Hazte premium Hazte premium

Daniel Tercero - Dazibao

Miedo y cobardía a la palabra y las ideas

Seguro que existen pruebas más explícitas de totalitarismo, pero ninguna es más ajustada a la realidad del siglo XXI. Un académico impidiendo a otro que pueda hablar en la sede del conocimiento universal

No habrá pocos profesores en España como Pablo de Lora pero sí que sean tan valientes como él. Profesor titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), su último libro, Lo sexual es político (y jurídico) (Alianza editorial, 2019), es una obra maestra del pensamiento libre sobre un tema de actualidad que pivota sobre tres patas: el sexo, el género y el feminismo. Por ser un académico experto en estos temas fue invitado por la Universidad Pompeu Fabra (UPF) para participar en un seminario en Barcelona. Ocurrió la semana pasada. Pero su intervención fue boicoteada por un grupo reducido de feministas radicales, más partidario del totalitarismo que del intercambio libre, sosegado e intelectual del conocimiento sobre la materia. ¿Para qué va a hablar De Lora, si ya decidió este grupito lo que está bien y está mal y, sobre todo y más grave, lo que se puede y lo que no se puede discutir en el seno de la universidad?

Entre John Rawls y Robert Nozick, De Lora, que antes profundizó en la bioética, los derechos humanos y los derechos de los animales, centra su estudio sobre los aspectos jurídicos del sexo y el género, desde una sana perspectiva feminista, con infinidad de ejemplos (de actualidad, la mayoría de ellos) y desajustes a la hora de poner en práctica el valor básico y esencial de la libertad individual. Quizá sea esto, la defensa de la libertad individual, lo que tanto disgusta al mainstream feminista que ahora le ataca con insultos («machista» y «transfóbico»). De Lora pregunta y busca respuestas. Se compartan o no, son razonables y defendibles a nivel académico, sin duda, pero también para ser debatidas en foros extramuros de las universidades.

Un buen resumen del propósito del profesor de la UAM es el primer párrafo de la introducción de su libro, tal y como señaló su compañero de universidad y disciplina Alfonso Ruiz Miguel en la presentación de la obra en Madrid, el pasado mes de octubre: «¿Quién debe lavar y zurcir los calcetines? ¿Debe estar prohibido masturbar a mi mascota? ¿Y que alguien practique una felación a un discapacitado físico severo a cambio de dinero? ¿Por qué no pueden tener relaciones sexuales los hermanos si son mayores de edad y usan medios anticonceptivos? ¿Por qué se inscribe el sexo del recién nacido en el Registro Civil? ¿Debe permitirse la celebración de orgías? Y si la respuesta es sí: ¿por qué no puedo casarme con varios hombres o varias mujeres? ¿Y disponer de un robot-niño con el que disfrutar de mis fantasías pedófilas, o programarlo para simular una violación? ¿Se es o se llega a ser hombre? ¿Y qué consecuencias jurídicas debe tener si lo somos o llegamos a serlo? ¿Se habrá de terminar con la segregación por sexos en los baños públicos? ¿Y qué será del feminismo si el sexo-género es disponible?».

Es posible mirar a otro lado y pensar que todas estas preguntas -y sus respuestas- no van con nosotros, en una visión reducida, como españoles, y en sentido lógico, como seres humanos. Pero sería tanto como mantener una actitud infantil. Como si por taparse los ojos con las manos creyésemos que no nos ve nadie. Es justo lo contrario. De ahí la importancia de las palabras de profesores e intelectuales -que no vamos sobrados de genios- como De Lora.

La semana pasada, a la hora de intervenir en la UPF -menudo papelón el de esta universidad-, varios activistas repartieron octavillas insultándole y exigiendo al centro universitario que expulsara al profesor invitado («Pablo de Lora, fuera el machismo de la universidad»). Entre estos demócratas del feminismo rancio había alguna profesora que, para más prueba de cierta decadencia intelectual y profesional, participaba, también, en el mismo seminario que De Lora. Seguro que existen pruebas más explícitas de totalitarismo, pero ninguna es más ajustada a la realidad del siglo XXI. Un académico impidiendo a otro que pueda hablar en la sede del conocimiento universal, por definición.

De Lora reaccionó con valentía serena y pronunció un discurso penetrante que debería ser obligatorio en el primer curso de todas las universidades: «Venía a un evento académico y agradezco a los maestros que me han invitado. Es posible que yo no sea la mejor persona para intervenir en un acto así -para hablar de género-, hay gente que puede tratar mejor estas cuestiones y con más competencia profesional que yo. No tengo duda de esto. Pero con este acto -de boicot-, a mí se me ha prejuzgado. No se me ha dado ni siquiera la ocasión de comprobar si todas esas cosas que se leen ahí -en los carteles- son, o no, ciertas. Incluso si yo, en la entrevista -en El Mundo, el pasado mes de septiembre-, hubiera dicho algo denigratorio, no se me habría concedido ni siquiera la oportunidad de cambiar mi posición. Se me ha crucificado. Y creo que esto es inaceptable. Ninguna de las personas que ha intervenido en esta suerte de auto de fe me conoce. Y algunos resulta que son compañeros que asisten a este acto académico. Lo que, para mí, es verdaderamente sorprendente. Y frustrante. Si el signo de los tiempos es esto, vayan ustedes despidiéndose del pensamiento libre, del intercambio reflexivo y de la posibilidad de conocernos mejor, de argumentar mejor y de pensar mejor». Habrá que persistir.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación