Hazte premium Hazte premium

Sí, aeropuerto Josep Tarradellas

Las razones del rechazo independentista al nombre de Tarradellas vienen de lejos, desde la fundación de Òmnium Cultural en 1961

El presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas(c),acompañado de su esposa,Antonia Macía, son recibidos por el ministro de Trabajo,Manuel Jiménez de Parga (i),al descender del avión que los ha trasladado desde Tours tras 38 años de exilio. EFE
Sergi Doria

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Después de haber bautizado todo con los nombres de los dos más iluminados presidentes de la Generalitat –Macià y Companys–, el mundo separatista frunce el ceño cuando el gobierno de España decide llamar Josep Tarradellas al aeropuerto de El Prat.

Ocurrió el agitado 21-D mientras Òmnium celebraba en la estación de Francia un «consejo popular de ministros» (¿les ha elegido alguien en las urnas?). Tras proclamar que aquel pintoresco gabinete «son nuestros auténticos ministros» –entre ellos, la hermana del fugado Puigdemont– el vicepresidente de la entidad, Marcel Mauri, criticaba la propuesta del consejo de ministros de verdad. A sus invectivas se unió Elisenda Paluzie, presidenta de la descontrolada ANC: «Nos tratan como una colonia, ni siquiera el nombre del aeropuerto lo podemos escoger nosotros», protestó. «Qué el nombre de la infraestructura más importante y estratégica no lo podamos decidir, ni siquiera hacer propuestas, ser consultados… es que efectivamente nos consideran una posesión», tuiteó Puigdemont desde su palacete republicano de Waterloo… ¿Pensaban acaso en celebrar un referéndum? ¿O ponerle «aeropuerto de los Jordis»? preguntamos.

Aunque la versión oficial es la falta de consenso toponímico, las razones del rechazo independentista al nombre de Tarradellas vienen de lejos. Desde la fundación de Òmnium Cultural en 1961, con el concurso del nacionalcatolicismo catalanista del monasterio de Montserrat y la proto-Convergencia de Pujol, se desplegó una estrategia para devaluar –política y, sobre todo, económicamente– al entonces presidente de la Generalitat en el exilio. Si Òmnium desviaba las donaciones y mecenazgos del empresariado y los catalanes de Hispanoamérica, la situación financiera del President en Saint Martin le Beau sería precaria y susceptible de ser supeditada a las dádivas del aprendiz de banquero Pujol.

Pero Tarradellas no vivía en el limbo. Consciente de que en una hipotética restauración de la Generalitat nada podría ser igual que antes del 36, se mantenía informado, a través de Vicens Vives y de Josep Pla, sobre la España de los años cincuenta y sesenta. La aversión por los turbios manejos de Banca Catalana es conocida, al igual que la desconfianza hacia la comunidad benedictina: «No tienen nada que ver ni con la Iglesia ni con Cataluña».

Recuperamos, a continuación, algunas opiniones de Tarradellas. «El trío Montserrat, Òmnium Cultural y Banca Catalana tiene un mismo pensamiento y facilita la acción a quienes querrían hundir el país. Lo triste de todo esto es que son tan ‘babaus’ que se creen lo contrario…». La difusión de la lengua catalana enmascaraba las ambiciones del nacionalismo burgués en su reciclaje del franquismo al nacionalismo: «La ‘moixiganga’ cultural que han organizado y organizan cuatro minimecenas de fabricantes y ‘botiguers’ que se creen que de esta manera podrán dirigir en el futuro la vida política de nuestro país».

O la petición del President a Félix Millet Maristany, uno de los fundadores de Òmnium : «Que no interviniesen políticamente ni en Cataluña ni fuera de ella». La entidad debía limitarse a la lengua catalana: «Que dejaran de crear estados pasionales entre nosotros y de subvencionar catalanes y no catalanes que dicen luchar por la independencia de los ‘países de lengua catalana’, que cerrasen sus delegaciones de Europa y América y que las importantísimas partidas las destinasen a becas… Pero todo eso no les interesaba ni les interesa, ya que sus propósitos son otros».

Aquella carta a Ramón Sugranyes, miembro de la gestora de Òmnium: «Ser o denominarse catalanes en Barcelona, franquistas en Madrid, servir fielmente al Régimen y, al pasar la frontera, presentarse como ultranacionalistas… Si no nos oponemos crearán unos sentimientos contra Cataluña por parte de muchos catalanes y de aquellos que no lo son y que hoy representan, según ciertas estadísticas, el 30 por ciento de la población».

En diciembre de 1969 Tarradellas reitera a Sugranyes sus prevenciones sobre la estrategia de Òmnium: «Si continúa su actual acción política, veremos repetirse los hechos de hace cincuenta años atrás». Esa táctica distanciaba a los universitarios crecidos en el marxismo del catalanismo histórico: «Ven en muchos de los defensores de nuestros valores espirituales una posición fascista».

Conviene recordar que el aeropuerto del Prat está aparejado a uno de los fiascos más sonados de Òmnium. El 3 de abril de 1970, la entidad organizadora del Premi d’Honor de les Lletres Catalanes anunció una multitud en el aeropuerto para recibir a Josep Carner y su esposa, Émilie Noulet. Acudieron dos centenares escasos de personas y la senilidad del llamado «príncipe de los poetas» derivó el ilustre galardón al combativo Joan Oliver, «Pere Quart». El President lamentó esa utilización de Carner «como bandera de una baja política hecha de rencores y ambiciones personales es despreciable y a la vez imperdonable».

No todo son malos recuerdos. El 23 de octubre de 1977 Tarradellas saludaba a la ciudadanía desde el DC Ciudad de Mahón. ¿Qué mejor nombre para nuestro aeropuerto que el del President más Honorable?

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación