«Mi abuela luchó, mi madre lucha y aquí estoy yo luchando». Este eslogan, exhibido por una de las trabajadoras en la manifestación ante la sede central de la compañía en Madrid, retrata la traumática situación desencadenada por el gigante de la alimentación al trasladar la fabricación desde el municipio alicantino a Santa Perpètua de Moguda, en la provincia de Barcelona.
Al comercializar pan y otros derivados, alimentos tan básicos, las protestas del centenar de afectados por el cierre han tenido fácil hacer mensajes que apelan al sentimiento y al dramatismo, sobre todo, cuando hay parejas que trabajan ambos en esta empresa, muchas mujeres madres con niños en edad escolar y hogares que afrontan el pago de una hipoteca.
«No al cierre, más de cien familias sin pan» o «con nuestro pan no se juega», se han visto en sus pancartas junto a otros eslóganes más clásicos como «Bimbo, escucha, estamos en la lucha» y «Bimbo, queremos despidos dignos».
Parece que esta última reivindicación la están viendo atendida, porque la dirección de la compañía ha mejorado las condiciones de los despidos -que partían del mínimo legal de indemnizaciones, de 20 días por año trabajado- y también los traslados ofertados para algo menos de la mitad de la plantilla, los más cercanos, 15 puestos de trabajo en la factoría de Paterna, en la vecina provincia de Valencia, a algo más de cien kilómetros de distancia.
Este jueves, una asamblea de trabajadores debe refrendar o rechazar el preacuerdo para resolver los últimos flecos de un conflicto laboral con especial trascendencia en El Verger, en Denia y en toda la comarca, por la desaparición de un auténtico icono de la industria local.
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