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«Los nazis nos decían: «Os habéis salvado de Franco pero no de ésas», señalando las cámaras de gas»

José Jornet Navarro es uno de los supervivientes de los campos de exterminio nazi que desde ayer reciben un emotivo y merecido homenaje en Cullera gracias a su Ayuntamiento. «Españoles en campos de concentración. El infierno de Mauthausen» es un título que lo dice todo. Justificada la emoción de Jornet y su pesar por no poder asistir a los actos.

José Jornet Navarro vive en Alicante y disfruta de su jubilación como empleado de la CAM. Antonia Martínez

Tiene José Jornet Navarro 85 años y una memoria prodigiosa. Vive en Alicante, ciudad en la que nació un 16 de marzo, en la antigua calle Ramales, muy cerca de la actual Estación de Autobuses. Es uno de los supervivientes del campo de exterminio nazi de Mauthausen. Cuando recuerda los momentos duros no puede reprimir las lágrimas. Se emociona viendo fotografías de antiguos compañeros, de amigos que lucharon con él defendiendo a la República durante la Guerra Civil.

Le hubiera gustado acudir a los actos que desde ayer se celebran en Cullera, ver a antiguos compañeros, recordar con ellos, abrazarles y compartir emociones. Pero asuntos familiares le impiden abandonar Alicante. «Me hubiera gustado estar en Cullera para agradecer esta iniciativa. Es muy hermosa y no debe morir», confiesa Jornet al tiempo que reconoce que las autoridades «se acuerdan poco de nosotros». «No hace mucho -añade- nos querían pagar con 1.200.000 pesetas nuestro sufrimiento. ¿Es que el sufrimiento tiene precio?».

Antes de abrir de par en par sus recuerdos, José Jornet Navarro me entrega un pequeño folio (menos de una cuartilla) donde ha escrito un mensaje para sus compañeros presentes en los actos de Cullera. «Amigos Roig, Anza y demás camaradas de Mauthausen -comienza el texto-, lamento no poder estar a vuestro lado en ese acto, como sería mi deseo, para abrazaros. En mente y corazón estaré ahí con vosotros. Paco, no ceses en la lucha; esa es y será, mientras quedemos uno vivo, que la juventud sepa que más de 7.000 jóvenes como ellos fueron asesinados en Mauthausen por defender la razón, la paz y la democracia. Por ese motivo, nuestra lucha no debe parar. Abrazos».

CUERPO DE CARABINEROS

-¿Cómo se vio envuelto en el conflicto?

-Por defender la República ante la sublevación de Franco. Me fui a milicias, a la toma de Albacete. En julio del año 36 ingresé en el Cuerpo de Carabineros y me enviaron al frente. Primero hice prácticas en Villena y el día 13 de noviembre del 36 fui enviado a tomar Pinto y Valdemoro. Tenía entonces 19 años. Allí, los moros nos dieron una gran paliza. Nosotros éramos unos niños. Y en Jarama fuimos relevados precisamente por la llamada «quinta del biberón». Gracias a ese relevo nos dieron un pequeño permiso. Regresé a Alicante y en el año 37 me casé con una hermana de Miguel Romá, quien después sería director general de la Caja de Ahorros del Sureste, hoy del Mediterráneo; o sea, la CAM. Al poco de casarme nos enviaron a proteger las costas de Cataluña. Pasamos la frontera toda la V Brigada Mixta. Y una vez allí, la república hermana francesa nos mandó a los campos de concentración San Ciprián.

-Como parte de esos miles de valencianos en el holocausto, que entraron un día en los campos de concentración nazis, ¿llegó a pensar que no saldría nunca?

-Quedamos muy pocos testigos de ese holocausto. Porque cuando estalló la II Guerra Mundial nos llevaron de un lado para otro, como si fuéramos mercenarios. Repetíamos que no lo éramos y al final conseguimos formar la 115 Compañía de Trabajadores. Llevaba el mando un capitán francés y los oficiales eran de la escala de reserva. Por eso, los gendarmes decían que habían venido a civilizarnos. Al ser hechos prisioneros pasamos a Estrasburgo, a realizar trabajos de limpieza de todo lo ocupado por los alemanes. Hasta que apareció la Gestapo. Eran 800, todos con sus trajes de cuero. Y ahí empezó lo más cruel que he visto y vivido y algo que no le doy a pasar a nadie, ni a mi peor enemigo.

MANTEQUILLA Y MANZANAS

-¿Fue cuando le llevaron al campo de concentración de Mauthausen?

-En efecto. Los de la Gestapo nos dieron mantequilla y manzanas, ¡imagínese! y nos metieron en vagones de carga. Fueron tres días y tres noches encerrados, sin agua ni comida, haciendo nuestras necesidades en un rincón del vagón, que iba precintado, con vómitos, diarreas y sin saber a dónde íbamos. Llegamos a la una y media de la madrugada del 13 de diciembre de 1940. Había una nevada espectacular. Conforme descendíamos de los vagones nos molían a palos, los perros nos mordían y así seguimos hasta la cima de un monte. En el camino se quedaron tres o cuatro muertos. Si te parabas a ayudar a algún camarada te pegaban con palos y los fusiles en la cabeza. Te la rompían porque el que caía al suelo ya no se levantaba. Lo remataban allí mismo.

