Salvador Sostres
El boxeador que todavía aguanta
Ahora la mayor preocupación de Jaume Giró es desvincularse de sus negocios y que la CUP no le perciba como un enemigo
Miércoles 17 de mayo de 2006. Bar Hemingway, hotel Ritz, París. Son las 23:30 de la noche y el Barça acaba de ganar la primera Champions de la era Laporta, con Frank Rijkaard de entrenador y Belletti como autor del gol de la victoria.
Mis invitados van llegando de Saint-Denis. Entre ellos, Jaume Giró, entonces mano derecha del presidente de Repsol, Antonio Brufau, David Madí, hombre de la máxima confianza de Artur Mas, que aún tardaría 4 años y medio en convertirse en el presidente de la Generalitat, Quim Forn, que organizaba los intereses de Convergència en el ayuntamiento de Barcelona, y Oriol Pujol, a quien su padre estaba promocionando como presidenciable porque no acababa de confiar en el carisma del candidato Mas.
Precisamente Oriol, que entonces iba muy sobrado, le dijo a Giró, para tomarle el pelo, que Artur Mas pensaba en él como consejero de Economía. Giró, que siempre ha sido soberanista y ha vivido con especial interés y pasión la política, dijo sentirse capacitado para cumplir el encargo, ante las miradas de complicidad y burla del hijo del expresidente y de Quim Forn. Madí, visiblemente incómodo, se mantuvo al margen.
Quim Forn está en la cárcel por sedición, y Oriol Pujol, tras haber pasado también por prisión, condenado por tráfico de influencias, cohecho y falsedad, está absolutamente invalidado para la política. El pasado lunes, 17 de mayo, habían pasado justo 15 años de aquella noche parisina. Jordi Sànchez llamaba desde la cárcel a Jaume Giró:
–¿Aceptarías ser el nuevo consejero de Economía?
Sànchez busca a un consejero que no sea un académico, sino alguien con experiencia en el mundo económico, acostumbrado a tender puentes en Cataluña y en Madrid, a solucionar problemas y a evitar incendios. Madí, con fuerte ascendente sobre el preso, de quien es amigo desde que coincidieron de jóvenes en la organización independentista La Crida, le propone el nombre de Giró.
En tono muy pragmático, el negociador de Junts le dice que quiere una legislatura duradera. Desde que empezaron las negociaciones, Sànchez ha sido realista con los suyos y con Esquerra respecto de la «culminación de la independencia», explicando que en la sociedad catalana hay una mitad independentista, pero que sólo una mitad de esta mitad cree de verdad que algo va a culminar en los próximos años.
Giró le pide día y medio para pensarlo. Llega a casa y se lo comenta a su esposa, Ana Aguirre, que sorprende a esposo con la respuesta:
–Pues esto lo veo mucho mejor que lo del Barça. Será muy difícil, perderemos vida privada, pero si te hace ilusión y quieres servir a tu país, tienes todo mi apoyo.
Al día siguiente, Giró llama a Sànchez a Lledoners para aceptar el cargo. Sánchez le pide máxima discreción hasta el lunes próximo pero el viernes, el mismo periodista que había filtrado el fichaje de Jaume para la candidatura de Laporta, y su posterior renuncia, Àlex Font, del diario ‘Ara’ –curiosamente hermano del excandidato rival a la presidencia del Barça, Víctor Font– da en exclusiva que tenemos nuevo conseller de Economía.
Dos cuestiones son significativas de este nombramiento. La primera es que a Elsa Artadi nadie le propuso nunca ser la vicepresidenta ni la consejera de Economía. Jordi Sànchez, muy enfadado con ella porque cuando tenía prácticamente cerrado el acuerdo con Aragonès, vio cómo intervino en las negociaciones y casi las hace saltar por los aires con tres o cuatro demandas extra que irritaron sobremanera a Esquerra, no llegó a hacerle la llamada que sí le hizo a Jaume. Tan cierto es que Artadi había marcado distancias con el nuevo Govern, y había dicho que quería quedarse en el ayuntamiento de Barcelona para intentar ser alcaldesa en 2023, como su coqueteo permanente con el cargo, alimentado por las filtraciones a los medios de su jefe de prensa, Jaume Clotet. En cualquier caso, cuando anunció que no estaría en el Govern fue porque supo que Sànchez no iba a proponérselo. Y no al revés.
La segunda cuestión, en este mismo sentido, ha sido que Puigdemont se ha mantenido al margen de las negociaciones de la formación del Govern. Giró pudo constatarlo, hace 10 días le visitó a Waterloo. El pasado 13 de marzo, cuando anunció que no sería vicepresidente del Barça, el expresidente le escribió un whatsapp para preguntarle qué había pasado. Quedaron en verse y la cita tuvo finalmente lugar la semana pasada. Puigdemont insistió en que si de él dependiera, no investiría a Aragonès.
Todo lo contrario, Giró mantiene desde hace diez años una estrecha relación con Esquerra. Desde que 2012 conoció a Sergi Sol, mano derecha de Oriol Junqueras, la fluidez ha sido total entre el alto ejecutivo y los republicanos, llegando a crear recelos de hasta dónde llegaba el interés de la entidad y hasta dónde el de su agenda personal. Si bien es cierto que esta relación le permitió blindar a la entidad de los ataques de que había sido víctima desde el mundo independentista, unas veces a propósito de los peajes en las autopistas catalanas y otras por la resistencia del banco a ponerse al servicio de su causa, también lo es que tales equilibrios le costaron a La Caixa el reproche del Gobierno y de determinados círculos periodísticos y empresariales por «equidistante».
Su relación con Esquerra tuvo también para él consecuencias negativas, como cuando intercedió, a petición del partido, para que Jaume Roures se quedara finalmente con el Grupo Zeta. Roures había prometido a los de Junqueras que si le ayudaban a hacerse con la empresa editora de ‘El Periódico’, se convertiría en su diario de referencia. En La Caixa, que tenía la última palabra sobre la venta, causó estupor que Giró insistiera en la candidatura de Roures, tanto por su anticapitalismo e independentismo como porque habían resultado fallidas todas sus aventuras empresariales en la prensa escrita. Además, que la iniciativa tuviera como último beneficiario a Esquerra, despertó en la institución inquietantes resonancias de operación política en clave sucesoria. Giró, que ya había marcado un perfil bastante inequívoco al oponerse tras el referendo de 2017 a que La Caixa trasladara su sede social fuera de Cataluña, vio cómo su continuidad en la compañía se volvía inviable
Hoy la mayor preocupación de Jaume Giró i Ribas es desvincularse de sus negocios y que la CUP no le perciba como un enemigo, y por ello pone en valor los años que ha dedicado a la Fundación La Caixa. Es cierto que en el desempeño de esta labor conoció de muy cerca el sufrimiento y el dolor, a los que siempre fue sensible desde el ejercicio de su cargo; pero también lo es que fueron los años de su mayor promoción personal entre las élites empresariales, periodísticas y políticas, y que sus ideas económicas se basan en la prosperidad y en la creación de riqueza. El prometido «giro a la izquierda» de Aragonès ha acabado siendo de 360 grados. Y tras tanta grandilocuencia, vetos y exigencias, la CUP se ha quedado al fondo, irrelevante y pagando Fantas.
Como un boxeador que todavía aguanta, ser consejero de Economía le devuelve a Giró el protagonismo mediático, político y social que perdió al salir de La Caixa y tras el accidentado intento del Barça. Pero cada vez quedan en Cataluña menos cargos para ser alguien.
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