Operación asfixia

Parecía que estuvieran de vacaciones pagadas, pero no: los miembros del Govern catalán trabajan estajanovistamente para hacernos la vida imposible. No hay pilar de la civilización que el nacionalismo no socave. Todo el proceso separatista ha sido una gran malversación de las competencias autonómicas, una enorme burla al Estado de Derecho. Y se recrean en ello. Ahora, Oriol Junqueras, sedicioso y malversador, sin arrepentimiento y bajo la promesa de reincidir, dará clases en la Universidad de Vic. La fundación universitaria, por cierto, está presidida por Anna Erra, la política que distingue a los catalanes autóctonos a simple vista. Todo un reclamo. Todo un escándalo.

Las prioridades nacionalistas para la educación son preocupantes. Otro ejemplo reciente es el ataque del decreto Bargalló al derecho de los padres para elegir la mejor educación para sus hijos. En lugar de dedicarse a mejorar la educación pública, la Generalitat se ha propuesto maltratar a las concertadas, eso sí, después de haberlas usado durante el procés.

Tampoco se libra la propiedad. La Generalitat actúa como un lobby de las mafias de la okupación. Más garantías al okupa que al propietario y desprecio a las miles de familias catalanas que esperan una vivienda social sin romper ninguna puerta. Además, vuelven al «Espanya ens roba», derrochando recursos públicos en una ignominiosa campaña, mientras ocultan que el infierno fiscal es decisión de los poderes autonómicos. Si los catalanes de rentas bajas y medias son los que más pagan de España es porque así lo quieren los nacionalistas. Estos solo se han preocupado de que los tramos que afectan a los altos cargos sean más bajos.

En fin, no sabemos si el Mobile volverá a Barcelona, ni si seguirá la Nissan en la Zona Franca. Esquilman a la clase media y boicotean a la trabajadora (no solo en la Meridiana), aunque esa elite populista, que protagonizó el golpe del 2017, tiene el futuro asegurado. Ni Estado de Derecho, ni libertad, ni propiedad, ni trabajo. Adiós, mundo civilizado. Es la Operación Asfixia, con el aval socialista.