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Sergi Doria - SPECTATOR IN BARCINO

El abuelo carlista del «cupaire»

El verano de 2019, una manada de Arran destrozó a martillazos el monumento de Vilalba dels Arcs a los combatientes en la Batalla del Ebro. Erigido en 1968 recordaba, en catalán, el « exemple i sacrifici » del casi millar de soldados del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat: solo sobrevivió un centenar.

El monumento conecta con un caminito de cipreses bordeado de mojones de piedra con los nombres cincelados de los caídos en la ofensiva contra la posición republicana de la Punta Targa: cruce de Vilalba dels Arcs, Corbera d’Ebre, la Fatarella y Gandesa. El grupo separatista raspó aquellos nombres hasta hacerlos ilegibles.

Aquel agosto del 38 doscientos requetés intentaron tomar por su cuenta –la acción estaba desestimada por el mando franquista– la Punta Targa. Lo explica Andreu Caralt –guía de Terra Enllà, empresa especializada en la batalla del Ebro– a Víctor Amela en Nos robaron la juventud (Plaza y Janés): «El manual del requeté instruía a rezar y no temer a la muerte que conllevaba el Paraíso… Quedó este campo tan lleno de cadáveres que un comisario republicano del PSUC se apiadó: por megáfono dio al enemigo una tregua de cuatro horas para retirar a los muertos… Josep Espluga se llamaba».

La guerra depara historias para la reconciliación: «Cuentan que los catalanes republicanos, por las noches, oían cantar el ‘‘Virolai’’ a sus enemigos de enfrente, requetés, catalanes todos… y se les caían las lágrimas», añade Caralt.

Alguno de los ignaros que vandalizó el monumento fascista se sorprendería de contar con un ancestro requeté. Corbera fue tomada por los franquistas en abril de 1938 y reconquistada por los republicanos el 25 de julio, San Jaime. Una abuela abrió la puerta a un brigadista internacional. En lugar de alegrarse le espetó cariacontecida: « Què veniu a fer aquí fillets meus? ». La abuela sabía que la suerte estaba echada y la bandera rojigualda preparada… El soldado republicano le complicaba la existencia.

Caralt relataba esta historia y la remataba diciendo que a los «caballeros mutilados» del bando vencedor el régimen les concedió estancos. En una ocasión, a un joven oyente, se le demudó la faz: «Era antisistema, de la CUP. Y me dijo que su familia tenía un estanco, desde los años cuarenta, de su abuelo… Catalán de generaciones y católico y carlista, al saberse movilizado por los republicanos, huyó al bando sublevado. Allí se alistó como requeté, ¡todos voluntarios!».

La experiencia del cupaire puede extrapolarse al nacionalismo sobrevenido independentista. Muchos de los que combatieron a la República hoy combaten a la Monarquía parlamentaria y blasonan de republicanismo antifascista : la empanada mental catalana.

Reaparece la Cataluña vigatana con sus fuentes en La tradició catalana (1892) de Torras i Bages y La Veu de Montserrat (1878) de Jaume Collell. El primero afirma que «Cataluña la hizo Dios» y ante esa realidad nada pueden los Estados (se refería, claro está, al Estado liberal español). Collell modificó la letra del «Virolai». Verdaguer había escrito « Reina dels cors, Espanya vos invoca » y Collell lo corrigió: « Reina dels cels, que els angelets serraren ».

Es la Cataluña de Josep Morgades. El obispo de Vic que en 1895 suspendió a divinis a Verdaguer publicó una pastoral sobre la lengua catalana en la Iglesia. La palabra de Dios debe predicarse en catalán sin desatender «aquellos feligreses que no comprendan el catalán; como Nos lo haremos procurando que se predique en sus respectivas lenguas a las colonias de franceses, italianos, ingleses y alemanes que existen en nuestra ciudad…». Verbigracia: los hablantes en castellano son unos forasteros más.

En esas ciénagas integristas abreva la alcaldesa de Vic, doña Erra que Erra: hay que imponer el catalán, aunque el interlocutor «por su aspecto físico o por su nombre» no parezca catalán.

Cual epidemia de la intoxicación histórica, el coronaVIC infesta la Cataluña rural y amarilla. En Laura a la ciutat dels sants (1930), Miquel Llor describía esa urbe levítica que la niebla aísla del mundo: «Es la plaza circundada: bocas abiertas, a punto para la sonrisa, a punto para la maledicencia, a punto de echarle en cara que es la forastera indeseable, la barcelonesa sarnosa, una pobre, una perdida, una carne mísera».

El vigatanismo que Jaume Brossa, –desde el Modernismo cosmopolita– oponía a finales del XIX a la Barcelona «moderna y complicada» liga al secesionismo con el nacionalcatolicismo. El alcalde Vila d’Abadal compitiendo en xenofobia con la Plataforma por Cataluña del ultra Anglada. La genealogía franquista de la fugada Marta Rovira (Vic, 1977): su bisabuelo paterno, alcalde de Prats de Lusanés (1939-1941) y el abuelo materno de Sant Pere de Torelló (1956-1965).

Esa memoria es para posconvergentes y republicanos tan incómoda como para el cupaire nieto de un carlista con estanco…

Quien pierde los orígenes pierde la identidad, cantaba Raimon. Y los separatistas, ¿afrontarán su identidad en lugar de eliminarla a martillazos?

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