La concejala que se quedó helada

Ella siente frío en el cuerpo, asegura. Cabe suponer que más que otras veces porque ofrece mucha epidermis de su cuerpo a la glaciación. Además, se ha presentado al plenario municipal recién salida de la peluquería. O eso parece. Le han rasurado el pescuezo por un dictado de la moda y así ha debido ordenárselo al fígaro que la atendió. O fígara, que eso no nos consta y tampoco hace al caso.

Por ahí, por el rapado cogote debe haberle llegado parte del porcentaje del helor del que ella, Vanessa Romero , se queja. Y entre tiritona y tiritona, con los sabañones amenazándola con hacerse sentir en dedos y orejas, a Vanessa le ha dado tiempo de comprobar que la regulación de la temperatura en los espacios públicos se llevó a cabo sobre parámetros masculinos, lo que ella considera debe ser tomada como referencia canallesca, una nueva demostración del omnímodo poder del heteropatriarcado capaz de dominar hasta el termostato.

Vanessa, respaldada por informes y datos que acaba de obtener en Internet con la complicidad de Google, lanza su admonición. El frío que dice sentir la concejala de Unidas Tiritamos es culpa y así lo proclama de un micromachismo , afirmación que deja medio turulatos a la mayor parte de los alicantinos allí presentes. Y de lo mas perplejo al propio alcalde que pregunta a la aterida si se trata de una broma. La friolera responde que de broma nada e insiste en su tesis del micromachismo sintiéndose como se siente avalada por la sabiduría que ha sabido destilar de una página de Internet.

Defiende que los parámetros que determinan la intensidad del frío o el calor fueron una imposición del machismo sobre el termómetro, si bien ella con tal de no parecer exagerada hasta el paroxismo dice que se trata de un caso de micromachismo.

Las reacciones en las redes sociales no se hacen esperar y se acaloran al compás de la temperatura ambiente en el exterior, del todo contraria a la nevera que Vanessa siente que es el salón municipal en el que ella se sienta. El feminismo rampante respalda a la camarada y trata de arroparla con una toquilla virtual para que su Vanessa deje de sentir el frío que dice sufrir y que ya cala sus huesos. Otros usuarios de Twitter la mar de frescos la toman con ella y se pitorrean de sus gélidas sensaciones en un salón de plenos. Su micromachismo pasa a ser considerado de inmediato una macrochorrada . Y hay quien repite la manida frase de que «en España hay más tontos que botellines», que como es del todo evidente no puede endiñársela a Vanessa Romero, friolera concejala alicantina, salvo que sea modificada convenientemente. Otra cosa sería que se dijese que «en España hay más tontos y tontas que botellines y botellinas». Entonces si que podría resistir la comparación.

Nos quedamos sin saber –al menos por ahora—si no será que el frío que dice sentir Vanessa es idéntico al que sufren todos aquellos y aquellas a los que no les alcanza el calorcillo que emana del poder. Estar en la oposición pudiera ser una razón de peso y determinante para notar el desagradable fresco que ella dice sentir y sufrir.