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Joan Carles Valero - Letras expectativas

Humanismo tecnológico

«La industria espacial se antoja una esperanza en ese escenario. Pero hay asuntos preliminares que afectan a nuestra condición: el humanismo»

Joan Carles Valero

Estamos inmersos en la mal llamada revolución 4.0 porque no deja de ser la misma revolución que siempre hemos vivido: la del maravilloso ingenio humano. Pero si ponemos ordinales, hay otra en marcha que se está acelerando y que Inma Martínez radiografía en su libro «La quinta revolución industrial» (Deusto). Es la que protagoniza la carrera espacial y que propiciará la mayor expansión industrial de este siglo en sectores como aeronáutica, telecomunicaciones, minería o agricultura. Una revolución que implicará una nueva fase de evolución social: la vida fuera del ámbito terrestre por la necesidad de nuevas fuentes de energía y ante un planeta finito de recursos para mantener a los 7.000 millones de almas que poblarán pronto la Tierra, sumida ya en cambios climáticos.

La industria espacial se antoja una esperanza en ese escenario. Pero hay asuntos preliminares que afectan a nuestra condición: el humanismo. La tecnología está adquiriendo una corporeidad cotidiana que comienza a interpelar al ser humano. Lo envuelve como una nueva piel y le está construyendo una nueva alteridad. ¿Qué sentido tiene todo lo que es capaz de hacer para nosotros? Ese es el reto que tiene que responder el humanismo tecnológico, apuntaba José María Lassalle, vocal de la junta directiva del Cercle d’Economia, en la primera sesión del ciclo «Barcelona, capital del humanismo tecnológico». Un humanismo en la era del capitalismo de vigilancia y ante el colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital, en una suerte de «ciberleviatán» que gobierna nuestras vidas y que nos convertirá en titulares de una libertad asistida, cómoda, segura, confortable, pero también sin retorno crítico.

Urge volver a los fundamentos: el ser humano como medida de todas las cosas en una época definida por el prefijo post delante de modernidad, verdad y democracia. Porque el riesgo no es otro que el de liquidación, como anticipaba Bauman: liquidación judía, del enemigo de clase, de la otredad…. Hasta peligrar el propio ser humano. Porque a través de la acumulación de datos, la revolución digital, lejos del domino de las máquinas, esconde una nueva versión de la dominación del hombre sobre el hombre. De ahí que haya que politizar internet para que sea una infraestructura y no un instrumento. ¿Qué modelo quiere seguir Barcelona, el de una ciudad organizada como negocio o humanista, aunque tecnológicamente puntera? Tenemos la oportunidad de ser la primera capital tecnoética de Europa. Llega la hora de los compromisos.

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