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Toni Subiela - Peus de plom

Desapareciendo

«El Gobierno del Botànic tiene una visión tan destilada de lo que significa ser de esta tierra, que no incluye opinión ni matiz posible»

Ximo Puig, Mónica Oltra y Vicent Marzà, en las Cortes en una imagen de archivo ROBER SOLSONA

Mucha gente compartimos orgullosamente un sentimiento valenciano inclusivo, ser parte de una tierra trabajadora, noble y solidaria, alegre y respetuosa con otros lugares y culturas. Entre todo aquello que sentimos como propio y en lo que nos identificamos, se encuentra la lengua valenciana , aquella que nos expresa y nos aporta gran parte de nuestra personalidad.

El patrimonio lingüístico es de la ciudadanía valenciana, de valencianoparlantes y castellanoparlantes, de las personas que lo hablan cada día en su localidad con su familia, amistades o trabajo y de aquella gente que hemos comprendido la tenencia de dos lenguas como una riqueza patrimonial de la que sentirse satisfechos.

Menos traumas y más luces. Uno habla valenciano en su pueblo y puede acabar disfrutando o trabajando en otro lugar, donde lo único que escuche en nuestra lengua sea el Himno Regional tras alguna ceremonia. Uno habla castellano u otra lengua de otro país y acaba trabajando en alguna empresa de una localidad valencianoparlante y acaba entendiendo, y cuando te descuidas hablando, el valenciano.

Y la razón y el sentido común han hecho el resto a lo largo de la historia para vivir las cosas sosegadamente y entendiéndose, sin obligar el entendimiento ni forzar el habla. La valencianidad , en todas sus expresiones, siempre se ha considerado como algo grande en nuestra sociedad, que nos ha hecho querer contarla al mundo entero y compartirla con los demás.

Pero existe otra manera de entender lo propio, un reduccionismo cultural que empequeñece lo importante, desprestigia nuestra proyección, se atraganta y no deja respirar: cuando se impone el valenciano y se falsea la historia para adoctrinar, cuando À Punt habla para una parte, cuando se quitan otras artes en el Palau , cuando no se habla de Azorín porque no escribió Doña Inés en valenciano.

El gobierno del Botànic logra lo contrario de lo que se propone en todo lo que hace. En temas lingüísticos por desgracia también: está empequeñeciendo el valenciano, lo valenciano, todo lo que nos describe. Tiene una visión tan destilada de lo que significa ser de esta tierra, que no incluye opinión ni matiz posible .

Donde manda y no gobierna esta gente, fiestas y tradiciones, cultura y educación, medios de comunicación y administración pública, están hechas a su imagen y semejanza en dos colores: rojo y amarillo. Sin azul ni naranja, sin sabor. Todo es pequeño y excluyente, inadaptado y en riesgo de desaparecer. Como ellos mismos puede ser.

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