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Como anillo al dedo

¡Qué bien le sienta Britten al tenor Padmore! O al revés, qué bien le sienta Padmore a Britten, ¿quién sabe?

Padmore y Britter, durante su actuación en el Palau de la Música MARTÍ E. BERENGUER

Pep Gorgori

¡Qué bien le sienta Britten al tenor Padmore! O al revés, qué bien le sienta Padmore a Britten, ¿quién sabe? El caso es que la Orquesta Sinfónica Camera Musicae (OCM) tuvo el acierto de invitar a una de las estrellas de la lírica británica a hacer en Tarragona y Barcelona una de las cosas que mejor se le dan: cantar obras de su compatriota. Concretamente, la Serenata para tenor, trompa y orquesta, un compendio de seis canciones basadas en textos de autores ingleses de diferentes épocas, enmarcado por un prólogo y un epílogo para trompa solista. Una delicia para los oídos que, en la voz de Padmore, cobra un caracter aún más especial.

Con la noche como nexo de unión, Britten buscó en la trompa el caracter íntimo y nocturno, a ratos apasionado, a ratos misterioso, siempre emocionante, que evocan los poetas. Padmore estuvo brillante en una interpretación entregada, perfecta y con el gusto exquisito que es desde hace muchos años marca de la casa.

La OCM, con casi quince años de historia, ha mostrado una evolución constante, y sus conciertos vienen siendo desde hace tiempo una fuente de gratas impresiones. El trabajo de su director, Tomàs Grau, ha ido dotando a la formación de un sonido cada vez más personal. Un trabajo, dicho sea de paso, acompañado por la complicidad de los atriles, donde se sitúan músicos de enorme talla que -salta a la vista- disfrutan haciendo música juntos.

Todo ello fue palpable tanto en la primera parte, con Padmore y Britten, como en la segunda, con la nada sencilla Quinta Sinfonía de Shotakovich. Música atormentada y tremendamente rica, con matices infinitos e innovaciones escondidas en cada recoveco, con las que el autor intentaba dar rienda suelta a su creatividad sin violentar al régimen ruso.

Un concierto, pues, para disfrute de un público bien fidelizado y que hoy es la clave para el buen funcionamento esta iniciativa privada. Con todo, seguramente lo mejor fue el regalo de Padmore fuera de programa: un lied de Schubert, «Städchen», dedicado también a la noche, que entonó a solas con el pianista de la formación, Jordi Humet. Uno de aquellos momentos inolvidables, sin duda.

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