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El timo «daliniano» a un museo japonés

Amantes del arte de Dalí del país nipón quisieron hacerse con una escultura que el empordanés expuso en Okinawa en 1975. Fueron víctimas de una surrealista estafa

La obra «Dios Solar emergiendo de las aguas de Okinawa» ABC

JESÚS HIERRO

Se acordaron de aquella escultura daliniana de rocambolesco título exhibida en la Exposición Oceánica Internacional de Okinawa (Japón) de 1975 y pensaron que había que recuperarla. El «Dios Solar Emergiendo de las aguas de Okinawa», con el que Salvador Dalí pretendió homenajear a los muertos en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, debía de lucir permanentemente en vitrinas del país nipón. Un grupo de japoneses vinculados al mundo del arte vieron en esta escultura un significado excepcional y se pusieron manos a la obra. En 2007 crearon un comité para tratar de devolverla a Okinawa. Contactaron con un agente de arte japonés. Fue el primer error. Los miembros del comité recién creado no sabían donde se metían, sumergiéndose en un enredo que los dejaría esquilmados.

El marchante nipón se puso en contacto con el propietario, un distindido prohombre, que supuestamente tenía la obra a buen recaudo en un palacio de Cangas de Onís. Un experto en la obra de Dalí se unió a la trama para darle seriedad al asunto. Así al menos lo considera un fiscal, que pide un año y medio de cárcel para cada uno de los tres prohombres por un supuesto delito de estafa , de cara al juicio que está previsto que se comience el miércoles en la Audiencia de Barcelona.

El viaje a Cangas de Onís

Pero vayamos a los detalles del supuesto timo, que el fiscal describe en su escrito de acusación. Pusieron precio a la obra, 600.000 euros. Los japoneses dijeron que ni hablar. Propusieron entonces alquilarla, eso sí, con opción de compra, por si acababan encariñándose con el «Dios Solar». Los japoneses querían ver la escultura, así que se desplazaron a Cangas de Onís para ver de primera mano su objeto más preciado. Fueron recibidos por todo lo alto por el propietario, en una visita organizada por una empresa barcelonesa, de la que el marchante japonés acusado era su legal representante. Ya en el palacio, el propietario les aseguró que la escultura era la misma que Dalí expuso en Okinawa. Para intentar acreditarlo entregaron a los japoneses un «certificado de autenticidad» y otro del experto daliniano.

El comité nipón aceptó las condiciones del alquiler y a lo largo de 2008 fue ingresando en una cuenta de los acusados hasta un total de 372.371 euros. En mayo de 2008 la pieza llegó a Okinawa . Durante el trayecto algunas de las piezas del coral se rompieron. El conde tenía la solución. Repararla con un simple pegamento y la obra ya estaría lista para exhibirse.

Las exposiciones en Okinawa comenzaron en septiembre de 2008, y ya en noviembre, los japoneses se plantearon hacer valer la opción de compra y comenzaron a negociar. Pero entonces entró en escena el director del Museo de Bellas Artes de Urasoe, que se olía el percal. Algo no cuadraba. Presentó una fotografía de la obra expuesta en 1975. No coincidía con la que el comité había traído del palacio de Cangas de Onís .

La escultura de la foto tenía un marcado tono dorado, mientras que la que tenían delante era de un claro color plateado. Se encendieron las alarmas. Los japoneses mostraron sus dudas al propietario, que intentó disiparlas con otro certificado de autenticidad. El comité no le creyó y en agosto de 2009 rescindieron el contrato . Fue entonces cuando la alambicada historia entró en el terreno judicial.

El comité presentó una querella y se requirió un informe pericial a la Fundación Gala-Dalí. El dictamen fue tajante: «El ejemplar no cumple los requisitos para ser considerado como escultura original y auténtica de Dalí» . El informe también confirmó que la escultura que se había vendido a los japoneses no era la de la exposición internacional de 1975. Las piezas no tenían nada que ver. La de Dalí era de coral auténtico mientras que la que ahora tenían entre las manos era de pasta sintética. Las dimensiones, el volumen y el contorno también eran diferentes.

Indemnización y multa

El marchante japonés, el coleccionista –propietario de la colección de esculturas surrealistas de Dalí– y el experto en la obra del artista están citados para sentarse en el banquillo el próximo miércoles para un juicio que está previsto que se alargue durante seis sesiones. Allí tendrán oportunidad de defenderse de las acusaciones de la Fiscalía que, además de la pena de cárcel, reclama que los acusados indemnicen al comité con los 372.371 euros que supuestamente les estafaron, y que paguen una multa cada uno de casi 3.000 euros.

Parece claro que el «Dios Solar» que emergió 33 años después en Okinawa tenía poco que ver con el de la exposición internacional de 1975, pero será la Justicia quien ahora deberá escribir el desenlace de esta enrevesada historia de tintes surrealistas y confirmar si la pesadilla de los nipones fue en realidad una estafa, un malentendido o una mera ensoñación.

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