravel
Rudolf Buchbinder, piano
Orquesta de Valencia
Pinchas Steinberg, director musical
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