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Antonio Robles - Tribuna abierta

El escupitajo devaluado

Puede que no haya mayor desprecio que un escupitajo contra la cara de tu adversario. No menos cierto es que tal grosería sólo enerva el orgullo del ofendido. En nada perjudica su hacienda o merma sus fechorías. El detalle solo es la respuesta impotente del vencido o la dignidad del que se siente disgustado. Mera escaramuza sin daños colaterales.

Sin embargo, el salivazo es capaz de tapar mayores ofensas, la mayoría con efectos vejatorios para los intereses de toda una nación.

Los verdaderos escupitajos los profirió Rufián vomitando sobre el escaño «esa mezcla de serrín y estiércol» a que nos tiene acostumbrados ERC y el resto de bandoleros golpistas que pretenden quedarse con un trozo de España como si tal saqueo fuera lícito y democrático. ¿Acaso hay peor gargajo que esa corrupción del lenguaje donde los golpistas son demócratas y el resto de ciudadanos fachas? ¿Por qué los medios se ciscan en un bufido y no se encabronan con un presidente del Gobierno que todos los días nos miente y gestiona su debilidad parlamentaria con fuerzas que no han condenado a ETA o maquinan cada día cómo socavar los cimientos de la nación? ¿Qué salivazo mayor que el del narciso que monta las de Caín contra un dictador muerto y vaya a Cuba a legitimar a un dictador vivo? ¿Hay mayor indecencia que pacte con populistas capaces de engendrar en sus filas a gentuza que grite: «¿Ortega Lara, vuelve al zulo»? ¿O en TV3 emitan un publirreportaje donde se valen de confundir la bandera constitucional con la simbología nazi para hacer pedagogía del odio contra todos los españoles? (Imprescindible su visión: https://www.goo.gl/48jjhB).

Un escupitajo de verdad es que el supremacista Torra siga al frente de la Generalidad a pesar de catalogar a los ciudadanos que hablamos español como «bestias con forma humana». Un escupitajo de verdad son los más de 300 asesinatos de ETA no juzgados, y que el presidente ha olvidado para pactar con quienes aún no condenan a ETA. Un escupitajo de verdad es cada vez que Pedro Sánchez nos chulea desde el Falcon con unas gafas de sol tratando de reflejarse en nuestras pupilas, como Narciso en el agua. Recréense a su antojo. España es hoy una letrina.

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