Inyección de fármacos: cinco minutos para acabar con la vida del 'pistolero de Tarragona'

Sabau quedó totalmente dependiente, con una tetraplejia irreversible y un pie amputado como consecuencia del enfrentamiento con los Mossos d'Esquadra tras la fatídica jornada del 14 de diciembre de 2021, cuando después de diversas amenazas atacó la oficina de la empresa de Securitas Direct en la que trabajaba y acabó atrincherado en una masía de Tarragona, obligando a intervenir al Grupo Especial de Intervención (GEI) de la Policía catalana.

Ahora, casi un año después de aquel día de furia, el reconocido derecho de Sabau a acabar con su vida colisiona con el insatisfecho derecho de sus víctimas a la tutela judicial efectiva, es decir, el derecho constitucional de toda persona a invocar la actividad de los órganos judiciales en defensa de sus intereses legítimos. Con su muerte, obviamente, Sabau no podrá ser juzgado de los delitos de tentativa de homicidio, atentado a la autoridad y tenencia ilícita de armas de los que está acusado y por los que hasta hoy ha permanecido en prisión preventiva en el módulo penitenciario del Consorcio Sanitario de Tarrasa (Barcelona), donde hoy se pondrá punto final a su vida.

Después de que el Tribunal Constitucional avalase el pasado 12 de agosto la eutanasia de Sabau, la defensa de los agentes de los mossos heridos por el pistolero, que lidera José Antonio Bitos, del sindicato Uspac, acudió al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) para pedir su suspensión cautelar, que fue desestimada. Ahora seguirán con el procedimiento en el TEDH para que se reconozca que se vulneraron sus derechos, algo que de producirse será con Sabau ya fallecido. No habrá, claro, juicio posible, sí acaso el reconocimiento a posterior. Del mismo modo, y con el archivo de la causa, la defensa deberá reclamar ante la Generalitat las indemnizaciones que corresponden a los heridos.

Primero fue la Comisión de Garantías del Departamento de Salud de la Generalitat la que dio el aval médico a la muerte asistida del pistolero, y tanto la juez de primera instancia como la Audiencia Provincial coincidieron en que la Justicia no puede impedir el ejercicio de un derecho fundamental, como el de una muerte digna. El TC ratificó posteriormente esta posición, al entender los magistrados que no existe ninguna violación de derechos fundamentales y tampoco trascendencia constitucional para frenar el proceso.

Aunque finalmente hoy se le practicará la eutanasia, Sabau no logró que el juzgado de instrucción número 5 de Tarragona estimase una última peticiono de su defensa para poder pasar sus últimos días fuera del modulo penitenciaria para poder despedirse de su familia en un entorno no carcelario. La juez no atendió la petición por el riesgo de fuga a pesar del estado de salud del preso. Atendiendo a esta circunstancia, y en un auto conocido ayer, la juez explica que su traslado a otro centro «no alteraría en demasía» su situación. La juez admite que «atendida la grave situación médica» puede prácticamente asegurarse que el «riesgo de reiteración delictiva o riesgo de atentar contra la integridad de las víctimas, así como el riesgo de alterar fuentes de prueba, se han visto mitigados enormemente». Sin embargo, afirma la juez, en un hospital convencional la participación de un tercero o familiar podría facilitarle la huida. La juez recuerda igualmente que en el módulo penitenciario ya puede recibir visitas de familiares.

Estos son los que acompañarán finalmente a Sabau en sus último minutos, un procedimiento rápido y que se producirá mediante inyección letal, en tanto que la vía oral para eutanasias solo se administra en el Hospital de la Vall d'Hebron. Concluirá así la peripecia vital y judicial de un personaje al que todo se le torció el 14 de diciembre del pasado año, cuando disparó al gerente de la empresa para la que trabajaba, con la que estaba en litigios, y a otros dos compañeros en Tarragona, después de amenazarlos por correo electrónico. El inicio del mensaje rezaba «Felices fiestas, cabrones, ladrones y racistas», junto al que adjuntó dos fotografías con armas de fuego en ambas manos. Soltero, aficionado al tiro, afirmaba que no tenía nada que perder.

Además de los tres empleados, Sabau también hirió de bala a un agente de la Policía catalana que, de paisano, le dio el alto en una rotonda. Tras el ataque en la sede de Securitas en Tarragona, Sabau se atrincheró en una masía de Riudoms donde, pertrechado con varias armas y un chaleco antibalas, desoyó los avisos de los negociadores. Los GEI acabaron entrando para neutralizarlo. Los disparos que recibió lo dejaron con unos dolores «constantes e insoportables, sin posibilidad de alivio», dolores a los que hoy, casi un año después se pone fin.