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Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Se nos murió el amor

«Esto de ir a unas nuevas elecciones es producto de un ego como una catedral de grande »

Imagen de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez tomada este miércoles en el Congreso de los Diputados EFE

No sé si al final llegaremos a un nuevo proceso electoral. A fecha de hoy, a esta hora, no lo sé. Todo apunta a que sí, todo indica que vamos a unas nuevas elecciones generales . Las cuartas en cuatro años. Toma del frasco, Carrasco.

En este tema no me gusta bromear, así que les ruego lean este artículo con toda la seriedad posible, si es que es posible, claro. En fin, les ruego cara de ajo y ceño fruncido para abordar el tema que nos ocupa. No puede ser de otra manera.

Así como el viejo refrán nos dice que “con las cosas de comer no se juega”, con la democracia, tampoco. Lo digo con total seriedad, a pesar de que la cosa puede dar pie a ironía, coña, chirigota y francachela. Pero no, no tengo el cuerpo para fiestas con esta cuestión.

He de entonar el “mea culpa” en esto de la broma a costa de la posibilidad de nuevas elecciones. Al día siguiente del intento fallido de investidura ya iba apuntándome, por Twitter, a la solicitud de los papeles del voto por correo. No hice bien. Solo puedo excusarme en que, por aquel entonces, tenía toda la esperanza, que no el convencimiento, de que en este mes de septiembre tendríamos gobierno. Pero no, una vez más, la realidad supera la ficción.

No me gusta nada esta situación, supongo que como a casi todos los españoles, por lo que supone de menoscabo de la imagen de España, de deterioro de nuestra democracia y de debilitamiento del sistema democrático. Por no hablar del coste económico de no tener Presupuestos Generales del Estado . Cada uno tiene sus motivos y razonamientos puede haber muchos. A mí me hace reflexionar, una vez más, sobre la aparición, crecimiento, empoderamiento y actuación de los “nuevos partidos”. Mucho ruido y pocas nueces, si me lo permiten, con muchas más palabras que hechos, y unas alforjas muy grandes para un viaje tan corto. En realidad, para un viaje a ninguna parte. Conste que hoy, el reparto de “zascas” es a diestra y siniestra. Tanto me da, y tanto me fio.

No puedo por menos que pensar también en el papelón de los partidos de siempre, de los afianzados con experiencia y vocación de gobierno. Debilitados por el desgaste electoral de la fragmentación del voto nos hablan de cultura de pacto para enfrentarse a la realidad de lo imposible de alcanzar los acuerdos necesarios para la gobernabilidad. Porque de una gran coalición a la alemana, aquí, ni hablamos. Hay demasiadas cargas pendientes en la mochila política. Pero es que, de pactos de bloques políticos a la izquierda o la derecha, más allá de acuerdos municipales o autonómicos, tampoco. A las pruebas me remito pese a los intentos que se han llevado a cabo. Y así nos luce el pelo.

Imagen de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez tomada este miércoles en el Congreso de los Diputados EFE

Miren, o eso de la cultura de pacto es una milonga, cosa que no creo, o es que si lo dirigentes políticos, los líderes, los de arriba, no son capaces de administrar lo que les han pedido los ciudadanos en las urnas, es que seguramente no son dignos de hacerlo cuando anteponen sus intereses personales y de partido al bien común y a la razón de Estado.

Esto de ir a unas nuevas elecciones es producto de un ego como una catedral de grande y de una abrupta relación de “mucho te quiero perrito, pero pan poquito” en la que se les murió el amor, de tanto usarlo. Y ya van dos, con esta, tres. Que luego nadie se llame a engaños.

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