-¿Lo de Mauthausen, señor Jornet, para olvidar y para borrar de la mente?

-No, al contrario, para tenerlo siempre muy presente. Para no olvidar, para denunciar todos los días lo que allí ocurrió, para que sirva de escarmiento, de escarnio. Porque es muy duro que los nazis te digan contínuamente: ¡Os habéis salvado de Franco pero de ésas no os salváis!, señalando las chimeneas de los hornos de gas, de las cámaras, de las salas de exterminio. Y nos decían que entráramos para ducharnos. Fue muy duro ver a un alicantino, por ejemplo, llamado Rafael Bonet, que murió allí. Y ver a tantos valencianos, a tantos paisanos de Castellón, del propio Alicante, entrar en las cámaras y no salir. Aunque más duro era verles morir en los campos de trabajo, helados por el frío y muertos de hambre y de dolor.

-¿Cómo pudo sobrevivir?

-Ni yo mismo lo sé. Me quedé en los huesos. De ochenta kilos que pesaba pasé a pesar 35 kilos. La muerte por inanición era muy frecuente. No se hacían necesarias las ejecuciones, y aun así las había: te mataban a palos por culpa de cualquier pequeño detalle, te provocaban un colapso en las duchas heladas o ardientes, te colaban un tiro en la nunca, te despeñaban por la cantera. O si no podías trabajar, te inyectaban gasolina en el corazón. Sí, no sé todavía cómo puede sobrevivir. pero aquí estoy. Y con la cabeza muy despejada. Para denunciar tanto horror.

GUARDA DE NOCHE

La emoción puede más. José Jornet Navarro no puede seguir. Antes, en otro momento de la conversación, cuando los malos recuerdos no habían llegado, me confesó que cuando fue liberado volvió a Alicante, y que gracias a su cuñado (Miguel Romá), consiguió un puesto de guarda de noche en la sede principal de la antigua Caja de Ahorros del Sureste, en la calle San Fernando, hoy edificio social de la CAM.

Jornet Navarro ha narrado en ocasiones su terrible experiencia. Y ello le ha costado no pocos disgustos. Cuando publicó una serie de escritos en un periódico regional, las reacciones de otros grupos no se hicieron esperar. Fue acusado en textos y anónimos enviados a la Caja de «rojo peligroso», e incluso hubo un movimiento de antiguos miembros de la División Azul alicantina que le dedicaron uno de sus boletines. Fue en el año 69. Decían de él barbaridades. Y no faltaban las amenazas, según cuenta. Todo menos dejarle quieto, con su tristeza, sus sufrimientos y el recuerdo de los camaradas que se quedaron en Mauthausen.

RECORDAR A LOS AUSENTES

-¿Le hubiera gustado recordarlos en los actos de Cullera que comenzaron ayer y siguen hoy?

-Espero que los compañeros que están allí lo hagan. Porque de agradecidos es reconocer lo que representamos todos para todos en esos duros momentos. Momentos que se endurecieron tras la entrevista de Hitler con Franco en Hendaya, cuando el entonces ministro Serrano Suñer le dijo a Hitler que con los prisioneros españoles hiciera lo que le diera la gana. Por eso nos enviaron a campos de exterminio.

José Jornet se considera, pese a todo, un hombre con suerte por haber podido regresar del horror de Mauthausen. Allí murieron miles de compañeros. Recuerda a los valencianos Rafael Sivera, de Alcira, y a Enric Ferrer. Estaban en Gusen, donde murieron miles y miles. Escuchó decir que allí murieron 3.839 republicanos españoles. Y que en otros campos, dentro del horror, las duchas frías, el «molido de huesos», eran habituales.

José Jornet dice que Mauthausen era el campo más importante de Austria, enclavado en el corazón del valle del Danubio. Su tercera categoría quería decir «exterminio». Asegura que allí iban los detenidos «graves» con condenas de ejecución o cadena perpetua. En su memoria hay espacio para nombres como los de Serralta, Luis Estáñ, que aún vive en Callosa de Segura, a Eusebio Pimentell y a Vicente Gandía, que actualmente viven en Francia. Y dice que todavía tiene frescos en sus oídos los gritos de los guardianes, que decían: «Vosotras, españolas, mariconas, el único camino de salida son las chimeneas del crematorio», mientras les molían a palos. -¿Duros recuerdos, verdad, señor Jornet?-Durísimos porque al final convirtieron Mauthausen en una fábrica de piltrafas. Por eso debemos seguir denunciando ese horror. Y por eso, jornadas como las de Cullera no deben morir. Hay que mantener este tipo de actos, organizar nuevas convocatorias para que volvamos a juntarnos y dar gracias por haber salido con vida de allí.Y pedir a las autoridades que no nos olviden. Hasta ahora han hecho muy poco, pero confiamos en cambiar la situación. Porque hay que confiar, ¿no?

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