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17-A, LOS TESTIMONIOS

«Dimos bien la talla. Teníamos un plan que hemos mejorado»

Isabel Cirera, la doctora que coordinó el dispositivo asistencial del 17-A, relata cómo a pesar del impacto emocional, los profesionales asistenciales trabajaron con gran profesionalidad

La doctoa Cirera, en el Hospital del Mar ORIOL CAMPUZANO

Esther Armora

Era un tranquilo y caluroso día de agosto, con los hospitales a medio gas. Barcelona bullía de turistas y nada hacía presagiar la tragedia. Por eso, tras un servicio sin sobresaltos, Isabel Cirera, responsable del Servicio de Urgencias del Hospital del Mar de Barcelona, abandonó el centro sanitario sobre las 16.15 horas y montó en su coche dirección Sitges, localidad próxima a Barcelona en la que reside con su familia. Lo que vivió apenas una hora después es algo que esta profesional sanitaria, hepatóloga de especialidad pero que decidió como reto personal saltar a las galeras en 2013 y ponerse en primera línea del fuego asistencial, es algo que llevará consigo para siempre. Pese a su apariencia de mujer fuerte y con temple, y a su prestigio y veteranía, a Cirera aún se le hace un nudo en la garganta y se le empañan los ojos recordando el trágico atentado en las Ramblas de Barcelona del 17 de agosto de 2017, que segó la vida a 16 personas y en el que tuvo un papel protagonista al coordinar el dispositivo que asistió al mayor número de pacientes, un total de 36. "Aún no puedo hablar de ello sin emocionarme" , asegura Isabel Cirera en una entrevista concedida a ABC.

Su hospital, por proximidad al lugar de los hechos, asumió el mayor volumen de heridos, un total de 36 contando los que les llegaron derivados del centro de urgencias Peracamps, de Ciutat Vella, que forma parte también del Parque de Salut Mar. La noticia del atentado pilló a Isabel entrando en su casa de Sitges. "Me habían avisado ya por whatsapp pero no los había leído. Fue al aparcar el coche en el garaje cuando ví que me llamaban del hospital", explica la facultativa. "Isabel, ha habido un atentado en las Ramblas. Empezarán a llegar heridos", le dijeron sus compañeros del hospital. Empleó apenas unos minutos en subir a su casa, coger un neceser, y despedirse de su familia. Después, montó de nuevo en el coche para dirigirse a Barcelona. En el trayecto, esta profesional de las urgencias ya empezó a mover piezas y llamó a su jefe de sección, el doctor Alfons Aguirre, para que se desplazara a Peracamps y coordinará allí la asistencia. "Peracamps frenó el primer golpe, después empezamos a recibir los primeros heridos en el Hospital del Mar".

Pasillo inundado de camillas

Lo primero que vio Cirera cuando entró en el centro sanitario por la tarde fue el largo pasillo que conecta las dos alas del hospital, la que da a la Ronda del Litoral y la que desemboca en el frente marítimo, totalmente llenas de camillas. "Había pacientes en urgencias que pudimos dar de alta porque no eran casos graves , ellos mismos se ofrecieron voluntarios para marcharse; otros, a los que no fue posible dar el alta, tuvimos que concentrarlos en esa ala del hospital para descongestionar los boxes de urgencias y dejarlos preparados para los heridos del atentado", explica la especialista.

Sirera se siente sumamente satisfecha con el resultado del operativo. "La capacidad emocional y humanidad es más que suficiente para que todo funcione", afirma emocionada. Subraya la "enorme" profesionalidad y solidaridad demostrada por el equipo asistencial y toda la gente que se volcó en el dispositivo.

"Las tareas de identificación deben mejorar"

Reconoce, sin embargo, que hay cosas a mejorar como "las tareas de identificación de los heridos". " Es vital que sepamos la identidad de los pacientes para dar un buen servicio. Debemos saber a quién ya le hemos puesto suero, de quién es la sangre que hemos extraído para analizar... Eso quizás podría haber sido más ágil", admite la facultativa. Reconoce, asimismo, que el resultado de la intervención asistencial no hubiera sido tan óptimo si el atentado hubiera coincidido con meses de punta de pacientes. "Si se hubiera producido en enero con el aumento de ingresos por la gripe todo hubiera sido más complicado", dice Isabel. También hubiera empeorado, y mucho, el resultado si los terroristas hubieran atentado con bombas y metralla. "El herido politraumático es habitual en urgencias, es más fácil atenderlo. Si hubiera sido con metralla, los afectados serían muchos más y el tipo de herida también hubiera sido más difícil de abordar", dice la experta.

"No olvidaré los gritos y la mirada de ese niño"

Su voz se vuelve a quebrar cuando este diario le invita a describir la imagen que más le impactó de esas casi 48 horas frenéticas de asistencia. "Curiosamente lo que más me impactó fue un niño cubano, que no estaba grave, simplemente erosionado porque lo habían arrastrado. Nunca olvidaré los gritos que daba cuando le curábamos, aunque lo que más me impresionó fue su mirada. Sus ojos buscaban consuelo desesperadamente pero no lo encontraban. No entendía nada". explica la especialista. Otro momento de carga emocional fue cuando en plena comunicación con el Servicio de Emergencias Médicas (SEM) de Cataluña para completar las tareas de identificación recibió un whatsapp de su marido. "¿Cómo estás?", le preguntó. Todo se detuvo en aquel momento y Cirera no tardó ni un segundo en responder a su esposo. Lo tuvo claro. "No sabes lo infinitamente feliz que soy sabiendo que estáis en casa". "Viviendo situaciones como ésta te das cuenta de lo vulnerables que somos y valoras lo que tienes", añade la titular de Urgencias del Hospital del Mar.

Un pack de farmacia disponible

Ahora, casi a un año vista del atentado, reconoce que la tragedia ha servido para optimizar el servicio de urgencias y para que en el centro haya siempre un pack de farmacia preparado para cualquier otra situación de excepcionalidad. "Dimos bien la talla. Teníamos un plan que tras el atentado hemos mejorado", afirma la jefa de Urgencias del Hospital del Mar. A nivel personal sus heridas emocionales las ha curado con los suyos. "Cuando te encuentras en situación sabes que eres una profesional y solo actúas; los sentimientos los dejas atrás, aunque te acaba pasando factura", dice Sirera. "El impacto emocional es brutal. Es una agresión que la vives como una agresión propia. Primero te pones una coraza, pero luego la abres con tu gente, en casa con tu familia, compañeros. En el hospital, el equipo que actuamos hemos hecho mucha terapia compartiendo todo lo que vivimos", concluye la facultativa.

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