Las cenizas de un error

EL 18 de julio de 2006, con una abstención del 51 por ciento, los catalanes ratificaron en las urnas un nuevo Estatut nacido exclusivamente del tacticismo y de los intereses partidistas y electoralistas de todas las formaciones que intervinieron en aquel traumático proceso. Por las ... mismas fechas, el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat revelaba que la inmigración, el paro, la precariedad laboral y el acceso a la vivienda eran, por este orden, los asuntos que de verdad quitaban el sueño a los catalanes. Más tarde irrumpiría la preocupación por la falta de infraestructuras y transportes. Del Estatut y la financiación autonómica, prácticamente ni rastro.

Cuatro años después, lejos de interiorizar el asunto estatutario como un aspecto fundamental de su existencia, los catalanes sólo han incorporado una preocupación a la vieja lista de inquietudes cotidianas: su clase política.

El Estatut no ha figurado jamás entre las prioridades y preocupaciones de los catalanes. Las calles no fueron espontáneamente tomadas por hordas de ciudadanos furibundos cuando el PP -igual de tacticista en sus planteamientos que los partidos que impulsaron la reforma estatutaria- presentó un recurso de inconstitucionalidad.

Cataluña no necesitaba un nuevo Estatut. Simplemente, no hacía ninguna falta. Pujol lo sabía, Montilla lo sabía, Duran lo sabía... hasta Carod lo sabía, que dejó temblando a su partido cuando soltó aquello de que, entre un nuevo Estatut o un buen sistema de financiación, él se quedaba con los dineros.

Ya una vez recurrido por el PP, fue al líder de Unió, Josep Duran Lleida, a quien se le escapó que el Estatut podía tener «algún elemento de inconstitucionalidad». A las pocas horas asumió el «error» dejando claro que «nunca fue mi intención favorecer las tesis de aquellos que van contra el Estatut». A lo largo de este cuatrienio -sin olvidar los dos largos años de discusión y aprobación del texto en el Parlament- ni las instituciones, ni los partidos ni los editoriales conjuntos han conseguido arrastrar a los catalanes hacia su terreno. Convocatoria electoral tras convocatoria electoral, han dejado claro que esta no es su guerra... ni su berenjenal.

El presidente de la Generalitat, José Montilla, canceló ayer su agenda matinal y las instituciones y fuerzas políticas quedaron paralizadas (literalmente) a la espera de conocer una sentencia que no llegó ya que el Tribunal Constitucional rechazó el quinto borrador de resolución sobre el Estatut. Pero lo más extraordinario del caso es la falta de pudor de unas formaciones que durante años han presionado de mil formas distintas a los miembros del TC -que siendo como son «liberados» podrían espabilar un poco- para que dictaran sentencia; que en los últimos días han pedido a gritos que ese mismo fallo se aplazara hasta después de las autonómicas y que ayer, una vez a salvo, volvían a a la carga, exigiendo reacciones, recusaciones e incluso la dimisión en bloque del TC.

Lo trascendental de la no sentencia, desde una perspectiva estrictamente electoralista, se resume en pocas líneas: el PSC se queda como estaba, ERC se queda sin juguete y CiU y PP quedan en una situación comprometida de cara a una futura colaboración. Con las consecuencias del Pacto del Majestic aún por digerir, a ver cómo explican los nacionalistas un eventual acuerdo con una formación que, bien tiene recurrido el Estatut, bien propició un recorte del mismo. De ahí que la desesperación de Mariano Rajoy ayer en Girona sonara sincera: «A mí lo que me gustaría es que se haga un esfuerzo para que este asunto se resuelva ya. Necesitamos reglas de juego, necesitamos claridad y necesitamos saber dónde estamos».

Por estar, estamos con medio mundo colapsado porque al volcán Eyjafjälla le ha dado por enviar cenizas al espacio aéreo europeo, y con el otro medio pendiente del paro, la economía, la delincuencia,las tribulaciones del juez Garzón y hasta de los rumores sobre el supuesto romance de Laporta con una grande de España. La vida, abriéndose camino, aunque el establishment político, TC incluido, siga atrapado en el tiempo.

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