El Museo de la Música quiere renovarse

Ha pasado mucho más desapercibido que el nombramiento de Elvira Dyangani Ose como directora del Macba, pero el Museo de la Música de Barcelona ha hecho público también el nombre de su futuro máximo responsable. Jordi Alomar (Inca, Baleares, 1985), musicólogo, músico y gestor cultural será el encargado de emprender, explica, «una modernización necesaria» del equipamiento.

Su objetivo es que pase de ser un espacio de prescripción, con un discurso unidireccional, a convertirse, además, en un centro para la «facilitación de espacios, dinámicas y procesos con los que la ciudadanía pueda hacer valer sus derechos culturales». Según la comisión que ha evaluado a los más de veinte candidatos presentados, el proyecto de Alomar elabora «una reflexión intelectual de alto nivel y un planteamiento de modernidad respecto a las líneas de actuación del Museo de la Música y del Centro Robert Gerhard», institución esta última que vela por la investigación y la difusión del patrimonio musical.

Alomar tomará las riendas del museo pasado el verano, de modo que será entonces cuando podrá empezar a definir un calendario concreto de actuaciones. Sobre el papel, sus propuestas auguran cambios profundos y ambiciosos no solo en la exposición permanente: «Hay que entender el museo como un museo del siglo XXI», que tenga como motor «las ideas de complejidad, diversidad e hibridación». Si hasta ahora se ha puesto el acento en el fondo patrimonial, especialmente de instrumentos musicales, el nuevo director quiere que esta parte del museo comparta protagonismo con los documentos, libros, y material audiovisual de diferentes épocas que se conservan. «Me gusta entender este conjunto sin jerarquizarlo», asegura.

El relato del museo también se someterá a revisión: «Hay que entender la historia no como una narrativa firme, arraigada en torno a una idea hegemónica, sino como el resultado fluctuante de encuentros, de procesos que son transnacionales, complejos e híbridos, como la sociedad». En la práctica, esto implica poner el foco en aspectos como «la memoria de la inmigración, las minorías culturales, las diferencias entre clases sociales, la perspectiva de género, etc». Y todo esto, haciendo del Museo y el Centro Robert Gerhard un equipamiento en el que la investigación académica y la artística compartan espacio y experiencias.

El Museo de la Música se fundó en el Conservatorio Municipal de Barcelona en 1946, aunque el Ayuntamiento ya había empezado a incorporar objetos musicales a sus colecciones en 1867. En 1980 se trasladó a un edificio modernista de la Diagonal (la Casa del Barón de Quadras) y desde 2007 ocupa parte del edificio del Auditorio de Barcelona. Aunque en la última década ha incrementado su volumen de visitantes, de los 33.000, de 2010, a los 42.000, de 2019, aún sigue siendo uno de los museos más desconocidos por el público de Barcelona.

Para cambiar esto, Alomar se propone «entender el Museo y el Centro Robert Gerhard como un núcleo neurálgico del pensamiento sobre el hecho musical y sonoro, que sea un lugar de referencia en el mapa cultural catalán, como lo es, por ejemplo, el CCCB en el ámbito de las Humanidades».

Su proyecto plantea también «la idea de impulsar una línea editorial propia, similar a lo que hace ya La Virreina, con títulos relevantes y de enorme calidad». Los ejemplos no son gratuitos, ya que en los últimos años ambos equipamientos han visto crecer tanto su público como su prestigio dentro del imaginario colectivo. Desde 2010, el CCCB ha pasado de 359.000 visitantes a más de medio millón, mientras que La Virreina recibe ahora la visita de más de 100.000 personas al año, frente a las 84.000 de hace una década.฀