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Carina Mejías - Tribuna abierta

La Barcelona de dos velocidades

«Llega el final del mandato y el resultado es desolador. Obras inacabadas y proyectos fallidos»

H ace cuatro años, Ada Colau prometió como alcaldesa que aquellos barrios que más habían sufrido la crisis económica y los desahucios hipotecarios, iban a ser su prioridad. Para reducir las desigualdades, destinó 150 millones de euros de inversión a un plan de regeneración de barrios, a los que se sumaron 15 millones de euros más procedentes de los fondos Feder de la Unión Europea para estrategias de desarrollo urbano sostenible.

Llega el final del mandato y el resultado es desolador. Obras inacabadas y proyectos fallidos. Entre los peores ejemplos el Raval y el Gótico, que durante estos años han empeorado notablemente. Ni rastro de la rehabilitación de viviendas, la convivencia se ha deteriorado por el incremento de la delincuencia y la pobreza está a la vista de todos.

En los barrios del norte, muchos proyectos siguen aún por definir. Los vecinos esperan por las inversiones prometidas en vivienda social y ven con desesperación como se deterioran los parques y los espacios públicos o no llegan servicios básicos como la limpieza.

Y qué decir de los barrios como Baró de Viver o Buen Pastor, llevan años esperando por equipamientos educativos y deportivos, la mejor herramienta para contribuir a la cohesión social y a la integración de los más jóvenes. En otros barrios del eje Besós las infraestructuras como el puente de Santander, se han vuelto a aplazar y los programas de lucha contra la feminización de la pobreza y la precariedad laboral están por desarrollar. Una legislatura perdida y millones de euros enterrados en proyectos que los barceloneses no pueden disfrutar. Los diez barrios de Barcelona con más índice de vulnerabilidad siguen hoy teniendo la mitad de renta que la media.

El balance de Colau, en términos de gestión, es desolador y por eso opta por la gesticulación, elevando anécdotas personales a categoría política o manifestando su rechazo a la Monarquía, la Iglesia o los empresarios. A la reina del postureo le va más la polémica, pero su populismo cada vez suscita más rechazo. Al final de mandato sólo trascenderá el deterioro de Barcelona y nada de lo que prometió en 2015. Un triste legado. La Barcelona de dos velocidades.

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