REPENSAR CATALUÑA
«El buen gobierno es lo que debilita al nacionalismo»
José Domingo, presidente de Impulso Ciudadano, ve en un gran pacto de los partidos nacionales la única solución para acabar con el 'procés'
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Iniciar sesiónEsto no se acaba
No se acaba, pero el ‘procés’ como tal se ha estrellado, eso sí lo creo, aunque sus impulsores siguen estando al frente. En lugar de estar en una fase de evaluación de daños, tratando de arreglar el mal que han hecho ( ... división social, y emprobrecimiento) se empeñan en seguir avanzando. Pero el ‘procés’ tal y como lo hemos conocido hasta ahora tiene los días contados.
Condenados al empate.
Parte de la sociedad catalana no asume el engaño, sigue narcotizada y en las últimas elecciones, aunque les han votado 700.000 menos, les han dado las llaves para que sigan pilotando esto, aunque con un coche gripado que no va a ningún sitio.
Hace unos meses pensábamos que se abría una etapa de sanación, de recomposición social. Ahora vuelve el desengaño. No avanzamos.
Esa es la sensación, pero nos tenemos que dar cuenta de que el problema no es tanto de la política catalana como de la nacional. Con un gran acuerdo de los grandes partidos para fijar un nuevo modelo de relación autonómico, esto cambiaría. Pero la realidad es que los partidos nacionales están profundamente enfrentados, y si estos no se ponen de acuerdo, el mensaje que se transmite a un votante catalán es que no hay razón para votarles.
Madrid no sabe cómo afrontar esto.
Desde siempre, los grandes partidos españoles han tomado como interlocutores a los partidos nacionalistas, y siguen en ese error. En las mesas de diálogo, o a la hora de elaborar leyes de educación, sigue vigente el marco pujolista de que es el nacionalismo el que habla por boca de Cataluña, sin atender la pluralidad real. La solución a los problemas que genera el independentismo es un gran acuerdo nacional.
¿Sobre qué bases?
Pues sobre la asunción de los valores constitucionales. Establecer un marco general, un pacto de mínimos, y llegar a acuerdos con quienes estén dentro del mismo. El único cordón sanitario que hay que imponer es sobre quienes no respetan la Constitución. Esto no va de un enfrentamiento entre comunistas y fascistas:plantear la política en estos términos no ayuda a la estabilidad de España, e impide de manera particular llegar a una solución para Cataluña. Mientras los partidos nacionales no apliquen ese esquema están condenados al fracaso en Cataluña.
¿Qué responsabilidad tiene el constitucionalismo en Cataluña?
No ha sabido entender esas claves. El enfrentamiento entre partidos constitucionalistas es enorme, y se busca en la misma bolsa de votos, y esto disuade el voto. La gran abstención del 14-F se dio en el constitucionalismo.
Las asociaciones navegan en solitario.
La sensación de soledad es importante, no hay apoyo institucional. La única vez que desde el poder se apoyó a estos movimientos cívicos fue en momentos límite como en 2017. Falta trabajo a largo plazo.
La sensación es que el pleito catalán es cada día más irrelevante.
–Ahora tenemos el velo de la pandemia, una cortina que tapa muchas cosas. Y cuando acabe esto habrá una sociedad más debilitada, empobrecida... veremos cómo se gobierna esto. Las prioridades ahora son otras, y el problema nacionalista no es lo primero.
No hay el temor de antes.
Han sucedido cosas. Por ejemplo, la aplicación del estado de alarma, y la actuación de una autoridad nacional única en la gestión de la pandemia, se han visto con relativa normalidad. No como una tragedia.
Igual pasó con el 155.
Así es. Muchas veces se sobrevalora la reacción y la fuerza del nacionalismo. La gente por lo general lo que quiere es que le solucionen sus problemas, no que les generen nuevos. Si tienes un poder político capaz de generar nuevos ánimos, el nacionalismo pasará a un segundo plano. La fuerza del buen gobierno es lo que debilita a las fuerzas nacionalistas.
¿Un escenario como el de 2017 es irrepetible?
En los términos en los que se planteó, lo es. Para empezar ya no pillarán al Estado confiado, pensando que no son capaces de volverlo a hacer. Un escenario de rebeldía como en 2017 solo será posible cuando el independentismo alcance una masa crítica para que sea imparable. Y ahora eso yo no lo veo. No veo ilusión, ni apoyo social, ni liderazgo. Puigdemont es referente para unos, pero inaceptable para otros.
Hay quien plantea que sin los presos en la calle no hay solución.
Eso exige una previa. No se puede contemplar ninguna medida de gracia como el indulto sin que el independentismo asuma la lealtad institucional. Carece de sentido ofrecer una solución amigable cuando el otro ofrece golpes en el hígado. Cualquier solución amistosa pasa por que la gente huida vuelva a España y se someta a la Justicia, y que tanto los que regresen como los ya condenados reconozcan como principio de funcionamiento el respeto a las leyes y la lealtad constitucional. Mientras eso no ocurra es imposible e inviable arbitrar soluciones amistosas. No me niego a que los presos puedan salir en las condiciones de normalidad que establece el Código Penal, o con una ley de indultos, pero eso que podría ser una solución exige respeto a las normas. Mientras eso no ocurra sería un insulto a la democracia española.
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