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Antonio Robles - Tribuna Abierta

Jugar a dos bandas

El PSC y la izquierda catalana con sus sindicatos de mampostería catalanista no quieren derrotar al nacionalismo, sino pactar con él

Miquel Iceta, la masa madre del PSC, nunca defrauda. Fiel heredero de la equidistancia calculada, se ha vuelto a envolver de catalanismo de parte para situarse una vez más al lado de los enemigos de España. Nunca antes el parlamento de una comunidad autónoma junto al gobierno que la preside había apoyado explícitamente la violencia. Pero ni eso fue suficientemente obsceno para que el PSC votara contra la impostura. Su abstención ante la moción de censura contra Torra y sus CDRs deja blanco sobre negro el error histórico del PSOE al dejar el campo libre al PSC en Cataluña.

Jugar a dos bandas, pero apostar siempre al catalanismo en sus múltiples acepciones. Esto es el PSC. O si quieren, en espera de la victoria final del nacionalismo, el equidistante Iceta mira para otro lado y se indigna según la medida de sus intereses. Posiblemente es el peor de los nacionalismos que infectan hoy los corazones de los catalanes. Cuando se comparten fines, o compartirlos no es una carga sino una oportunidad, se comprenden medios. Por eso el PSC puede metabolizar los exabruptos supremacistas de Torra y sus connivencias con la violencia. Los daños colaterales ni le afectan, viven del chantaje nacionalista desde hace 40 años bajo la etiqueta del catalanismo. Unos agitan el árbol y otros recogen las nueces, en versión catalana.

Creo que en Madrid aún no se han enterado de qué va esta farsa burguesa con ínfulas de revuelta. El PSC y la izquierda catalana con sus sindicatos de mampostería catalanista no quieren derrotar al nacionalismo, sino pactar con él. No quieren acabar con los intereses de la clase burguesa que lo sustenta, sino conservar el poder. Entre otras cosas, porque es su clase, el líquido amniótico del que emana su poder y en el que viven a mesa puesta desde hace 40 años.

Son constitucionalistas. No es necesario exagerar la nota difundiendo que el PSOE y su franquicia en Cataluña, el PSC (¿o es al revés?) no lo son. Lo son. A su manera. Tener una idea de España distinta, no es estar contra España, sino querer un diseño distinto de ella. Claro está, distinto e interesado. Un diseño que se amolde a sus haberes y hacienda. Mientras el chantaje perdure y el personal viva aterrado por la amenaza, los dividendos siguen repartiendo beneficios. ¿Por qué cambiar? ¿Por qué acabar con el dragón si su amenaza nos sigue haciendo necesarios?

Prepárense para la España federal asimétrica que se avecina si Pedro Sánchez necesita a los nacionalistas de bisagra. Es la próxima estación. Y en ella, el clasismo catalanista y los supremacistas del PNV seguirán viviendo con holgura a costa del desmoronamiento de España como espacio del bien común. El error histórico de Alfonso Guerra en plena Transición al desmantelar la Federación Catalana del PSOE para dejar al PSC a sus anchas, lo repitió Albert Rivera cuarenta años después al negarse a ejercer de bisagra con el PSOE. 180 diputados, mayoría absoluta, y por primera vez, sin chantajes nacionalistas. Dos errores históricos imperdonables.

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