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Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Barcelona

«El secesionismo marcha sobre Barcelona para convertirla en campo de batalla»

La tragicomedia independentista contamina también -siempre lo ha hecho: ahí está la Associació de Municipis per la Independència con los alcaldes levantando la vara y haciendo el paseíllo por la plaza de San Jaime- la política municipal. Ahora, se trata de una pieza de caza mayor.

El secesionismo marcha sobre Barcelona para convertirla en campo de batalla. Objetivo: que la capital de Cataluña sea un baluarte nacionalista. Y algo más. En eso aparece Ernest Maragall como candidato de ERC a la alcaldía barcelonesa.

¿Qué buscan los republicanos? Además de cargarse las primarias que eligieron a Alfred Bosch -tanto hablar de primarias para dinamitarlas a la primera de cambio defenestrando al elegido-, persiguen tres cosas: 1) rentabilizar electoralmente el apellido Maragall; 2) hacer más difícil una lista unitaria con el PDECat o la Crida de Carles Puigdemont -¿alguien cree que Ernest Maragall irá de segundo de Neus Munté o Ferran Mascarell o al revés?- y, sobre todo, 3) abrir el camino a un bipartito municipal con los comunes de Ada Colau que podría ser tripartito si el PSC de Jaume Collboni no resiste los cantos de sirena -la gobernabilidad de la ciudad como anzuelo- de unos y otros.

Un pacto que podría ir más allá y materializarse en el Parlamento de Cataluña. Por decirlo de otra manera: ERC descabalgaría al PDECat o la Crida -en definitiva, al prófugo de Bruselas y sus pretorianos- por la vía municipal. Frente al secesionismo de Carles Puigdemont, encarnado en el meritorio o subalterno de turno, frente al populismo de Colau o el posibilismo independista de Ernest Maragall; frente ello, aparece un Manuel Valls que aprovecha la ocasión -un PSC deshinchado, un Ciudadanos en horas bajas y un PP cauteloso- para presentar una plataforma -se admiten alianzas- que recoja los votos de aquellos ciudadanos que no están dispuestos a que Barcelona se someta a la demagogia de unos y/o al secesionismo de otros. A fin de cuentas, Barcelona es una ciudad y no una ficción nacional.

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