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Sergi Doria - Spectator in Barcino

Notas de la Cataluña despistada

Mientras en Sant Carles de la Ràpita votaban contra Carlos III la Generalitat de la república que no existe (idiota) animaba a trabajar el Día de la Hispanidad

Aragonès, el pasado 12 de octubre, durante una comparecencia ante los medios de comunicación GENCAT

Sergi Doria

Salir de Cataluña oxigena las neuronas. Así lo sentían en los sesenta y setenta quienes llegaban a Barcelona y dejaban atrás un Madrid abrumado por el peso del estado franquista. Ahora es al revés. A la primera oportunidad, los catalanes huyen a cualquiera de las Españas. Jorge Dexler escribió una canción, 'Vente pa' Madrid', que popularizaron Ketama, Danny Thompson y Toumani Diabeté. Puro mestizaje: «Vente a Madrid de una vez / Y que te lleven de rumba / la noche, por Lavapiés…»

Los catalanes siguen el consejo. Se van 'pa Madrid'… o 'pa' Sevilla como este cronista a participar en la entrega del Prix Formentor al escritor argentino César Aira. Las conversaciones literarias que dirige Basilio Baltasar han dedicado esta edición, precisamente, a «la vida itinerante en el ancho mundo» bajo el título de 'Náufragos, peregrinos y argonautas».

El cosmopolitismo es el ADN del Formentor. En la isla del hotel Barceló Renacimiento, ubicado en otra isla, la de la Cartuja, uno puede sentirse un «Robinson literario», bien acompañado por cómplices de la Galaxia Gutenberg: Gerald Martin, Francisco Ferrer Lerín, Juan Antonio Masoliver, Anna Caballé, Moisés Mori, Isabel Soler, Sonia Hernández, Antoine Gallimard, Jorge Herralde, Michi Strausfeld, Patricia Almarcegui, María Belmonte, Miquel Molina, Pilar Rubio Remiro, Philippe Claudel, Lídia Jorge…

Jesús García Calero, redactor jefe de Cultura y ABC Cultural, moderó una de las mejores conversaciones, dedicada a los argonautas. «El argonauta confía en darle la vuelta a su destino… Porque el sentido de la vida es ser transfronterizo» señaló Pilar Rubio Remiro, editora de La línea del horizonte. María Belmonte recordó las experiencias de los Durrell en Corfú, antes de que Lawrence escribiera 'El cuarteto de Alejandría' y Gerald deviniera en el popularísimo 'Naturalista amateur'. Miquel Molina rescató de una librería genovesa las «Conversaciones de Lord Byron con la condesa de Blessington», joya bibliófila que demanda la publicación en español. Philippe Claudel, celebrado autor de 'Almas grises', recordó su experiencia lectora del 'Viaje al fondo de la noche' de Céline. Moraleja ajedrecista: «Aunque nos sentimos seguros de nuestro lugar en el tablero, nunca somos los dueños de la partida».

De vuelta a Barcelona, otra vez el indigesto rancho separatista. El cerebro se emponzoña de estulticia. Desde Bélgica, entre gofre y gofre, el prófugo exconsejero de Cultureta Puig Gordi plantea si el interés de TV3 en el volcán de La Palma «¿es por que pertenece al continente africano o por su españolidad?». El admirador de Putin, Josep Lluís Alay, jalea la (miserable) sandez: «¿Cuánto está costando a TV3 mantener este despliegue informativo del que ya no hablan ya muchas cadenas españolas? ¿No pasa nada en el mundo que tenga más interés para los catalanes?»

En Sant Carles de la Ràpita el alcalde de Esquerra, Josep Caparrós, organiza un referéndum para cambiar el nombre de esta ciudad del Montsià por el de La Ràpita. Aunque gana la propuesta, solo los suyos se acercan a las urnas: poco más de una cuarta parte del censo. Ganan con el 18 por ciento, por debajo del 20 por ciento estipulado.

Me encuentro en el Planeta con Emili Rosales. En 2005, el editor y escritor (Sant Carles de la Ràpita, 1968) ganó el premio Sant Jordi con 'La ciutat invisible'. Los apellidos de los protagonistas suenan a trasuntos del autor. Emili Rosell correteaba en su infancia entre las rocas de la Ciudad Invisible en Sant Carles de la Ràpita. Andrea Roselli es un arquitecto que viajó a San Petersburgo, la ciudad que sirvió de modelo al proyecto de Carlos III.

En el ambicioso programa urbanístico que el Rey planea con Floridablanca y Sabatini destaca San Carlos: «Una ciudad para las artes, un puerto para el comercio, un canal marítimo para el Ebro navegable», escribe Antoni de Capmany. Dos siglos después, el galerista Rosell cartografía la Ciudad Invisible: «El edificio de aduanas del canal y los silos medio asolados, la iglesia neoclásica inacabada y la plaza porticada que proclama aún la grandeza de la ciudad que no fue, la cantera saqueada y los inequívocos ejes urbanísticos». La Ciudad del Rey, la urbe del Ebro condenada a ser la Ciudad Invisible de la que apenas queda memoria popular, como tampoco quedó de la Ilustración.

Mientras en Sant Carles de la Ràpita votaban contra Carlos III la Generalitat de la república que no existe (idiota) animaba a trabajar el Día de la Hispanidad: «res a celebrar» del «genocidio», regurgita la portavoz de los botarates. ¿Cataluña no tiene nada que ver con América? Carlos III, a quién Esquerra pretende borrar del mapa, aprobó el comercio entre Cataluña y el Nuevo Mundo. ¿Les suenan los indianos, las habaneras y los catalanísimos negreros?

Con esta tropa (Aragonès-Colau) vamos a la irrelevancia, advierten desde el Círculo de Economía: «Las sociedades despistadas pierden oportunidades que son muy difíciles de recuperar...»

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