Crítica
Un fantástico Cornelius Meister salva una discreta Rusalka
«El elenco vocal se movió en terrenos más propios de la discreción. Golovneva, muy aplaudida en el turno de saludos, no es una Rusalka modélica vocalmente»
Joaquín Guzmán
Para el que escribe hay un único y verdadero triunfador de esta coproducción de Rusalka, y este no es otro que el director musical alemán, Cornelius Meister, que se presentaba por primera vez ante el público del Palau de Les Arts, y que ... ha dejado claro por qué este verano pasado fue elegido para dirigir la tetralogía wagneriana en la colina sagrada de Bayreuth. Meister lleva a cabo una dirección llena de colores, logrando de una fabulosa OCV un empaste y una lujuria sonora como en las mejores noches. En algún instante, de hecho, por el sonido preciosista y el fraseo obtenido, me recordó al añorado Maazel. El final de la obra fue orquestalmente fabuloso. En cuanto a las dinámicas las emplea con gran variedad, logrando magistralmente extraer un sonido robusto, físico, del foso al límite en las dinámicas para hacerse muy presente, pero nunca tapando unas voces que tampoco eran unas dechadas de facultades. Sin duda una batuta que hay que seguir de cerca. No olvidemos al siempre excelente Cor de la Generalitat aunque fuera en un trabajo fuera de escena
El elenco vocal se movió en terrenos más propios de la discreción. Golovneva, muy aplaudida en el turno de saludos, no es una Rusalka modélica vocalmente. La soprano rusa lo da todo vocalmente, eso es indiscutible, y convence en los agudos en forte, pero que la zona media y en las medias voces deja que desear pues la densidad del sonido, la proyección de la emisión, el volumen y finalmente la belleza de la voz se ven comprometidas. Dramáticamente gana muchos enteros, pero no es suficiente para una Rusalka redonda. Mejor vocalmente estuvo el tenor británico Adam Smith con una voz soleada, un timbre bonito, aunque ciertas carencias técnicas que lo ponen al borde del abismo, sin caer en él, afortunadamente. Dramáticamente da también la talla como su pareja protagonista. Enkelejda Shkoza, que también fue muy aplaudida (como verán, en esta ocasión nado a contracorriente) dejó que desear vocalmente con un vibrato descontrolado que hacía ingrata su escucha, más allá de tener medios sobrados desde el punto de vista de la cantidad más que la calidad. Bastante digno el barítono Maxim Kuzmin-Karavaev con una voz de incuestionable nobleza y bello timbre, aunque corto de medios en un magma sonoro como el que se genera en esta ópera, además de cierta frialdad general. Algo tosca en el canto, pero más que correcta fue una muy creíble como seductora princesa extranjera, Enkelejda Shkoza, a la que se le pueden reprochar pocas cosas. El resto bastante bien en especial las tres ninfas, Cristina Toledo, Laura Fleur, Alyona Abramova, que fueron de lo más destacable de la velada
«Pequeños pies, sostenedla, pequeños pies, llevadla. Sus pequeños pies ya saben como caminar». Aunque nunca lo sabremos, porque no nos lo explica, quizás esta frase que Kvapil pone en boca de la hechicera (en esta producción, taquillera del teatro) sea la que inspira al premiado y veterano Christof Loy, con más de medio centenar de óperas a sus espaldas, para situar la escena en el foyer de un teatro, en el que la protagonista no es una ninfa, sino una bailarina lesionada sobre un lecho que no sabemos cómo ha llegado allí. Pero no seamos pejigueros y no nos preguntemos cosas absurdas, como qué hace una cama en medio de un vestíbulo de un teatro.
Conforme uno entra en la escena de Loy, va entendiendo el propósito con una simple traslación mental de la historia original, pero quizás sería interesante que en los programas de mano (escritos o digitales) se introdujera un apartado en el que el propio director de escena, en el formato que mejor encaje (entrevista, explicación en primera persona o a través de un tercero) se nos revelaran las claves que van más allá del libreto y que el espectador, en ocasiones, no alcanza a entender. Más o menos entendemos todo, pero ¿por qué elige el mundo del ballet como contexto eliminando cualquier alusión al elemento acuático y a los cuentos de hadas?. Eso no acaba de quedar claro.
Por lo demás no se puede negar que hay un virtuoso trabajo de dirección de actores con una bacanal plagada de saltos y revolcones (en lugar del ballet) que, si bien es cierto que revela un dominio de la escena innegable, se hace repetitiva e insistente. La escena, visualmente es un neoclásico marco arquitectónico bien conseguido, que apenas varía a lo largo de los tres actos, y que estéticamente tiene aroma a cierto déjà vu con otras producciones de los últimos años.
Como decía, no hay rastro cualquier alusión al elemento acuático o del cuento de hadas, a la poética de Kvapil que se manifiesta a lo largo y ancho del texto original. Las ninfas son bailarinas y Rusalka aparece lesionada en una cama en medio del foyer. Para que no echemos de menos el elemento natural tan presente en el libreto original Loy recurre a un «truco», una licencia dramática, muy de producciones modernas, de introducir un gran elemento «simbólico, conceptual» que la evoque aunque carezca por completo de sentido, más allá del estético. En este caso es un elemento rocoso que si no recuerdo mal aparece en el primer y tercer acto en medio de la sala. Es la clásica producción en la que de forma libre se alternan elementos claramente objetivos con otros que la escena introduce libremente, aunque carezcan de cualquier lógica desde el punto de vista de la objetividad. La comentada orgía, de hecho, es de las ideas más coherentes con el sentido de la historia. Gran éxito de público que, por las reacciones finales, no hay duda que disfrutó.
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Viernes 9 de febrero de 2024
Rusalka, ópera en tres actos de Antonin Dvorak y libreto de Jaroslav Kvapil
Olesya Golovneva, Adam Smith, Sinéad Campbell-Wallace, Maxim Kuzmin-Karavaev, Enkelejda Shkoza, Daniel Gallegos, Manel Esteve, Laura Orueta, Cristina Toledo, Laura Fleur, Alyona Abramova
Cor de la Generalitat
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Cornelius Meister, director musical
Christof Loy, dirección de escena
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