En la acampada propalestina de Valencia: «El objetivo es que esto explote de alguna manera»
La primera protesta contra el «genocidio en Gaza» en una universidad española congrega a medio centenar de jóvenes, de forma indefinida, en busca de un efecto contagio a otras facultades
Un grupo de universitarios de Valencia acampa durante días en apoyo a Palestina
La policía entra en Columbia y desocupa el edificio tomado por activistas pro-palestinos
Un señor mayor entra al jardín de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universitat de València (UV) cargado con dos bolsas de naranjas. Es recibido con júbilo por varios veinteañeros: «Vitamina C, nos va a venir genial». El hombre ... les comenta que tiene también un megáfono viejo, por si les sirve. Toda ayuda es bienvenida.
El pasado lunes, un grupo de estudiantes de distintos centros quiso sumarse a las movilizaciones internacionales en apoyo al pueblo palestino y pasaron la noche en el hall del edificio, con permiso del decanato. La acampada, que se inició bajo techo por las lluvias, se trasladó al día siguiente al parque exterior, ubicado en el campus de Blasco Ibañez, el más céntrico. Una imagen que llama la atención de la multitud que transita por la avenida que también lleva el nombre del célebre escritor.
Desde entonces, medio centenar de jóvenes duermen en la treintena de tiendas instaladas a la sombra de los árboles, rodeadas de las pancartas y banderas de Palestina que se retiraron del interior. Uno de sus lemas: «Contra toda injusticia es justo rebelarse». Algunos permanecen allí solo durante el día e intentan compaginarlo con el trabajo o los estudios. «Vamos y venimos. Nos turnamos entre nosotros», señalan a ABC tres miembros que se unieron al movimiento -impulsado por BDS, Estudiants per Palestina y UV Combativa- cuando ya estaba en marcha.
Valencia lleva la delantera en España. Es una de las pocas protestas activas en toda Europa -la cuarta que se inició- y esperan seguir aumentando en número este fin de semana. Las asambleas que celebran cada tarde han llegado a congregar a cien personas y el trasiego de gente diversa y de todas las edades para ofrecerles comida y enseres es continuo. Cuentan también con apoyo entre el profesorado y las organizaciones sindicales.
El caldo de cultivo, según explican algunos de los participantes, ha sido la «inacción» y la «equidistancia» de la propia institución frente a las exigencias de distintos colectivos ante el «genocidio en Gaza». «Ya había un malestar y un descontento», comentan.
En un comunicado, desde la UV defienden que no mantienen convenios con universidades israelís y las reivindicaciones estudiantiles exceden sus competencias. El propio Claustro, indican, pidió en febrero «un alto el fuego inmediato y permanente, la liberación de todas y todos los rehenes y prisioneros, el fin de las violaciones de Derechos Humanos y el inicio de un proceso de diálogo y negociación que dé una respuesta permanente al conflicto israelí-palestino».
Pero los acampados van más allá. Denuncian que la universidad mantiene relaciones, a través de becas de prácticas y acuerdos, con tecnológicas y bancos que tienen negocios en el país hebreo. «Es lo que estamos reclamando que se acabe», explican Álex e Irene, dos de los coordinadores del movimiento.
En su manifiesto -que reparten en octavillas por el campus- también exigen al Gobierno de España que ponga fin a la «compraventa de armas» con Israel, se sume a la iniciativa sudafricana en la ONU, derogue la ley mordaza y la de extranjería o reclama la liberación de los presos «por motivos étnicos y políticos» por parte de Israel.
«Estaremos hasta que nos echen»
Mantendrán la protesta «indefinidamente», por lo que la UV ha reforzado la seguridad y ha instalado dos WC y extintores en el exterior del edificio. Algo que contrasta con los desalojos llevados a cabo en universidades de Estados Unidos o Francia. «Estudiantes de EEUU, estamos con vosotros», reza una pancarta. De momento, en Valencia esos enfrentamientos con la Policía que se han producido en otras partes del mundo sólo son un motivo para resistir, pese al «tira y afloja» con el decanato de Filosofía, con el que mantienen «una relación cordial». «Estaremos hasta que no se echen, hasta que acepten y se actúe con lo que reclamamos y se cumpla o hasta que aguantemos», sostiene Álex.
«Tenemos que movernos más aquí, porque nos están quitando otros lugares y eso no puede desestabilizar la fuerza global», asevera. De hecho, están en contacto con otras facultades del país y esperan que muy pronto sigan sus pasos en Alicante, Madrid o Barcelona, además de en Extremadura y Baleares. «Estamos creando un manifiesto al que las universidades se puedan adherir», anuncia. El objetivo es que otros puntos de España se vayan contagiando «hasta que esto explote de alguna manera».
En el quinto día de acampada se suceden los termos de café. Un grupo debate sobre las actividades culturales que pueden llevar a cabo y la estrategia para difundir sus acciones en redes sociales. Son los mismos que, instantes antes, han protestado ante el edificio del Rectorado, situado a pocos metros. Durante la jornada anterior recibieron asesoramiento jurídico por parte de abogados.
Imagen de la acampada solidaria con Palestina en la Universidad de Valencia
La vida en el campus no se detiene. Es constante el paso de alumnos con maletas que regresan a sus pueblos de origen este viernes al mediodía. Los exámenes de final de curso están a la vuelta de la esquina. Sus prisas contrastan con la paz con la que algunos acampados rematan trabajos o consultan apuntes un poco más apartados del resto. Son conscientes de que habrá que sacrificar alguna asignatura para la segunda convocatoria. «Creo que somos muchas las que preferimos irnos a la cama tranquilas», comenta Irene.
«Aunque la acampada haya nacido dentro del núcleo estudiantil, está abierta a todo el mundo. Somos las que podemos estar aquí acampando por la noche, por nivel físico y por nuestros horarios y el tipo de vida que llevamos«, matiza Álex.
La logística se complica conforme pasan los días. En unas pizarras se apuntan las comidas y las cenas, mientras el trabajo se distribuye por equipos que se encargan de la alimentación, la ropa o los cuidados. Mientras se organizan, Abel exprime tranquilamente las naranjas que un señor ha traído y prepara zumo para sus compañeros junto a su tienda de campaña. No conoce a ninguno de ellos. Estudia Historia en la facultad de al lado y lleva meses pendiente de lo que ocurre en Gaza, informándose a través de medios de comunicación internacionales. La protesta que secunda desde el miércoles, dice, es un acto de empatía. «Me parece justo estar aquí», resume. ¿Hasta cuándo? «No tengo prisa», sentencia.
Una organización proisraelí pide que se desmantele
La organización proisraelí Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (Acom) ha exigido que se desmantele la acampada solidaria con Palestina, que se identifique a sus participantes y se adopten medidas disciplinarias «ejemplares».
En una carta remitida este viernes, Acom insta a la rectora de la Universitat de València, Mavi Mestre, a actuar contra «grupos radicales» que «están desplegando llamamientos y proclamas discriminatorias y cargadas de odio» en zonas comunes. «Hay judíos que se sienten en peligro», aseguran.
Una falta de acción por parte de la rectora, agregan, les llevará a estudiar acciones legales contra las autoridades universitarias y a solicitar a las diferentes entidades públicas que dejen de financiar a la institución académica.
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