«El público», en la cabeza de Lorca

Ahora es el turno del espectador de la Sala Gran del TNC que tiene que adentrarse en este universo lorquiano. «Pido a los espectadores que se dejen llevar con todos los sentidos, porque es una pieza para viajar, soñar y perderse», palabras de Rigola que reconoce que él mismo también se ha dejado llevar muy lejos.

«Lorca plantea en “El público” el dilema interior que mantuvo a lo largo de toda su vida artística entre escribir a gusto de los espectadores o romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor». Ahí queda eso. Rigola reconoce que se identifica con Lorca cuando éste habla de honestidad artística y se pregunta si está actuando con valentía como creador.

La obra original tiene más de cuarenta personajes que el director catalán ha reducido a menos de la mitad y que finalmente interpretan catorce actores. «Desde el principio me puse en contacto con los grandes estudiosos de Lorca como Lluís Pasqual, Frederic Amat, Javier Huertas Calvo y otros expertos en la obra de Lorca».

El público entra en un enorme jardín plateado que invita a viajar a un mundo onírico. Max Glaenzel ha ideado un escenario que recrea la tierra y hace referencia al espacio teatral «bajo la arena», del que habla Lorca cuando busca un teatro profundo, auténtico y honesto.

Esta propuesta escénica es una invitación a un viaje poético, en el que aparecen las diferentes facetas del autor representadas por varios alter-egos, mientras los deseos sexuales suben al escenario con forma de caballo.

Pep Tosar interpreta al director de escena: «Yo confieso que me enfrento a la obra a partir de la mitomanía, para mi Lorca es un mito». Nadie sabe dónde está el manuscrito de esta pieza, reclama Tosar, y nadie sabe todos los «Públicos» que nos hemos perdido por culpa del cruel fusilamiento del que se cumplen ochenta años.