Crimen de Godelleta: un montaje telefónico, un menor cómplice y un cadáver bajo tierra

Isaac G. tenía 45 años y padecía una enfermedad degenerativa -ataxia de Friedreich- que le obligó a retirarse de su puesto como policía local en Catarroja. El 1 de diciembre de 2019, a pesar de que no podía valerse por sí mismo, se esfumó sin dejar rastro. Los familiares del desaparecido recibieron durante meses mensajes desde el móvil de Isaac en los que supuestamente les pedía que no le buscaran: «Lo siento mucho pero no voy a volver a casa. Cuando pase algo os avisarán de inmediato, es decisión mía y solo mía, y debéis respetar mi voluntad».

La última vez que Beatriz -de entonces 41 años- lo había visto, según su relato, fue al llevarlo a una fiesta de cumpleaños, que nunca se celebró, en un bar. Tardó cuatro días en denunciar su ausencia. Sus parientes no creyeron lo que resultó ser un montaje y advirtieron a la Policía de esta anómala situación.

Tres años después, con una investigación judicial de por medio, los miembros del tribunal tendrán que resolver si el mismo día de la desaparición la procesada le suministró a la víctima una pastilla para que se durmiera, bajo el engaño de que el medicamento era para calmar el dolor. También si una vez en la parcela de Godelleta, abrió una bombona de butano en el coche con el hombre en su interior para matarlo.

Al no conseguirlo, la encausada le puso presuntamente un cordón de zapatos alrededor del cuello hasta estrangularle. El jurado popular deberá decidir si, durante el estrangulamiento, el hombre se revolvió contra la acusada, quien le golpeó en la cara y en el cuerpo. A continuación, la mujer habría tirado el cadáver de su marido en una fosa del terreno alquilado, que tapó con tierra, piedras y sosa cáustica. Allí estuvo siete meses, sepultado a un metro bajo el suelo.

Fue ella, sin saberlo, quien llevó a la Policía hasta este rincón perdido en un pueblo del interior de Valencia. Se trataba de una parcela vallada y sin edificar que había alquilado a un matrimonio de la zona en octubre de 2019 con el pretexto de tener un lugar en el que pasar las vacaciones.

En ese momento, las pesquisas ya se centraban en un supuesto móvil económico. Con Isaac desaparecido, su esposa -se habían casado tres años antes- seguiría cobrando una alta pensión por la invalidez de la víctima.

El 15 de junio de 2020, Beatriz volvió a a desplazarse al campo con una piscina hinchable. Lo que no sabía era que los investigadores la seguían. De hecho, se quedaron toda la noche haciendo guardia en las inmediaciones cuando ella se fue. Sobre el terreno encontraron la silla de ruedas de Isaac. Al excavar, su cuerpo sin vida.

No fue la única víctima en esta historia. Días después, con la principal sospechosa en los calabozos, la Policía detenía a su hijo. El menor, que tenía 17 años en el momento de los hechos, vivía con la pareja en un piso de la capital del Turia y confesó haber ayudado a su madre a matar a su padrastro.

Lo hizo, según ratificó la Audiencia de Valencia, bajo «la creencia errónea» de que cumplía la voluntad de Isaac, que en algunas ocasiones había planteado la posibilidad de recurrir a la eutanasia. Será, precisamente, el principal argumento de la defensa de la acusada durante el juicio. El adolescente fue condenado en 2021 a dos años de internamiento -18 meses efectivos y seis de libertad vigilada- en un centro, como cómplice de auxilio al suicidio.

Además, el fallecido dejó huérfanos a otros dos menores, fruto de una relación anterior. La vista oral contra su viuda se celebrará del 12 al 20 de diciembre en la Ciudad de la Justicia de Valencia.