L’ESPILL

LAS METÁFORAS DEL FRANQUISMO

JESÚS y JESÚS

LA democracia trajo nuevos sistemas de representación, libertad y transparencia, pero dejó intactos hábitos y estructuras de poder que habían instaurado un modelo económico, social e institucional dominante, incapaz de adecuarse a una sociedad democrática y moderna. Lo peor es que durante tantos años hemos ... convivido tan acomodados a ese modelo imposible que ahora no sabemos funcionar de otra manera. Y cambiar el modelo es necesario para salir de este pozo. Es lo que George LLaffok define como las metáforas que dominan nuestra sociedad. Todos los estamentos de poder en España han estado siempre pendientes de la obra pública y la construcción. El desarrollismo español consiguió su éxito a base de ladrillo. El Estado de Obras. No en vano los ideólogos del Movimiento e incluso de los gobiernos de González y Aznar fueron ministros de Obras Públicas. Y bajo ese lema han funcionado los bancos, los presupuestos generales del Estado, autonomías o ayuntamientos, las llamadas infraestructuras y hasta el fútbol. Todo ladrillo y asfalto. Lafokk las definiría como las estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo en su libro «No pienses en un elefante», sobre las debilidades del Partido Republicano de EE.UU. Lo peor es que eso generó unas metas y unas políticas sociales que aún siguen vigentes. Cualquier pueblo tiene derecho a una carretera de cuatro vías, veinte rotondas, un aeropuerto, AVE y casa de la cultura. Y el negocio durante años ha sido construirlas, no explotarlas, como se demuestra en las autopistas de peaje o en las obras del Plan Zapatero. Como en el turismo. La ideología dominante en el modelo económico heredado del franquismo fijó el negocio turístico en la compra venta de apartamentos, no en los servicios. Si no se venden apartamentos el negocio es ruinoso. Es una meta popular y también la dominante en el poder sindical, económico o empresarial. A imagen y semejanza de aquellos consejos económicos y sociales de los sindicatos verticales, no hay asociación empresarial o sindicato de clase que se precie que no demande al Estado, a las autonomías a los ayuntamientos aquella obra, aquella carretera, construir un hospital nuevo o aquel aeropuerto. O un colegio en cada esquina. Es facturación. Es el marco que mide el logro social. Pero la burbuja ha pinchado y hasta en la UE se han hartado de subvencionar (fondos Feder) edificios sindicales, bancos lujosos o grandes campus universitarios. Ya no hay paraguas. Hay que asumir riesgos.

Con este marco agónico pero dominante, nadie quiere ser el primero en decir que se acabó ese paraguas para hacer carreteras, tener medicinas gratis a mogollón o universidades fracasadas. Por eso sigue oyéndose la promesa electoral para una carretera que ya diseñó Primo de Rivera o la demanda empresarial para que Papa Estado asuma deberes que en otros lugares corresponden a la iniciativa privada. Los aficionados de Castellón piden que el ayuntamiento o la Generalitat compre un equipo de fútbol. Los padres queremos más funcionarios para que alivien nuestra falta de dedicación a la educación de nuestros hijos. Y las diputaciones justifican su existencia porque tienen que seguir haciendo infraestructuras para pueblos. Eso es franquismo sociológico puro.

Llegados a ese extremo resulta interesante observar la experiencia que puede darse en la Comunidad Valenciana con la privatización de servicios públicos que pueden ser explotados por la sociedad civil, siempre que asuman el riesgo de alcanzar la rentabilidad sin reducir la calidad de la oferta. Lakoff lo detalla como el cambio de marco en el Cambio social. Y es el camino que debió hacerse al salir de la dictadura, pero que quedó aplazado por la rentabilidad de la herencia.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios