Trapero: claves del regreso del jefe de los Mossos
El mayor quiso asegurarse de que trabajaría con total «independencia» respecto al gobierno secesionista
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Iniciar sesiónPara su «vuelta a casa», el mayor de los Mossos estrenó uniforme y recuperó las medallas -incluyendo de la Policía Nacional y la Guardia Civil- guardadas en un cajón durante los tres años que duró el proceso judicial en el que finalmente ha sido absuelto. ... Pero el «nuevo» Trapero estrenó también un tono humilde alejado de su proverbial arrogancia. «Todos lo podíamos haber hecho mejor, yo el primero» , dijo ayer en su puesta de largo al retomar las riendas de la Policía autonómica. «Mi defensa de los Mossos no fue bien entendida, no ayudé a que se entendiera bien, lo que provocó que se complicaran las relaciones personales». Sus malas relaciones con el coronel de la Guardia Civil Diego de los Cobos resultaron catastróficas. «Una persona al frente de 17.000 hombres tiene que velar más de lo que yo lo hice aquellos días para cuidar estas relaciones personales», reconoció ayer.
El examen de conciencia de estos tres años le ha servido, dice, para «no cometer los mismos errores» , y promete ponerlo todo de su parte para recuperar la confianza en los Mossos que se quebró en otoño de 2017. Aterriza con la «mano tendida» a la Policía Nacional y a la Guardia Civil: ayer mismo telefoneó a los responsables de ambos cuerpos, encontrándose con «la mejor de las respuestas», pese a los innumerables encontronazos del pasado. Asegura que mejorar esas relaciones forma parte de sus propósitos.
Dice que ha cambiado mucho, que es un hombre nuevo y que tras mucho meditarlo opta por volver a dirigir a los Mossos tras haberse asegurado de que podrá trabajará con total «independencia» , es decir, sin injerencias del gobierno secesionista. El tiempo dirá si son solo palabras o si el viejo uniforme del «viejo» Trapero del 1-O queda definitivamente enterrado al fondo del armario.
Distanciado del «procés»
A la Generalitat no le quedaba más remedio que ofrecerle de nuevo el mando de los Mossos, pese a que el mayor -esta categoría, que Puigdemont le concedió, nunca llegó a perderla- cada vez repudiaba más todo lo que tuviera que ver con el «procés». Parecen de otros siglo las imágenes del verano de 2016 en el que se le pudo ver con Puigdemont, Rahola y Joan Laporta compartiendo paellas y canciones en Cadaqués (Gerona). El «procés» todavía no había metido la directa. También queda muy atrás la gestión de Trapero de los atentados yihadistas del 17 de agosto de 2017. Entonces el «procesismo» quiso convertirle en un símbolo del independentismo, e incluso estamparon su cara en camisetas con aquella famosa frase que espetó a un corresponsal extranjero al que no le gustaba que en las ruedas de prensa se contestara primero en catalán: «Bueno, pues muy bien, adiós». Y en la jornada del referéndum los independentistas presumían de «sus» Mossos frente a la contundencia de la Policía Nacional y la Guardia Civil para abortar la consulta ilegal.
Pero Trapero, cada vez más incómodo, se fue alejando de todo aquello. Y en el juicio del «procés» en el Tribunal Supremo, cuando él ya había sido procesado en la Audiencia Nacional, sacudió la sala con una testifical demoledora para los intereses de los líderes secesionistas. Aseguró que había advertido a Puigdemont del riesgo de incidentes si seguía adelante con el referéndum, y también explicó que tenía un plan para detener a todo el gobierno secesionista si así se lo pedían la Fiscalía o los jueces. La distancia se hizo cada vez mayor , y la parroquia independentista, indignada con el procesamiento de los políticos, apenas levantaba la voz para secundar al que había sido jefe del cuerpo que, hace no tanto, consideraba «su» policía. Sin llegar a acusarle de «traidor», a él no llegó el abrigo de los lazos amarillos.
Una reunión clave
Todos estos lodos podían embarrar su vuelta. Por eso Trapero, según dio a entender ayer en su primera comparecencia, antes de aceptar el cargo quiso asegurarse de que podría trabajar con total independencia respecto a la línea política del gobierno de la Generalitat. Quiso asegurarse en una reunión con el consejero de Interior, Miquel Sàmper, de que iba a poder trabajar con normalidad. «La policía hará de policía» , había dicho un día antes el consejero. Una sentencia que parecería obvia fuera de las latitudes procesistas, pero en Cataluña parece que hay que repetirla. «Esto siempre ha estado claro y siempre ha sido así, pero ahora está más claro» , dijo ayer el mayor de los Mossos respecto a la autonomía del cuerpo respecto a los políticos.
Horizonte judicial despejado
Trapero ha aceptado volver ahora después de haberlo rechazado con anterioridad. Hace un par de años declinó la propuesta del entonces presidente de la Generalitat, Quim Torra, y del que era su consejero de Interior, Miquel Buch. Todavía no se había ni sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional y era un riesgo innecesario. También había dado largas recientemente a Sàmper, una vez el tribunal le absolvió. Pidió tiempo para reflexionar. No fue hasta que l a Fiscalía renunció a recurrir la sentencia absolutoria, que Trapero vio el camino libre .
El horizonte judicial aclarado y la promesa de la Consejería de Interior de que «la policía haría de policía». Pero no han sido los únicos aspectos que Trapero ha sopesado para la vuelta. Sus circunstancias familiares han cambiado , ahora tiene una hija pequeña, y eso también era motivo de reflexión. Las prioridades cambian. Finalmente, se ha decantado por aceptar retomar las manijas de los Mossos, eso sí, con el ánimo de poder compaginar vida profesional y vida personal. «Vuelvo porque este cuerpo es parte de mi vida» .
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