Caso Gloria Martínez: la adolescente que desapareció dos semanas antes que las niñas de Alcàsser
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VALENCIA
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Iniciar sesiónReferencia 20-01799. Es el número que todavía se encuentra asociado a la ficha de Gloria Martínez Ruiz en la base de datos de la asociación SOS Desaparecidos. En el próximo mes de octubre se cumplirán treinta años desde que se perdiera su ... rastro en la localidad alicantina de Alfaz del Pi, pero sus familiares no pierden la esperanza de encontrar respuestas en forma de luz sobre un caso que ocurrió en el luctuoso año 1992, tan solo dos semanas antes del mediático crimen de las niñas de Alcàsser.
Al igual que ocurrió con Miriam, Toñi y Desirée, la desaparición de Gloria también conmocionó a todo el país, aunque la mayor parte de los focos, las portadas y las tertulias se las llevó el triple asesinato por el que fue únicamente condenado Miguel Ricart y se sigue buscando a Antonio Anglés. No en vano, los investigadores de la Guardia Civil mantienen este caso sin resolver como una de las grandes incógnitas de la criminología española.
Gloria, a sus diecisiete años, se encontraba cursando los estudios de COU -con solvencia, de hecho- y destacaba por sus aptitudes frente al piano en el Conservatorio de Alicante. No obstante, llevaba un tiempo sufriendo problemas alimentarios y de ansiedad con cierta frecuencia, por los que su psiquiatra recomendó a sus padres, Álvaro e Isabel, que la ingresaran unos días en la clínica psiquiátrica Torres de San Luis, ubicada en el término municipal de Alfaz del Pi.
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Un complejo situado en plena naturaleza, que fue originalmente ideado para clientes de alto standing, y que contaba con jardines, zonas deportivas, piscinas y bungalows. Allí, Gloria se iba a someter a una terapia de cura de sueño que iba a durar, como mucho, un par de semanas. Aunque poco convencidos, sus padres accedieron finalmente a su ingreso por la presión de su doctora. Una decisión que lamentan desde el primer día que accedió a la clínica.
La noche de la desaparición
Gloria entró en la clínica el 29 de octubre de 1992. Su madre quiso acompañarla durante la primera noche, pero los trabajadores del centro le negaron esta posibilidad alegando que contravenía las normas de la empresa. Así, se marcharon del recinto y jamás volvieron a ver a su hija. Gloria quedó hospedada en el bungalow B1, donde, según la enfermera que le atendió, tuvieron que inocularle diferentes sedantes para mitigar la crisis nerviosa que estaba sufriendo.
No solo eso, sino que para evitar que se autolesionase la ataron de pies y manos a la cama. Fruto de su inquietud por ingresar en la clínica y separarse de sus padres, la adolescente mojó su pijama y solicitó ropa de cambio, a lo que una auxiliar le dejó un pantalón y una camiseta porque no llevaba más prendas encima.
Después de cambiarse y todavía muy nerviosa, pidió a las enfermeras ir al baño, momento que, según la versión que dieron las trabajadoras, aprovechó para zafarse de ellas y escapar saltando la valla que rodeaba la clínica. Algo que, según los investigadores, parecía inverosímil, ya que medía dos metros y resultaba complicado creer que una persona medicada pudiera cruzarla en medio de la noche. Además, Gloria padecía una miopía de ocho dioptrías en cada ojo y no portaba sus gafas, ni siquiera zapatillas para correr más rápido.
Esta versión, dada por los responsables del centro psiquiátrico -con licencia para dar tratamientos contra el estrés-, apuntaba a que huyó por los terrenos agrestes colindantes tras saltar la valla, aunque los investigadores no encontraron huellas ni otras pistas en las numerosas batidas practicadas días y semanas después por la zona.
La clínica avisó de la desaparición a la Policía y a sus padres seis horas después, en torno a las ocho de la mañana. «A mi hija la ataron a la cama y le dieron una medicación con la que ni pudo saltar el muro de la clínica ni salir corriendo de allí», señaló su padre en referencia a las citas que recoge el sumario. Ante tales hechos, desconfiaron de la palabra de la empresa y comenzó una nueva hipótesis, tampoco demostrada, de que jamás salió del recinto y que podría haber muerto por un exceso de medicación.
Sin pruebas concluyentes
Casi dos años después, ya con la clínica cerrada por sus graves problemas económicos tras reconvertirse en geriátrico, el juez que instruyó el caso ordenó un registro exhaustivo de las instalaciones y los cañaverales de alrededor, donde había varios barrancos y pozos ciegos. En la fosa séptica del recinto, encontraron ropa interior y un cinturón en una bolsa que pertenecía a Gloria, a lo que la enfermera recordó que la menor se orinó encima y tuvo que cambiar sus prendas.
En 1999, una nueva pista arrojó un halo de luz a los padres de la adolescente desaparecida. Una persona confesó en una carta anónima haber visto a Gloria en la localidad alicantina de Tibi pocas horas después de huir de Torres de San Luis, donde aludió que la reconoció saliendo de la casa de una de las enfermeras, lo que la Guardia Civil no dio crédito ante las numerosas incongruencias de la versión ofrecida.
Al cabo de los meses, el caso se cerró por la vía judicial aunque la Guardia Civil no se da por vencida y mantiene abierta la investigación. Por su parte, la familia recurrió el fallo para solicitar una indemnización por daños y perjuicios. En 2008, la Audiencia Provincial de Alicante condenó a la psiquiatra y a la empresa propietaria de la clínica a pagar 60.000 euros a la familia en concepto de daños morales, cantidad que posteriormente se elevó a 104.000 al considerar que el sufrimiento causado por la desaparición fue mayor al de su hipotética muerte.
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